Cansancio

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Cuando mi hermano mayor llegó a la adolescencia quería tener un lugar propio para recibir amigos y no mezclarse con la familia, que a esta altura le resultaba molesta. Insistía todo el tiempo en que tenía derecho a su propio espacio. Papá entonces comenzó a refaccionar la casa del fondo que quedara de depósito, luego del incendio que el mismo hermano provocara a los diez años (esto lo contaré en otro capítulo).

Cuando los chicos fueron creciendo y su salud mejoró, los gastos médicos no eran tan excesivos y papá cambió de empleo en otra empresa más cercana. Esta quedaba a una hora de viaje, así podía llegar más temprano a casa,— a las quince horas. 

Una siesta, de mucho calor, empezó a quitar el techo de chapas de la construcción, para reemplazarlo por una nuevas y dejarlo en condiciones para que lo ocupara mi hermano. Yo me encontraba en clases de la escuela secundaria, mamá dormía y mi hermano, como siempre que había que hacer algo, desapareció.

El calor aumentaba y a mi padre que estaba trabajando solo y agotado le bajó la tensión arterial y se desplomó hacia adentro de la habitación, cayendo sobre ladrillos, cemento y diversas cosas apiladas, como una bicicleta cuyo manubrio se incrustó en su cara. El ruido de la caída despertó a mamá y lo encontró desmayado en el piso. El resultado del golpe le dejó tres costillas rotas y una fractura en el hueso de la órbita, además de múltiples golpes y abrasiones. 

Mi hermano respondió lo de siempre: yo no le pedí nada, lo hizo porque quería.

Álbum de familia ¡Se va la segunda!Where stories live. Discover now