CAPITULO I

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— ¡Hayyyy! ¡Para! ¡No lo hare de nuevo! ¡Por favor! ¡Hayyyyyyyyyy! – gritaba Demian. Había intentado meter sobre mano entre sus nalgas desnudas y la fuerte palma de Ángel, pero eso no había hecho más que molestar más a su padre, quien ahora estaba concentrado en azotar la parte baja de sus nalgas. El lugar donde más dolían.

— Ya hemos tenido muchas veces esta conversación. – PLASS PLASS PLASS — ¡Las armas no son para jugar! – PLASS PLASS PLASS — ¡Pudiste cortarte el brazo! – Le grito.

Lo que había pasado, es que unos minutos antes, Demian había tenido la brillante idea de bajar a la armería para tomar una de las katanas y juguetear con ella por todo el lugar.

Cuando Ángel bajo, lo encontró dándole vueltas a la afilada hoja alrededor de su brazo izquierdo. Una cosa que ya había hecho antes, y que tenía advertida de no hacer más, pues era demasiado peligroso. Pero además de desobedecer, el chico había tenido la osadía de decirle que se metiera en sus asuntos y lo dejara en paz. Así que Ángel no se hizo esperar, lo tomo del brazo, se sentó en la silla de madera de la esquina, le bajo los pantalones y calzoncillos de un tirón, y lo puso sobre su regazo. Descargando desde entonces una merecida tanda de nalgadas.

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— ¡Papá! ¡Lo siento, papá! ¡Por favor para! ¡Papá, por favor! – seguía rogando Demian. Aun no creía que el asunto fuera para tanto, solo era una espada. No entendía porque su padre estaba siendo tan severo en ello. Pero en ese punto, estaba dispuesto a hacer lo que fuera para hacerlo parar.

— ¡No quiero volver a ver que si quiera te acerques a ese sable! – PLASS PLASS PLASS – ¡O te juro mi cepillo se tomara un tiempo con tu trasero! – dijo.

Demian se puso tenso. Ángel solo le había dado un par de cepillazos en el pasado, y había sido sobre sus calzoncillos, pero aun así había dolido mucho. As que no quería ni imaginarse como seria ser castigado con ese instrumento de tortura, sobre su trasero desnudo. — ¡Nooo! ¡Lo juroooo! ¡No la tocare de nuevoo!

— Más te vale, hijo. Más te vale.

Y Ángel se concentró en darle las últimas diez nalgadas. Serian cinco en cada nalga, con fuerza moderada para su resistencia sobrenatural.

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Ángel dejo de azotar el trasero del chico y deposito su mano sobre su espalda, para masajearlo y hacerle saber que todo estaba bien. Demian no estaba llorando pero aun así, Ángel sabía que reconfortarlo era importante.

— Esta bien, hijo. Ya puedes levantarte. – dijo Ángel, y lo ayudo a ponerse de nuevo en posición erguida. Demian subió su ropa con un rápido movimiento, pero dejo una mano bajo sus calzoncillos. Para consolar a su pobre trasero adolorido. Con la otra se limpió las pocas lágrimas que escurrían bajos sus ojos.

— Snif Snif. Lo siento.

— Lo sé y ya fuiste castigado por eso. – dijo Ángel, se levantó de la silla y le puso las manos sobre los hombros. – No me gusta tener que hacer esto, Demian. Pero conoces las reglas, así que sea la última vez ¿si?

— Si, lo prometo papá. – dijo Demian, haciendo pucheritos.

 Ángel lo atrajo un poco hacia él, y le dio un beso en la frente.

— Si quieres sube un rato a tu cuarto a descansar.

— ¿Y el entrenamiento? – pregunto en pánico. Ángel había amenazado ya varias veces con cancelar su sesiones si seguía tocando las armas de manera irresponsable. De verdad esperaba que no fuese a cumplir su palabra.

ANGEL & DEMIAN 3: LA VENGANZA DE GREYSTOKEWhere stories live. Discover now