Batata

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Un 16 de mayo del año noventa y dos nació un precioso niño, en medio de un frío tan grande, que para poder mantenerlo calentito debí fabricar varias bolsas de dormir caseras forradas en material térmico. A mi suegra le causaba gracia verlo metido en ese capullo de tela y se le asemejó la manera en que ella preparaba las batatas (boniatos, camotes) al horno, por ese motivo le quedó el apodo de "batata". El día de nacimiento era el mismo de mi hermano mayor y por eso quiso ser su padrino. El dicho popular afirma que los ahijados se parecen a sus padrinos y ciertamente me cuestioné muchas veces el haber aceptado la propuesta.

Al crecer, el niño se mostraba caprichoso, testarudo y agresivo igual que su padrino. En la etapa escolar su negación al estudio fue total y la única manera que aceptaba ir al colegio fue explicándole que la educación es obligatoria y de no cumplir con ella podríamos terminar en la cárcel. La primaria fue una pesadilla de amonestaciones por su mal comportamiento, pero peor aún la secundaria en la que colmó la paciencia de los educadores.

Para asegurarme que entrara a clases lo acompañaba hasta la escuela, esperaba que ingresara y luego me retiraba, él aguardaba mi partida y se escapaba por las ventanas del salón para ir a los jueguitos en los cibers cercanos. Su preceptor me llamaba por teléfono para informarme que lo había corrido varias cuadras pero no lo alcanzó. Era un gran compromiso para la escuela si algo le pasaba siendo que ya había ingresado.

—¿Cómo te fue hoy?—le preguntaba yo, al volver a casa en el horario correspondiente.

—¡Aburrido!, como siempre—contestaba.

Cuando le conté que  sabía que se escapaba, me contestó que esa escuela no le gustaba y quería ir a otra de formación técnica. Si lo anotamos en bachillerato fue porque eran menos horas y sabíamos que necesitaría una educación básica para su futuro.

El año estaba perdido. Sus escapadas sumaron inasistencias y perdió la condición de alumno regular. Era chico para trabajar, así que para entretenerlo le encomendábamos pequeñas tareas en el hogar como cortar el pasto, hacer una huerta o algún mandado en negocio cercano, por el que tenía una compensación monetaria, para alguna cosa que le gustara.

Al año siguiente lo anoté en uno de los tradicionales colegios de la ciudad, un lugar histórico de prestigio y nivel académico, y fue peor. Ahora debía viajar en colectivo y ya no se encontraba a un par de cuadras. Empezó entusiasmado y al poco tiempo se peleaba con todos, no estudiaba y no entraba a clases. Ya era un joven de buen porte y altura, con "arrastre" entre la población femenina, las chicas estaban pendientes de él y no le interesaba si tenían novio o no, por lo que se armaban buenas peleas en la esquina del colegio. No pasaba semana sin llegar a casa con un ojo morado o el pómulo sangrando.

Un día de franco, mi esposo se ocupaba de hacer arreglos en la casa, preparaba la mezcla para un contrapiso y otras cosas cuando me llamó el director del colegio para pedirme que fuéramos en forma urgente a retirar a nuestro hijo. Así como estaba, lleno de cal y en ropa de trabajo, mi esposo fue rápidamente y lo encontró sentado en la dirección, completamente alcoholizado y casi inconsciente. Sucedió que antes de entrar en clase él y sus compañeros de aula fueron hasta un kiosko y compraron varias petacas (botellitas de bebidas alcohólicas de 200 ml). Compraron ron, bodka, wisky y se las tomaron todas, con lo cual, la mayoría terminó en el baño del colegio intoxicados y vomitando. Cuando su padre lo trajo a casa en colectivo no sabía ni dónde estaba, ni dónde bajar. Fue un escándalo para la escuela y si no lo expulsaron era simplemente porque deberían hacerlo con todo el curso. Por supuesto entendimos lo inútil de seguir insistiendo, de trece materias tenía reprobadas nueve antes de la mitad de año. Cada tanto a lo largo del tiempo nos decía que quería volver a estudiar; por ser menor se lo acompañaba, anotaba y terminaba haciendo lo mismo. Así quiso empezar a trabajar en un taller mecánico de aprendiz, ya que quería muchas cosas y nosotros ya nos enfocábamos en lo relativo a la educación de las hermanas menores. Fue aprendiendo mucho y se especializó en pintura de automóviles de alta gama que le proporcionaba más ganancias. Pero esto no termina acá... todavía hay mucho más para contar.

Álbum de familia ¡Se va la segunda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora