81. Piezas similares de un puzzle

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Vuelvo a la cama con el objeto en mis manos y me siento, perdida y con los ojos prestando atención en demasía a lo que Liam no esperaba que yo viera, supongo.

Todo a mi alrededor se vuelve eco e incluso olvido que él me dejó una tarea antes de irse, porque no le pongo mucha atención a nada por varios minutos, hasta que la puerta se abre y giro para verlo con una bandeja en sus manos.

—Traje los platos para el pastel de una vez —informa, cerrando la puerta con su pie porque lleva las manos ocupadas—. ¿Conseguiste la... —se interrumpe y sonríe con un poco de vergüenza al ver mis manos—. Lo viste ya, se supone que aún no debías.

—Me dibujaste —digo en un hilo de voz.

Liam deja la bandeja con la comida sobre la cómoda y rodea la cama para acercarse y sentarse a mi lado, limpia mis lágrimas, suspira y luego asiente.

—No es la primera vez que lo hago. Este es el último, lo terminé anoche... bueno, en la madrugada... ¿Te gusta?

—Es precioso —admito, regresando mi atención al dibujo.

—Tú lo eres, esto es solo una copia inexacta de una foto tuya. Ya la magia la llevas tú —asevera, levantando mi mentón para que lo vea a la cara—. No tienes idea de lo mucho que me gusta esa foto —confiesa, refiriéndose a la imagen que usó de base, que no es otra que la que me hicieron en el Coliseo el año pasado, esa misma que él dejó como fondo de pantalla cuando tuvo mi celular en su posesión.

En el lienzo, se encuentra plasmado cada detalle que compone la foto original. En ambas versiones me veo con el cabello suelto y largo hasta la cadera. Ese día llevaba un vestido holgado de color amarillo y en mis manos sostenía una orquídea que mi abuela había comprado para plantarla. Mi figura está casi de espaldas, porque en ese instante caminaba de frente hacia la entrada de la arquitectura, hasta que Rugge gritó mi nombre, yo giré levemente mi torso para verlo y él aprovechó para capturar el momento en esa posición desprevenida en la que casualmente sonreí.

Esa había sido su intención, y la foto resultó muy bonita.

Mi cabello quedó ondeando en el aire gracias al movimiento e incluso esos detalles Liam supo plasmar a la perfección, dándole un acabo pulcro a esa figura en blanco y negro, donde se encuentran, además, los árboles y flores que se esparcían en el perceptible camino.

—También la tengo coloreada, pero me gustan más en esta versión a grafito —informa tranquilo, y eso es lo que que menos puede conservar mi corazón: la tranquilidad.

Le pido que me muestre el resto y él, con aprobio, se levanta para buscar en su biblioteca un libro de dibujo medianamente grande que no está del todo lleno, porque desde la página uno hasta la dieciséis, además de encontrarse su estilizada y diminuta firma que marca LBonetti en cada pliego junto a una línea que lo divide de la fecha de elaboración, hay dibujos en los que solo me encuentro yo en diferentes escenarios, posiciones y con variedad de vestimentas. Son figuras coloreadas o en grafito, en blanco y negro, que surgieron de fotos que en su mayoría él mismo me ha hecho, incluso tiene algunas de las cuales desconocía su existencia, y eso solo me hace sonreír más.

Este hombre me quiere matar.

—También dibujaste las del picnic —formulo con nerviosismo antes de mirarlo—. ¿No hay una en la que estemos juntos?

—Solo una, al final del libro —indica, y me salto con rapidez hacia la última página—. No me gusta dibujarme a mí, pero me arriesgué una vez para vernos también en blanco y negro.

—Eres lindo también en blanco y negro —le hago saber, admirando con fascinación el resultado de su arte.

Liam ríe, y yo mantengo la mirada en el papel.

Canela ©Where stories live. Discover now