Capítulo 50: Un Extraño ladrón

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El robo de banco había fracasado, o al menos los maleantes que perpetraron el siniestro se encontraban inmovilizados y a una considerable distancia del edificio. Dentro del mismo, mientras los demás oficiales se encontraban guiando hacia la salida a los civiles que habían sido usados como rehenes, dos hombres permanecían casi inmóviles frente a la puerta de la bóveda; uno de ellos con las manos cruzadas al frente, jugando con sus pulgares, y el otro con sus manos dentro de su chaqueta azul con las siglas "D.P.D.C", del Departamento de Policía de Dark City. Los dos hombres mantenían su vista fija en los tres objetos que tenían frente a ellos: las maletas que los ladrones habían llenado con el botín. Tras un par de segundos más donde ambos permanecieron en silencio, uno de ellos volteó a ver al otro.

-¿Apagaste tu radio? –Preguntó con los ojos bastante abiertos y una expresión de susto. Su compañero solo le respondió asintiendo con la cabeza, sin despegar su vista de las maletas; el hombre que había hecho la pregunta, copió el mismo gesto de su compañero y volvió a ver al frente.

-¿Crees que se les olvidó recogerlo? –Preguntó el de la derecha.

-¿Olvidar? –Respondió el de la izquierda, encorvando la ceja y con una sonrisa torcida. ¿Crees que a unos ladrones de bancos se les olvidó... el dinero del banco?

El oficial se encogió de hombros. –No lo sé. Knight debió asustarlos... o algo así, y se les cayó. Una vez oí el caso de un sujeto que estaba tan nervioso que en vez de robar el banco se abrió una cuenta.

El otro tipo entrecerró los ojos de forma confundida al escuchar la anécdota. -...¿Eso no es de una caricatura?

-¡No lo sé! –Respondió alterado el segundo oficial. –No estoy pensando en nada ahora mismo... En nada excepto... Que quiero una nueva casa. –Dijo viendo fijamente las maletas de forma deseosa.

-Pero... Van a preguntarse dónde quedó esto ¿No? Digo, en caso de que... ya sabes... "desaparecieran misteriosamente".

-Tal vez, pero... si lo hiciéramos rápido, para cuando lo descubrieran ya estaríamos del otro lado del país.

-¿Estaríamos? –Preguntó el uniformado viendo atentamente a quien tenía al lado. -...¿Juntos?

El oficial asintió con la cabeza lentamente, manteniendo una mirada fija en su compañero. Ambos, sin darse cuenta, pues compartían miradas profundas, estaban acercando sus manos lentamente.

-Vaya, vaya. –Dijo una voz sarcástica detrás de ellos, desconcertando a los policías. – ¡Qué profesionalismo el suyo!

Los hombres vieron sorprendidos a quien estaba detrás de ellos. Se trataba de un hombre, algo distinguible por su complexión, pero poco más se podía saber del sujeto, pues portaba una extraña armadura que le tapaba todo el cuerpo: Un traje que parecía estar hecho de oro desde las botas hasta el casco, el cual era de un diseño sencillo, cuyo único adorno aparte del cinturón, igualmente hecho de oro, eran dos franjas azules brillantes que parecían ser de neón, y que iban desde la cintura hasta los visores del casco, que también eran de azul brillante. El extraño hombre tenía los brazos cruzados mientras mantenía una mirada fija, casi acusatoria, sobre los oficiales.

-¿Qué carajo? –Preguntó uno de los atónitos hombres.

-¿Qué? ¿Me vestí muy extravagante? –El hombre del traje dorado extendió los brazos para verse así mismo bajando la mirada. -Tal vez es demasiado, pero... no sé, creo que me queda bien. Resalta el color de mis ojos. –Bromeó, aunque con una voz un tanto sería.

-¿Q... quién eres?

-¿Yo? Soy el tipo que va a salvar sus carreras, amigos. –Expresó apuntando con su dedo índice a los oficiales. -¡Solo mírense! estaban así de cerca de robarse las maletas; eso está mal. –Dijo meneando la cabeza y juntando el índice y el pulgar de su mano izquierda frente a él. -Uno esperaría ese tipo de comportamiento de un criminal sin escrúpulos como yo ¿pero de un policía?... Qué vergüenza. Pero, no los culpo; de hecho lo entiendo. Es mucho dinero. ¿Cómo no terminar... tentado? Así que permítanme salvar sus almas y alejar estos objetos malignos de su vista, para que deje de provocarlos y así puedan dormir con la conciencia limpia está noche. ¿Qué les parece?

Los Guardianes de CiantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora