Dulce dolor

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Era difícil admitirlo, pero la reciente compañía de aquel demonio le estaba comenzando a resultar agradable... Sí, el mismo rey de los avernos está disfrutando de la compañía de un sucio demonio pecador de clase baja. Pero ese pecador tenía algo distinto a los otros, algo en particular que le llamó la atención desde aquel día en ese bar.Era un buen conversador, siempre había algo de que hablar estando con él, nunca se aburría, lo cual era algo raro en él, pues conversar con alguien más como algún Overlord o los demonios de alto rango con los que se la pasaba le parecía insulso, pero con Alastor era distinto.Después de ese día había frecuentado mucho al de rojo, siempre en privado, para evitar los molestos comentarios, eso le parecía muy fastidioso, por lo que prefería mantener perfil bajo.

Habían un par de cosas de las que no se había dado cuenta, por ejemplo; cada rato que tenía libre sus pies lo dirigían automáticamente a los recintos de Alastor, así sean unos minutos, se conformaba con su presencia sin importar el límite de tiempo. Lo otro era que le parecían tan interesantes todas las historias que contaba, le gustaba escucharle hablar, su voz en esos momentos, le parecía tan confortable. Lo último, y a su parecer; más extraño que lo demás. Eran aquellos minutos en los que dejaba de hacer lo que hacia para observar a Alastor cuando este tenía su atención en otra cosa. Memorizaba cada detalle de su apariencia, buscando algo, pero sin saber qué era lo que buscaba en el rostro del contrario que impedía que retirará la mirada. Justo como en ese momento. Su mirada estaba clavada directamente en el fino rostro de aquel demonio, el cual estaba cómodamente sentado en uno de los sillones de su sala. El demonio residía en una de las muchas casas de ciudad pentagrama, pero contrario a las otras que estaban hechas un desastre, la casa de él estaba meticulosamente ordenada y limpia, decorada al estilo de los años 30s, con un toque de elegancia, el color que más dominaba en ese lugar era el rojo, el color de los muebles y paredes, al igual que el de algunos adornos.

Alastor leía atentamente el periódico con serenidad mientras que de vez en cuando tomaba un sorbo de café negro en una taza. La hermosa melodía de violín transmitida desde la radio le daba un agradable ambiente a la estancia.

Él estaba sentado en un sillón individual frente al de Alastor, se suponía que tenía que revisar unos papeles importantes, que había decidido ver en la casa del contrario, para tener un poco de compañía, pero de un momento a otro su vista pasó a el de rojo, y luego no pudo despegarla de él por un largo rato, teniendo su cabeza recargada en la palma de su mano, no sabía ni descifrar la mirada que tenía en esos momentos, ¿Se vería como un acosador o algo por el estilo? Quién sabe.

― ¿Se le ha perdido algo, majestad? No ha dejado de observarme―. La voz del demonio de rojo irrumpió sus pensamientos, sintiéndose un poco avergonzado al ser descubierto, reincorporándose en el sofá con los papeles en su regazo.

― ¿Y qué te hace pensar que mi mirada está en ti? Demonio arrogante―. Dijo rápidamente en su defensa, sabiendo lo tonto que sonó.

El contrario dejó escapar una corta y grácil carcajada mientras dejaba el periódico de lado, antes de levantar su mirada chocando con la del monarca, el cual por extraño motivo sintió nuevamente aquella electricidad recorrer su espalda.

 ― Pues, lo he descubierto en varias ocasiones observándome , y ese hecho me produce curiosidad en saber; ¿Hay algo tan interesante en mí que llame tanto su atención?

Eso mismo se preguntaba el de blanco. Alastor sonreía socarronamente abochornando más al rubio, a lo que rendido rodó los ojos.

― ¿Alguna vez te he dicho lo atrevido y testarudo que eres aveces?

•Can't Remember That Forget You• (Hiatus-Edicion)Where stories live. Discover now