—De acuerdo —murmuré, y continué leyendo—. ¿Qué ocurrirá tras los dos meses de periodo de prueba?

—Eso depende de ti. Si termino satisfecho con tu trabajo, te contrataré y te daré un empleo fijo. Si no me gusta tu manera de trabajar, no prolongaré el contrato.

No sabía si la misión se prolongaría durante tanto tiempo; todo dependía de los obstáculos con los que tuviésemos que lidiar, de la cantidad de información que tuviésemos que obtener... No bastaba solamente con descubrir si aquel hombre era o no un vampiro. De modo que debería esforzarme para mantener el puesto por si la misión se prolongaba durante más de dos meses.

—Lo haré lo mejor posible —aseguré.

—De acuerdo. Por el momento será mi otra secretaria, Estíbaliz, quien me acompañe a las reuniones. Ella te enseñará mañana lo que debes hacer. Deberás pasarme las llamadas importantes y separarlas de las que no lo son, organizar mi horario, hablar con empresas... Habrá ocasiones en las que debas ser tú quien mantenga contacto con algunas personas, transmitiéndoles mis deseos. Pero Estíbaliz te lo explicará mejor mañana.

Asentí. Si algo quedaba claro era que, para realizar bien aquel trabajo, debería ser una persona muy organizada y ordenada. De lo contrario, no sería capaz de hacerlo lo suficientemente bien, al menos para alguien como Zigor Garay. No podía permitirme fallar.

—Bien.

Cuando leí todo el contrato, lo firmé. La firma de él ya estaba plasmada en los papeles, por lo que solamente faltaba la mía. Me ofreció una copia del documento que había firmado para que yo pudiese tenerla y leerla cuando desease, y me pidió que al día siguiente me presentase allí a las ocho de la mañana para comenzar con mi horario habitual.

—Una última pregunta que olvidé hacerle —me detuvo antes por dar por concluida la conversación—. ¿Cómo supo de este trabajo?

Por un momento, vacilé. No sabía cómo había anunciado que necesitaba a alguien para cubrir aquel puesto de trabajo. ¿Había sido a través de internet? ¿A través de la prensa? La academia había descubierto que el puesto había quedado libre antes de enviar diferentes currículums vitae, pero nadie me había dicho cómo lo habían sabido.

—Por mi padre —respondí simplemente, esperando que no me preguntase nada más.

Aquello pareció desbloquear un recuerdo en mí. Recordé a mi madre, más joven que cuando había muerto, diciéndome que mi padre no regresaría, que nos había abandonado. Yo le habría preguntado durante años dónde se encontraba. Empleaba un tono suave para explicármelo. Yo debía de ser muy pequeña, no sobrepasaría los cinco años, y rompí a llorar al escuchar aquellas palabras. Recordaba las lágrimas calientes y saladas resbalando por mis mejillas, y la calidez del abrazo de mi madre.

—¿Se encuentra bien? —me preguntó mi jefe.

Me había quedado aturdida por unos instantes, tiempo suficiente para que él notase que algo ocurría. Me sucedía aquello cada cierto tiempo, cada vez que venían a mi cabeza recuerdos del pasado. Fragmentos de mi vida que, poco a poco, iban formando mi infancia y pre adolescencia.

—Sí —murmuré—. Solo... estoy bien.

—Si ha sufrido un mareo o algo similar, debería tener cuidado —insistió—. Puedo llamar al médico.

—No será necesario —me apresuré a decir, sin querer dar a aquel episodio más importancia de la que merecía—. Me sucede con frecuencia... pero no es grave.

No quería contarle el motivo por el que me ocurría, sentía que era algo demasiado personal. Nunca hablaba con nadie sobre aquel tema. Lo había comentado solamente en un par de ocasiones con Adrián y con Ariadna en los últimos años, pero nada más. Mi padre nunca lo había mencionado, y todos los cazadores en la academia fingían que no había ocurrido nada.

Su cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora