Salimos del portal. Un Mercedes negro esperaba aparcado frente a nosotros. Era un coche diferente al de la última vez, pero supuse que Zigor tenía varios vehículos a su disposición.

Mi jefe me indicó que entrase, y lo hice. Mientras tanto, él guardó mi maleta en el maletero. Si el chófer hubiese sido otro, seguramente lo habría hecho él, pero quien conducía era, de nuevo, Milo.

—No sabía que trabajases como chófer —bromeé cuando me senté en uno de los asientos traseros del coche.

—Yo tampoco —aseguró él—. Pero creo que mi querido hermano mayor cree lo contrario, o está vengándose de mí por algún motivo que desconozco.

Cuando Zigor entró en el vehículo y se sentó a mi lado, Milo arrancó. Ninguno de los dos hermanos intercambió una sola palabra durante el viaje al aeropuerto. Mi jefe se dirigía solamente a mí, algunas veces para hacerme preguntas, y otras veces para señalar a través de la ventanilla e indicarme algún edificio especial o algún puente. Era consciente de que yo no conocía la ciudad tanto como él.

—Esperaba que tuvieses un jet privado, como en las películas —comenté.

No lo decía completamente en serio.

—Y lo tengo —aseguró—. Pero lo está utilizando mi hermano. Nosotros tendremos que ir en un vuelo comercial.

No sabía si estaba hablando en serio o si estaba simplemente bromeando.

Milo miró entonces al mayor a través del espejo retrovisor interior y frunció levemente el ceño, como si algo lo hubiese molestado.

—Yo también soy tu hermano y nunca me lo has dejado —protestó.

—Él lo está utilizando para trabajo, y lo sabes —replicó Zigor—. No voy a dejártelo para que montes una fiesta. Cuando madures, podrás utilizarlo.

Aquello me recordaba a una discusión familiar cualquiera. En lugar de vampiros, parecían dos simples hermanos peleando por un juguete. Zigor mostraba mayor madurez, mientras que el carácter de Milo era, evidentemente, semejante al de un joven o adolescente. Aunque no podía confiarme. Estaba segura de que podía tomarse en serio los temas importantes y que era capaz de ser cruel y violento si a situación lo requería.

—Amargado —canturreó Milo, ganándose una mirada fulminante por parte de Zigor.

Aparcó entonces el coche en el aparcamiento del aeropuerto y salimos. Pero cuando iba a abrir el maletero, un hombre desconocido se me adelantó. Sorprendida, miré a mi alrededor. Un segundo coche se había detenido frente al nuestro, y varios hombres habían salido de él. Entre otros, el que había abierto el maletero del Mercedes y que se encontraba sacando nuestro equipaje.

—Liher, ellos facturarán las maletas —me indicó Zigor—. No te preocupes por nada.

Aquellos hombres vestían de colores oscuros, aunque de forma informal, y todos tenían aspecto un tanto intimidante. Eran altos y fuertes. Debían de ser guardaespaldas, aunque yo nunca los había visto cerca de Zigor.

—¿Quiénes son? —pregunté, acercándome a mi jefe.

—Seguridad —respondió—. Alguien como yo debe estar siempre protegido.

—Pero nunca los había visto.

—Es la idea. Están, pero no se nota su presencia a menos que se requiera.

Milo no entraría con nosotros en el aeropuerto. Se despidió de Zigor con un simple asentimiento de cabeza y después se dirigió a mí. El hermano mayor puso los ojos en blanco al verlo.

Su cazadoraTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon