Los tres mosqueteros.

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Ella definitivamente no podía concentrarse. ¿Por qué? La respuesta tenía cabello rubio y ojos azules… también parecía tener hormigas picándole el trasero, porque no se quedaba quieto un instante.

¿Cómo se supone que iba a estar atenta a clase con la persona menos tranquila del mundo sentada detrás suyo?

En verdad no podía. Naruto no paraba de hablar un instante, no paraba de reír, de susurrar, de jalar su cabello suavemente, no paraba de picarla con un lápiz, de llamarla o enviarle avioncitos de papel… Y él no sabía distinguir el momento adecuado para ninguna de esas cosas.

Suspiró.

—Naruto-kun… —se echó hacía atrás en su asiento sin dejar de mirar a Ibiki Morino, quien les repasaba nuevamente los productos notables. Él se inclinó para escuchar el suave murmullo—nos van a regañar de nuevo. Por favor, presta atención.

—Pero es que estoy aburrido ~

Hinata sintió un leve escalofrío al sentir el aliento cálido en su oído. Ella seguramente tenía un tono rosa en sus mejillas… Y hace algún tiempo que había notado que esto no era normal. Tampoco lo era esa sensación que le golpeaba el pecho cada vez que lo veía en la mañana, cada vez que él sonreía de esa manera tan magnifica y traviesa, esa sensación que vacilaba entre el dolor y el placer. Era como un "bum", una explosión que la hacía vibrar, que la incomodaba y que empezaba a gustarle.

En realidad quien le gustaba era él.

Sí, señoras y señores, Hinata Hyüga a sus catorce años de edad y mientras cursaba noveno grado aceptó que Naruto Uzumaki le gustaba. No de la manera en que le gustaba Kiba, no, esto era raro, emocionante y terrible; le gustaba Naruto como a una chica le gusta un chico.

Ella últimamente se sentía más nerviosa con su presencia, cuando los dos diamantes se fijaban en ella casi nunca podía sostener la mirada y tampoco ayudaba mucho el hecho de que él parecía no tener reverenda idea de lo que significaba espacio personal (¡estaba empezando a temblar cuando la tocaba! Era algo escalofriante). Ah, él tampoco tenía reverenda idea de los cambios internos y revoltosos que su mejor amiga estaba sufriendo.

Era de esperar, Naruto era un idiota después de todo… Eso decía la gente, claro está, la dulce, dulce Hinata no pensaría jamás algo así. Quizá podía aceptar el término tonto...

—Déjame concentrar, Naruto-kun, ¿cómo te explico luego si no me dejas atender al profesor? —le cuestionó bajito, aunque su tono de voz se tornó algo más serio.

—Cierto, estaría jodido si tú no pudieras explicarme, Hinata´ttebayó.

Estarían ambos jodidos si ella no pudiera entender.

Hinata lo oyó acomodarse en el asiento y un suspiro de alivio brotó de sus delgados labios.

Productos notables, pan comido.

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Era algo divertido si uno se ponía a pensarlo bien, porque parecía que nunca podían estar los tres juntos (Kiba, Naruto y Hinata) en la misma clase.

Ese año el turno de aislamiento fue para castaño.

Pero no fue como si se hubiesen separado, con Kiba eso parecía imposible, pero en verdad deseaba estar en un salón de clases con sus dos mejores y casi que únicos amigos de toda la vida. Tampoco estaba preocupada por el Inuzuka, ya que conocía las habilidades sociales que tenía… Sí, diablos, Kiba estaría bien.

En realidad… el que le preocupaba era otro.

Naruto se estaba volviendo un poco demasiado popular.

Estúpido futbol, pensaba con frecuencia, ¿por qué los jugadores se volvían los tipos más deseados mágicamente? ¡Qué tontería! Oh, pero es que Naruto se veía bastante sexy con el cabello rubio lamiéndole la frente por el sudor, con la mirada seria y fija en el balón mientras hacía series…

Y cuando se levantaba la camisa para limpiarse el sudor de la cara y…

Sí, bueno, nadie podría culparla por sonrojarse hasta la medula. Ah, y cuando corría a abrazarla después de un partido…

En fin, el futbol no era el problema –en realidad le daba la oportunidad de disfrutar de una bella visión-, el verdadero problema era el carácter público de este deporte. Sí, muchas veían esta faceta de Naruto… Y no todas estaban tan ciegas como para no ver lo que ella veía.

La reciente popularidad del rubio fue uno de los dos cambios que tuvieron lugar ese año.

El otro: una vieja amistad restaurada.

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Friend Zone. (NaruHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora