CAPITULO XX

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A fuera de la casa, Adrián no había dejado de caminar de un lado a otro, esperando ver alguna señal que lo llevara al interior de la casa para apoyar a sus amigos. Sin embargo, no estuvo preparado para cuando la ráfaga de aire frio (provocada por la velocidad vampírica) le recorrió toda la espalda y mucho menos, para encontrar a sus amigos ahí, sangrando y heridos.

— ¡Corre! ¡Viene tras nosotros! – indico Ángel, y sin darle oportunidad de decir nada más, volvió a desaparecer en el viento. Adrián parpadeo un segundo antes de que su cerebro procesara lo que estaba pasando, entonces comenzó a correr de vuelta por donde llegaron. Salto ágilmente sobre troncos y charcos de lodo para ahorrar tiempo, sin querer mirar atrás en busca de quienes les perseguían.

— ¡Arggg! ¡Arggg! – gritaba Demian, pues aun con todos los intentos de Ángel para recostarlo sobre su regazo sin producirle dolor, había sido inevitable.

Adrián entro entonces a la patrulla y miro directamente al chico, tratando de averiguar qué es lo que aquel malnacido vampiro había hecho con él.

— ¡Conduce! ¡Conduce ya! – exclamo Ángel al ver que su amigo no reaccionaba.

— ¿Qué fue lo que le hizo? – exigió saber Adrián, pero finalmente poniendo el auto en marcha.

Ángel miro de vuelta a su pequeño, tenía los ojos cerrados pero aun así, el resto de su cara una verdadera expresión de dolor. — No—o lo sé. – murmuro, y era cierto, aun que podía oler la sangre proveniente de la espalda de Demian, la chaqueta que llevaba puesta le impedía mirar que le habían hecho. Podía haber sido mordido, o apuñalado, no lo sabía.

Así que Adrián condujo lo más rápido y cuidadosamente posible que pudo (evitando baches inesperados para no provocar saltos) para no lastimar aún más al chico. Había tenido la idea de ir directamente al hospital, pero tan pronto lo pensó se dio cuenta de que no era una opción. Ellos no podrían explicar por qué un niño estaba golpeado y posiblemente apuñalado en la espalda y él no tenía cabeza para inventar ninguna excusa. No en ese momento, así que fueron de vuelta a casa de Ángel. Este tomo al chico entre sus brazos de vuelta y corrió dentro con él, llevándolo a su habitación para depositarlo cuidadosamente, y de frente, sobre la cama.

— ¡Auuu! ¡Argg! – seguía chillando el niño, pero esta vez encontró consuelo en apretar el edredón de la cama con sus puños.

— Tranquilo, hijo. Shsh, tranquilo. Papá está aquí. Voy a. . . – las manos de Ángel temblaban debido a los nervios que sentía de ver a su pequeño con tanto dolor, pero aun así, se las arregló para retirarle la chaqueta a su hijo y entonces contemplar el verdadero horror. La camisa blanca de su hijo estaba completamente rota, exponiendo a la vista la carne cortada y mallugada de su espalda. Ángel cerró los ojos un momento, conteniendo las ganas de gritar desesperado por lo que ese monstruo había hecho con su hijo y lo sabía porque el mismo había recibido los golpes del látigo alguna vez.

— Oh por Dios. – murmuro Adrián al llegar y contemplar las heridas por su cuenta.

— Necesito. . . – la garganta de Ángel se cerró debido a la tristeza y el enfado. Pero supo que debía ser fuerte por su hijo. Como su madre había sido por él cuando su padre lo golpeaba de la misma manera. Así que se esforzó. — Necesito limpiar las heridas, yo. . . Necesito agua caliente y toallas. . .

Adrián también entendió que debía ayudar.

— Enseguida. – dijo y salió corriendo en busca de las cosas.

Ángel suspiro, esforzando por recordar todo lo que su madre siempre hacia cuando le curaba. Habían pasado más de 200 años desde entonces pero aun cuando pasaran 1000, él jamás olvidaría el dolor que el látigo provocaba, jamás. Entonces volvió a mirar la espalda del chico, contando por lo menos 12 laceraciones de diferentes tamaños ahí.

ANGEL & DEMIAN 3: LA VENGANZA DE GREYSTOKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora