Confidentes.

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Hinata tuvo que sentarse varios minutos en el suelo antes de empezar el camino de regreso a casa. Las rodillas se sentían débiles, como si estuvieran hechas de palitos de paleta, y su cuerpo vibraba cada tanto, como sintiendo el calor de Naruto llegando de golpe… aunque él ya se había ido. 

¿Era eso normal?

No tenía idea, principalmente porque jamás había besado a nadie antes de ese día. Ese maravilloso, confuso, enredado, extraño, incómodo y finalmente aún más maravilloso día.

Tuvo la necesidad de cubrirse el rostro, aunque sabía que nadie la estaba mirando.

¡Naruto estaba demente, loco, psicótico, enfermo y completamente desquiciado!

¿Cómo era que se le ocurría tomarla y besarla –¡de qué manera!- a sólo unos cuantos metros de Sakura y Kiba? Bien, ella estaba totalmente segura que ellos no los habían visto, Naruto la cubría de una manera excelente, pero no dejaba de ser algo tremendamente loco, cosa de infartos… 

Además… ¿Cómo se le ocurría causarle tanto sufrimiento? Ella había estado tranquila en su habitación, esperándolos para hacer el trabajo de Arte, mientras leía su libro favorito con total comodidad; llegaba él, la incitaba a un absurdo y muy emocionante juego de cosquillas, la acorralaba para que confesara el nombre del sujeto de sus amores y, cuando se lo decía, la besaba. Después la hería al decirle que no quería escucharlo en realidad...

Una risa se atoró en sus labios; él no había entendido el mensaje, por eso tanta confusión. Ah, Naruto era tan tonto…

¡Baka, baka, baka, baka!
Aunque claro que ella pudo haber sido más especifica. 

Había sido la tarde más incómoda de la vida entera. Ella no se sentía capaz de verlo a la cara, ¿qué haría si él la miraba con compasión? Se sentiría morir de vergüenza… Hinata había estado convencida de que el Naruto y Hinata que venían en el mismo paquete desde siempre serían, a partir de esa bochornosa confesión en su cuarto, Naruto… Hinata sin ningún conector de por medio, y no era algo que quería afrontar, no tenía idea cómo. 

Pero bueno, todo se había aclarado al fin. Él la había besado de nuevo, esta vez de una manera más ardiente y fugaz, y ella había tenido el valor de confesarle la verdad (esta vez asegurándose de que no hubiera la más minima posibilidad de que él –cabeza hueca- lo malentendiera… de nuevo). 

Aunque… en realidad no tenía idea de lo que pasaba por la cabeza de Naruto actualmente. 

Un sentido suspiro escapó de sus labios, echó las manos en los bolsillos del pantalón y se encorvó ligeramente mientras caminaba a casa; la inseguridad junto con un sentimiento creciente de culpabilidad azotándole el pecho. 

Sakura-chan…

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Esa noche Naruto no fue directamente a casa. 

El cuarto de Sasuke estaba pintado de algo así como un azul marino, algunas de las paredes iban en blanco. Al igual que la habitación de Hinata, estaba en la segunda planta de la casa y poseía un enorme ventanal de esos que a él tanto le gustaban -¿por qué su habitación no tenía uno? Maldita familia tacaña en la que había nacido-, y, también al igual que en la habitación de Hinata, todo estaba tan perfectamente organizado; libros perfectamente acomodados en el estante, ropa armoniosamente colgando en el ropero, zapatos puestos en par (¡en par!) sobre un taburete de madera, también –supuso- Sasuke debía tener los calcetines y calzoncillos perfectamente doblados, distribuidos por color, dentro de una de esos gabinetes que eran curiosamente parecidos al del cuarto de la Barbie que a Hinata le habían regalado cuando tenían diez años. Ahora que lo pensaba… el cuarto de su amiga podía fácilmente pasar por el cuarto de una Barbie menos rosada, menos rubia, y mucho más agradable, mientras el de Sasuke fácilmente podía ser el cuarto de Ken. No era que le gustara mucho pensar en los dos azabaches como pareja… pero que lo partiera un rayo si no era una excelente comparación. 

La cama estaba tan arreglada que le causaba una terrible ansiedad, así que Naruto se echó sobre ella con el único fin de lograr manchar –aunque fuera minimamente- con una gota de imperfección aquel mar lleno de asfixiante… perfección Uchiha.

—Entonces... —empezó Sasuke con la voz llena de la parsimonia que lo caracterizaba—lo que sea que me tienes que decir tiene que ver con tu amiga Hinata, ¿cierto? 

—¿Quién ha dicho que tengo algo que decirte a ti, teme? —alargó la mano para agarrar el cubo Rubik que, sabía, su amigo tenía siempre sobre la mesa y que él nunca podría armar correctamente. Aún así empezó a darle vueltas, esperando la siguiente intervención.

—Son las nueve y treinta de la noche. Hoy es domingo. Mañana tenemos clase —Sasuke alzó tres dedos, contando las observaciones y dándose vuelta en la silla rodatoria de su escritorio—. No hay examen. No hay partido de fútbol. Fui atacado la semana pasada porque cierto idiota supuso que rompí el corazón de cierta niña de ojos extraños. El idiota se pasa los siguientes días tratando de averiguar la identidad del verdadero culpable. Ahora el idiota está en mi cuarto—el movimiento de las ruedas se detuvo. La mirada ónix se centró en el rubio acostado boca arriba en el colchón, que jugaba de manera vergonzosa con su cubo de Rubik—. ¿Has descubierto algo y tienes la terrible necesidad de contárselo a tu mejor amigo?

Naruto odiaba esa fastidiosa manía que tenía de leer a la gente, de leerlo a él principalmente. Sasuke eran tan engreído… Y él no tenía siquiera idea de cómo había terminado en las puertas de la casa Uchiha, había caminado sin pensar. Tampoco había considerado la idea de contarle algo a Sasuke…

¿Por qué tenía que ser tan malditamente impulsivo? Era justo ese defecto suyo el que le había metido en miles de problemas hasta ahora. Joder. Suspiró. Dejó caer los brazos sobre el colchón, el cubo rodó a un lado de la cama, y centró la mirada en el techo blanco antes de hablar. —Tengo un maldito problema, Sasuke. 

—¿Y yo soy un maldito psicólogo o algo así? 

—Uno de mierda.

Los labios de Sasuke se tensaron en una sonrisa interesada. —Habla. 

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Friend Zone. (NaruHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora