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Para Kevin, una buena manera de mantenerse con la mente serena, era colocarse en el taburete junto a su ventana, con las piernas extendidas, el cuerpo recargado débilmente en el cristal, y la mirada puesta sobre las estrellas.

A veces, debido a la contaminación de luz en Gahoe-dong, era complicado llegar a observarlas en todo su esplendor. Pero cuando tenía la oportunidad, era de sus cosas favoritas. Y en momentos como ese, donde el desasosiego trataba de carcomérselo, resultaba un tratamiento efectivo para calmarlo. 

Escuchó los débiles toques en la puerta de su habitación. Y a su madre, después de un breve silencio, preguntarle si podía entrar.

—Pasa —le respondió, sin apartar la vista de la ventana.

La puerta soltó un crujido cuando su madre la abrió, y luego cerró tras su espalda. Cuando se acercó hasta la ventana, Kevin la miró, acomodó su postura y se recorrió a un costado para permitirle tomar asiento junto a él.

—Te veo algo distraído. ¿Pasó algo?

No respondió, y en cambio apartó la mirada. La relación con su madre era estable, había cierto grado de confianza entre ambos. Sin embargo y pese a ello, Kevin no se sintió del todo seguro sobre lo que estaba próximo a mencionar.

—Mamá, ¿qué haces cuando...?

Se regañó en cuanto cayó en cuenta de lo difícil que era para él expresar la cuestión. Era vergonzoso pensar en su mamá dándose cuenta de lo que le sucedía. Pero era eso o tener que soportar más tiempo con esa molestia que le recorría cada parte desde el casi-beso.

Su mamá guardó silencio, expectante, no parecía tener la intención de presionarlo para continuar. Kevin se sintió agradecido por ello, y entonces suspiró.

—¿Qué haces cuando te gusta alguien?

—¿Qué hago? ¿A qué te refieres?

—Quiero decir... ¿Tú hacías algo cuando te gustaba alguien? Como coqueteos, y esas cosas.

—Sí, solía hacer ese tipo de cosas —contestó su madre, risueña—. Si a la otra persona también le gustaba yo, era más divertido. Pero tarde o temprano él se acercaba o yo me acercaba y lo decíamos directamente.

—Pero ¿y si no quieres tener nada con ese alguien?

—¿Te gusta pero no quieres nada? ¿Por qué sería eso?

—¿Te arrepientes de haber estado con papá? —Cuando su madre abrió los ojos sorprendida, mas no herida, Kevin se arrepintió de haber sacado el tema— Lo siento.

—Está bien —Ella sonrió con calma— Y por supuesto que no, Kevin. Puede que las cosas entre él y yo hayan acabado mal, pero no me arrepiento en lo absoluto de haber estado con él.

—Pero si se lastimaron y acabaron mal, ¿por qué no te arrepientes?

—No me arrepiento porque, pese a todo, tu padre me hizo muy feliz. Él fue como mi soporte para superar muchas cosas, y lo que es más importante, me dio tres niños hermosos. —Sonrió y acarició su cabello— Estar con él me dejó varias lecciones que incluso hoy en día me siguen siendo útiles. Cada cosa sucede por algo. Y siempre se aprende algo nuevo con cada error. Ahora mismo entiendo que te dé miedo si nos usas como ejemplo; no lo hagas. No todas las relaciones acaban así, algunas ni siquiera tienen un final como tal. 

»—Y mira, yo no puedo asegurarte que no saldrás lastimado, pero no deberías privarte de algo así por el miedo de acabar mal. De eso se trata la vida, cielo: caer, aprender y volver a ponerse de pie. Incluso puede que esa persona sea realmente la indicada para ti, pero nunca podrás saberlo si no te arriesgas y haces algo. Y créeme que la incertidumbre de no saber qué hubiese sucedido pesa mucho más que cualquier cosa.

Las reglas de cupido [Kwall/Jujae]Where stories live. Discover now