—Cuídate, Liher —me dijo—. Espero que no te aburras mucho con mi hermano amargado.

Yo reí.

Cuando Zigor y yo entramos en el aeropuerto, sus hombres ya habían facturado nuestro equipaje. Nos entregaron los billetes de avión y Zigor guardó ambos sin permitirme siquiera verlos.

—Tenemos algo de prisa —me dijo.

Pasamos por los controles sin demorarnos apenas. A pesar de la cantidad de gente que había, a nosotros nos hicieron pasar antes, sin necesidad de esperar, y los controles de pasaporte fueron también mucho más rápidos de lo habitual. El nombre de Zigor Garay tenía demasiada influencia.

Yo no tuve tiempo de ver todo lo que me habría gustado del aeropuerto. Me sorprendió ver tal cantidad de bares y tiendas, y tanta gente diferente procedente de todo el mundo. Pero no pude detenerme para verlo.

Cuando finalmente nos encontramos sentados en el avión, en clase preferente, él pareció satisfecho.

—¿Estás nerviosa? —preguntó al mirarme, notando que miraba a mi alrededor, intranquila—. Liher... ¿es la primera vez que vuelas en un avión?

—Sí —admití.

Nunca había tenido la necesidad de viajar en avión, porque nunca había salido al extranjero ni realizado viajes largos.

—Tranquila, no sucederá nada —me dijo—. Es solamente un avión. Vuelan miles de ellos cada día en todos los países del mundo.

Asentí, pero, a pesar de sus palabras, tomé su mano cuando el avión se pudo en movimiento. ¿Por qué era capaz de enfrentarme a un vampiro y, sin embargo, tenía miedo durante un viaje en avión? Me sentía tonta por mi reacción.

Oculté la cara en su hombro en cuanto el avión dejó de tener contacto con el suelo y despegó. Él colocó una mano en mi cabeza y acarició mi cabello despacio. Nos mantuvimos así varios minutos, hasta que sentí que el avión se estabilizaba y comencé a calmarme.

—Lo siento —murmuré, avergonzada.

—A muchas personas no les gusta volar. Incluso Milo tuvo miedo la primera vez que subió a un avión. No te preocupes.

—¿Tú podrías hacer que no me diese miedo? —pregunté con curiosidad.

Si me ordenaba no tener miedo, seguramente yo no lo tendría. Era una cuestión de la mente, al fin y al cabo, y él lo podía controlar.

—Puedo, pero no voy a hacerlo —respondió—. Tú misma tienes que superarlo, Liher.

Bajé la vista. ¿Cómo se me había ocurrido pedirle aquello? Me sentía un tanto avergonzada por haberlo hecho y, especialmente, porque él me lo había negado, aun pudiendo hacerlo.

—Vale.

—Solamente quiero ayudarte, ¿de acuerdo? Puedo ayudarte a superar todos tus miedos, pero te resultará mucho más útil aprender a hacerlo por ti misma. Yo estaré contigo.

Acarició mi mejilla con cuidado, y me sonrió.

El viaje en avión no fue largo. Los azafatos estuvieron en todo momento pendiente de nuestras necesidades, ofreciendo tanto comida y bebida como artículos menos necesarios, como colonias y joyas. Muchos pasajeros hicieron compras, pero Zigor no se mostró interesado en nada de lo que le ofrecían.

El aterrizaje fue el segundo momento en el que sentí miedo. Tuvimos que abrocharnos los cinturones una vez más, y la inclinación del avión me hizo estar nerviosa. Deseaba tocar la tierra cuanto antes.

Su cazadoraWhere stories live. Discover now