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No había contestado las llamadas de Remington desde aquel día, tampoco los mensajes de Instagram de Emerson. No quería hablar al respecto, no quería tener que decirle que no a alguno. Pero era algo que tendría que pasar, algún día.
Esa tarde salí de mis clases y Larissa se encontraba sentada sobre el capo de su auto, mirándome fijamente.
Sentía vergüenza de que Emerson le hubiera contado o que Remington fuera a preguntarle si sabía algo y ella tratará de averiguarlo.
Lo últimos días me había enfocado en salir un par de horas más tarde de la universidad, otras veces más temprano o simplemente cambiar de ruta, pero esta vez no había escapatoria.
—Dos semanas, dos semanas y no supe nada de tí. ¿Siquiera te importamos? —preguntó herida mientras apuntaba a mi pecho.
—Yo... No lo sé —susurre dejando caer mi mochila al suelo—. Te debo una disculpa...
—A mi no, a ellos —contestó apuntando a su auto donde en los asientos de atrás se encontraban Remington y Emerson, claramente molestos el uno con el otro. Incómodos pero juntos atados por los cinturones.
De inmediato gire mi mirada a ella. —No me hagas eso —suplique.
—No, primero hablaras conmigo. Quiero entender este manicomio.
( . . . )
—Faltaste a la fiesta de Sebastian —habló ella—. Nada salió mal, pero ellos dependían de tí.
—Lo sé, y lo lamento otra vez.
—Tus disculpas no son suficientes. ¿Que sucedió? Ellos no se hablan desde que te vi dejando a Sebastián en mi casa.
Bajé la cabeza, ¿Que más podría decirle?
—Pasé la noche en la casa de Remington —susurré, avergonzada.
Ella ladeó la cabeza, sacando un cigarrillo de su chaqueta. —¿Fumas?
—No, pero gracias —contesté.
Encendió el cigarrillo y le dió una profunda calada. Yo, solamente pude respirar profundamente para intentar recordar con exactitud lo que había pasado esa noche, posiblemente ella me ayudaría.
—¿Pasaste la noche con Remington? —preguntó, aún que a mí parecer era más una pregunta retórica a qué en realidad dudará de ello.
—S-Solo quise dejarlo en su casa, pero me invitó una copa y no pude negarme. Después se vinieron más y termine en un estado adormecido. Le dije que me gustaba, le dije que Emerson me había besado...
—Genial, no pensé que pudieras llegar a hacer tremendas estupideces. Tienes a dos niños ahí sentados detestando al otro por qué te quedaras con uno al final.
