CAPITULO 13: UNA MAÑANA DESASTROSA

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8.1. En la escala de Richter. Esa fue la magnitud del temblor, si el epicentro hubiera sido unos cuantos kilómetros más cerca de Light City, seguramente no habría ciudad que rescatar.  La mañana fue desastrosa, aquellos de imaginación alta empezaron a conglomerarse en la catedral de la ciudad para empezar a gritar sus profecías caóticas y apocalípticas, algo que, como es de esperarse, puso nerviosa a mucha gente. Para agraviar la situación, algunas personas, no con muchos estudios hay que aclarar, empezaran a asaltar lugares por el miedo.

Cualquier líder, sobre todo los totalitarios, saben que cuando la gente se pone nerviosa, desencadena toda clase de situaciones desfavorables. Es por eso que Víctor manda a llamar a Alan Hamilton, el jefe de la unidad encargada exclusivamente de proteger al presidente de cualquier amenaza, fuerza que tiene fama, entre otras cosas, de servir como matones o sicarios de Víctor cuando éste lo considere pertinente.

Al cabo de unos pocos minutos llega Alan, un hombre de unos 45 años, estatura mediana, bien vestido, pelo rizado y castaño claro, usa unos lentes grandes y cuadrados.

-¿Me llamó, señor presidente? -pregunta Alan formalmente.

-Si. -Afirma un anciano, pero bien conservado Víctor, desde su silla, con sus manos juntas y apoyadas en su escritorio. -Me imagino que habrás sabido lo del temblor ¿No es así?

-Sí señor.

-Entonces creo que también habrás escuchado de esos salvajes que están en la ciudad destruyéndolo todo ¿no es así?

-Si, señor presidente. -Dice Alan un poco pausado.

-Bien. -Víctor pone su mano en el borde del escritorio que esta frente a él y lo usa de apoyo para dar media vuelta y quedar viendo hacia el patio de la Casa de Luz. -En ese caso quiero que te encargues de ellos, no me interesa tener mandriles paseándose por mi ciudad.

-¿Como... como quiere que lo haga? -pregunta Hamilton, casi por cortesía, pues sabe que es lo que dirá.

-De cualquier forma, aunque, como dije, son como animales, y uno no puede razonar con los animales, solo hay un lenguaje universal que incluso esos descerebrados pueden comprender.

-¿La... violencia? -pregunta Hamilton.

-El miedo. -le corrige Víctor. -pero ambas se traducen en hacer lo mismo. -Víctor gira su cabeza y le da una sonrisa cínica a Hamilton.

Alan baja la cabeza e intenta disimular su enojo. -Entiendo, señor presidente, me encargaré de inmediato.

Hamilton deja la habitación con un amargo sabor en la boca, detesta hacer esta clase de trabajos.

En otra parte de la Casa de Luz, más concretamente en un estacionamiento donde están alojadas muchas camionetas de policía y gente armada caminando de un lado a otro, un hombre de edad medianamente avanzada, con la cabeza calva y una barba punteada, se equipa con un traje antidisturbios, Mientras hace esto, un hombre llega a hablarle, se trataba de Malcolm Blake.

-Tú eres el comandante Jonathan Cheetman ¿verdad? -Dice el hombre sin siquiera saludar

-S...

Cuando el comandante se voltea para ver a nadie más que el hijo del presidente, no puede evitar retroceder un poco la cabeza de la impresión que éste le dio. Resulta ser que el ahora señor Blake consumía de vez en cuando una droga que, en una de esas, le provoco un ataque de locura que causo que se arrancara todo el pelo de la cabeza, esto incluye por supuesto, cejas y pestañas.

-...sí señor. -Terminó de decir Jonathan.

-Bien, quería preguntar: ¿Cómo va la investigación sobre este... Furtivo? -La mirada que Malcolm adoptó, producto de la inmensa cantidad de químicos que le gustaba administrarse, era penetrante, sería, pero a la vez atemorizante.

Los Guardianes de CiantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora