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Típico. La chica nueva que se ha transferido a un nuevo instituto justo en su último año.

Parecía algún chiste malo. Pero bueno, mi vida y la de mi familia parecían ser un chiste malo desde mediados del año pasado. Mi padre y mi tío trataban de sobrellevarlo, pero definitivamente, la bancarrota no tiene ningún aspecto positivo del qué agarrarse. Por el contrario, hace que quieras tirarlo todo y desaparecer.

Pero ellos no. En vez de darse por vencidos de una vez por todas y comenzar a buscar un nuevo empleo, seguían fieles a la idea de levantar la empresa otra vez. Una idea esperanzadora, pero poco realista. Si hablamos claro, las empresas de entretenimiento son muy numerosas en nuestra querida República de Corea, así que el hecho de que una colapsara, no sería nada relevante para el resto.

Y digo para el resto porque, por supuesto, ese era el sustento de mi familia. ¿De qué íbamos a vivir? Ni idea. Papá estaba haciendo malabares con las finanzas mientras mi tío se mataba por encontrar nuevos talentos que nos sacaran a todos de la quiebra. Pero vamos, es más fácil decirlo que hacerlo.

Por eso no me quejé cuando mis padres se vieron obligados a prescindir de mi educación privada y de nuestro lujoso departamento en el centro de Seocho-gu. Tampoco era como si fuese a extrañar ese colegio de figurines, pero el hecho de asistir a una escuela pública, y como la estudiante transferida en su último curso de secundaria, no me hacía gran ilusión tampoco.

– Cambia esa cara, Seol. Verás que te irá bien.

Escuché a mi madre hablar a mi lado y solo suspiré sin apartar la vista de la edificación de tres plantas y los cientos de estudiantes que se apresuraban adentro.

– Tampoco es como si me hubiese ido bien el Daeshi-hak. – respondí más para mí misma que para ella

– Debes enfocarte en los estudios, Seol. No puedes seguir así.

– Mmm.

– ¿Mmm? ¿Eso es todo? – preguntó anonadada – ¡Deja esa actitud de "no me importa el mundo" y céntrate! Estando en esta situación, por lo menos deberías estudiar bien para luego conseguir un buen trabajo. Deberías agradecer que tu padre no ha tocado tu fondo universitario. ¡Al menos hazlo sentir orgulloso!

Orgullo. Sí.

¿Sabían que en Corea hay un promedio de treinta y seis suicidios al día? Bueno, les cuento que la mayoría son debido a la presión social. Los estudios, la familia, el trabajo, la belleza. Bravo. ¡Sigamos educando robots!

No me malentiendan. Mi intención no es, ni nunca fue, ser la chica rebelde. Por mucho que otros dijeran que solo estaba posando o tratando de ser el centro de atención, no era para nada así. ¿Por qué todos piensan que alguien que no quiere vivir como se le ordena, desea ser el centro de atención? Simplemente disfrutaba de la vida.

Por mucho que quería, no podía pasar horas encerrada en mi habitación leyendo sobre la demografía mundial o sobre Pitágoras. A mí no me interesaba saber cuántas personas habitaban en China, ni cómo calcular derivadas.

Lo siento por no ser buena estudiante, mamá.

– Vale.

Me volteé para agarrar la mochila del asiento trasero y coloqué un mechón de cabello que me estorbaba detrás de mi oreja.

– Nos vemos en la tarde. – volví a decir bajito y abrí la puerta del coche mientras escuchaba a mi madre suspirar por vigésima vez en lo poco que llevábamos de mañana

– ¿En serio, Seol? – preguntó cuando puse un pie en la acera y giré la cabeza para observar su expresión cansada – ¿No obtuviste suficientes amonestaciones en el colegio por esas zapatillas? Compré unas blancas para ti. El rojo llama mucho la atención.

Moonchild [K.NJ]Where stories live. Discover now