-Siempre viendo el lado positivo.- dijo él.-En fin, si ya calmé tu inquietud, adiós... estoy mudándome.- le dijo.

-¡Oh! ¡Te llamaré en la noche y me contarás todo!- dijo.-¡Adiós!- él se despidió y cortó.

Respiró muy aliviada luego de esa llamada y se acercó a paso rápido hasta donde estaba su amigo, se coló con cierta dificultad entre él y una chica de ojos rasgados y le sonrió al grupo. Todos la miraron con sonrisas amistosas, incluso la incluyeron fácilmente en su conversación acerca de por qué Rosebud era la mejor fraternidad femenina del campus; o así fue hasta que Henry le rodeó los hombros con un brazo y la apretó un poco contra él.

Maya nunca había pensado que eso era raro, ambos se conocían hace años y estaban acostumbrados a tocarse y a estar cerca, era fácil y natural. Pero cuando vio el pequeño cambio en las caras del grupito por primera vez sintió que Henry no debería tocarla así y se tensó, y él lo sintió porque la miró con el ceño fruncido.

-En fin...- dijo él, dirigiéndose al resto, una sonrisa brillante en sus labios.-Ha sido un placer, son muy amables; pero tenemos que irnos, gracias por la acogida.- les dijo como si en verdad no quisiera irse.

-Deberías pasarte otro día, ya sabes dónde estamos.- le sonrió una chica, estrechándole la mano.

-Claro, será genial.- dijo él.-Adiós, chicos.-

-Adiós.- les dijo Maya, sonriendo.

Atravesaron el patio y la casa, luego salieron a la calle y comenzaron a caminar hacia la siguiente fraternidad. Henry ya no la rodeaba con el brazo, pero estaba cerca y ella sólo podía preguntarse si es que acaso siempre había sido así. Porque definitivamente no se había dado cuenta hasta ese momento, cuando un ejercito de gente en rosa la miró como si fuera el siguiente objetivo a masacrar.

-Ese lugar era raro.- dijo ella, un escalofrío la recorrió.

-Era una secta.- dijo él.-Aunque eran simpáticos, lo que es más peligroso... porque son una jodida secta.- rió.

-Casi nos lavan el cerebro, me sentí adoctrinada.- dijo.-No me gustó.-

-Lo noté.- comentó, factual.-Mira, ojalá esta sea mejor.- apuntó a la siguiente gran casa.

Las puertas estaban abiertas y un banner iba de una esquina de la casa a la otra, tenía letras blancas sobre un fondo purpura, aunque habían otros colores salpicados por aquí y por allá alrededor del nombre. "La Colonia" Maya pensó que era un nombre sospechoso, pero de todas formas entró.

La casa era mucho más sencilla que la de las Rosebuds, tenía sillones oscuros y una chimenea, una mesa de billar y algunos cuadros colgaban de las paredes. Los recibió un grupito de chicos y chicos que se hallaban sentados en la entrada alrededor de un mazo de naipes, les dieron la bienvenida a la colonia y los animaron a explorar.

-Me siento como en una película.- dijo ella.

-Yo también.- asintió Henry.

El sonido de guitarras siendo rasgadas suavemente los llevó a una terraza, habían macetas con plantas verdes y flores coloridas, dos chicos tocaban sus guitarras para un grupo mientras les hablaban acerca de cómo se sentían las vibraciones en sus cuerpos. Se veían calmados y agradables, aunque extrañamente serios, como si las vibraciones fueran un tema serio.

Se sentaron en el círculo por unos minutos y escucharon. El tema central era la naturaleza, el aire y el agua, los aromas que nos recordaban momentos especiales de nuestras vidas y las vibraciones que nos hacían sentir humanos. Porque como humanos y seres que habitaban esta tierra era necesario conectarse, con él otro, con uno mismo y con la tierra. Maya escuchó atenta, hasta que tuvo la necesidad de levantar la mano.

Entre TiemposWhere stories live. Discover now