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Escuchó a los pájaros cantar una alegre y poco entendible —al menos para él— canción tras la ventana. Esa fue la señal que le indicó que el día había llegado por fin, y que debía levantarse pronto.

Abrió los ojos con lentitud, apreciando como primera cosa la escasa luz que bañaba la habitación esa mañana. Luego observó el cielo mientras pestañeaba con rapidez, sin ser capaz de evitar que sus ojos se cerracen debido al sueño que todavía no lo abandonaba por completo.

Pero, un segundo, ¿acaso había dicho el cielo?

Sí, en efecto. Sobre su cabeza había un cielo colorido, con un azul resplandeciente desparrado por todos lados bajo pequeñas nubes que flotaban en él. Frunció el ceño sin ser capaz de despertarse por completo todavía, y luego cayó en cuenta de lo que realmente era aquello que estaba viendo: una pintura.

Enderezó su cuerpo a duras penas, sin apartar la mirada del techo que parecía haberlo hipnotizado tan de repente. Notó que, además de ese cielo mañanero sobre su cabeza, un poco más allá se encontraba una noche llena de estrellas, como la del día anterior que les había dado cobijo y compañía en su camino hasta ese lugar.

Cierto, seguía en la casa de Kevin.

Bajó por fin la mirada y escrutó lo hallado a su alrededor hasta que, de nuevo, la impresión lo enmudeció por un breve momento. Lo que había capturado su atención esta vez, no era más ni menos que un piano con un precioso color caramelo pintado en la pared, justo frente a la cama. En los espacios en blanco, partituras, y saliendo de sus teclas pequeñas notitas musicales cuyas tamaño parecía ir en ascendencia, como si se estuvieran acercando a él. Pegado en exactamente esa pared, halló un teclado, y a su costado un escritorio con un orden un tanto caótico.

La habitación de Kevin pareció tener vida propia ante sus ojos. De ese modo se sintió con todos esos dibujos saltando a la vista y robándole el aliento. Era todo tan colorido y tan genial ahí, rebosante de creatividad, sin duda. Por lo que, pensándolo bien, ese el verdadero Kevin ¿no? El real; Hyunjoon sentía que podía verlo en las paredes y en el techo. Él en todas partes. Y le gustó estar rodeado de todo aquello, quedó fascinado por la sensación de sentirse abrazado por esa calidez a la que había comenzado a acostumbrarse.

Después buscó al dueño de las ilustraciones y llevó su vista alrededor de la habitación hasta dar con él. Yacía dormido junto a la ventana, cubierto por una sábana blanca que parecía no cubrir nada en realidad, y con la luz del día haciendo relucir su silueta y las facciones delicadas de su rostro, parecía algo similar a un ser angelical. Entonces, la repentina efusividad que lo envolvió, no hizo más que dispersarse. Hyunjoon se sintió mal de verlo ahí, hecho un ovillo. La mañana se sentía fría y el continuaba descansando justo junto al cristal.

Sin pensarlo mucho tomó un par de cobijas de la cama y se las puso encima con cuidado de no despertarlo. Viendo el cielo, supuso que no serían más de las ocho, por lo que Kevin quizás se levantaría pronto y no tendría mucho sentido habérselas puesto. Pero quería, por lo menos, darle un poco de la calidez que él había estado otorgándole.

Recogió sus pertenencias halladas a un costado de la cama y procedió a cambiarse de ropa mientras su amigo continuaba durmiendo al otro extremo de la habitación. Cuando estaba terminando por colocarse los calcetines escuchó a Kevin soltar un leve quejido tras sus espaldas, y entonces se giró justo a tiempo para verlo abrir los ojos.

Kevin volvió a quejarse un poco y luego se sentó, con su cabello revuelto y algunos mechones levantados que, con la luz del día chocándole, daban el efecto de un incendio sobre su cabeza. Sus ojos volvieron a cerrarse mientras se reincorporaba. A Hyunjoon le pareció lindo verlo adormilado.

Las reglas de cupido [Kwall/Jujae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora