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—Esos inútiles no la han traído — mira a su sirviente y asiente para pasar a la fase 2 de su plan.

—¿Señor, cree qué lo logremos? —temeroso se atrevió a ver a su amo quien tenía una expresión sombría.

—¿Dudas? Esa niña tiene que estar aquí antes de mañana o estaremos acabados —

—Señor su grandeza y inteligencia son grandes — dijo poniéndose de rodillas.

—Esa niña no debe ser coronada—

(...)

Es tradición ir al pueblo humano dos días antes de su coronación, jamás había visto el pueblo solo a los humanos ir a su pueblo pero no sabía que hacer una vez estuviera ahí.

Desmond tomó su mano para ayudarla a bajar de su corcel, los cinco caminaban por el pueblo humano, la princesa miraba las maravillas de ese mundo mientras sus amigos vigilaban los alrededores.

No sabía que el pueblo humano era tan magnífico —dijo con una sonrisa.

—Escoge lo que quieras, Heros invitará hoy ¿verdad? — el recién nombrado dio una mirada de odio  a su amigo para maldecirlo en voz baja.

Connor apareció con una canasta de botellas con algo raro en su interior, sus amigos sonrieron cómplices mientras Adelaide no entendía nada pero esa cosa los hacía felices.

¿Qué es eso? — los cuatro sonrieron con malicia, parecía que todos sabían el chiste menos ella.

—¿oh, esto? —dijo Connor moviendo la botella frente a ella. —Lo usan los humanos para brindar, esta cosa los hechiza para ponerlos felices, aún no sabemos cómo funciona pero lo averiguaremos más tarde —

Esa cosa parecía jugó de algunas frutas, no entendía como era tan interesante un jugo.
Al final decidió que quería probar junto con ellos lo que pasaba al tomarlo.

La princesa se sentía incomoda, al pasar frente a los pueblerinos ellos sólo la miraban sorprendidos pues se decía que la princesa de la montaña era de gran belleza y sus dones eran una bendición para el mundo, estaban fascinados de poder ver a la diosa de la montaña nevada.

Esa joven es la princesa de la montaña nevada— susurraban pero lo que más llamaba su atención eran los ojos.

—Se dice que quien la ve a los ojos tendrá salud y amor eterno de quienes  lo rodean —

Al escuchar sus comentarios los cinco reían silenciosamente, Uriel se poso a su lado para molestarla un poco, había un comentario que quería saber si era verdad. Se decía que quien hiciera enfurecer a la señora de la montaña haría que sus tierras rugieran.

¿Puedes creer que todos admiran tus ojos? Algunos dicen que si los miran tienes salud y amor, otros dicen que ven su peor pesadilla en ellos— Adelaide comenzaba a cambiar de humor, sus ojos no tenían nada que ver.

—No haré daño a nadie, mis ojos no pueden hacer eso— dijo agachando su cabeza.

—Averigüemoslo —tomando su rostro entre sus manos la acercó a su cara para observar sus ojos.

¿Por qué no miras los míos Uriel– dijo Desmond tomándolo del rostro.

— Yo... Paso, todos sabemos lo temible que eres aún sin mirarte a los ojos— dijo mientras lo recorría un escalofrío.

—¿Desmond peligroso? —Heros se hecho a reír mientras Desmond lo miraba mal.— simplemente no puede matar a una mosca.

Ambos se acercaron peligrosamente — Probemos entonces, querido Heros —

Adelaide comenzó a reír, sus amigos siempre se ponían retos y sabían el uno del otro sus metas y hasta donde eran capaces de llegar.
Heros y Desmond no sabían el motivo de su risa y ambos se unieron contra ella.

Está vez no pueden hacer nada respeten a su futura reina—

—Aún si eres reina no te salvarás de nosotros nunca—

—U... Uriel, Connor ustedes son mis otros caballeros, ayúdenme —

—Yo creo que el entrenamiento que te dimos basta— Ambos disfrutaban verla sufrir y ella lo sabia.

Estaba por decir algo más cuando observo una figura conocida en uno de los puestos.

—¿Ocurre algo? — Desmond estaba frente a ella tratando de averiguar su preocupación.

—Si estoy bien— forzó una sonrisa para que no se percataron pero fue en vano, la conocían muy bien.

—Ahora vengo, no me tardo— terminar con su problema era todo lo que quería.

Tomo el camino por donde había visto la sobra pasar pero se percató de que no había nada ahí.

—¿Estas perdida? — una voz burlesca resonó en cada rincón de la calle donde estaba.

—Will deja de jugar, ¿a que has venido? — el hombre calló frente a ella haciéndola retroceder.

—Ya te lo dije, quiero tus dones—

—Creo que fui bastante clara la última vez, no! — el hombre sonrió.

—Al igual que yo, llevensela —

Tan pronto pronunció las palabras, varias sombras salieron de su escondite para comenzar a arrastrarla, Adelaide uso sus dones para deshacerse de las sombras pero al poco tiempo volvieron a sostenerla, solo tenía una oportunidad de salir de ahí, alzó su mano al cielo y lanzó una esfera de luz, sus caballeros al ver la señal corrieron lo más rápido posible mientras su amiga luchaba para ganar tiempo.

Volviste a hacerlo— suspiro para verla —Joder eres una mocosa desobediente.

Al ver a los caballeros tomó a la princesa frente a él para evitar que se acercaran más.

—¿Quién eres? —

—Mi nombre es Will, veo que ustedes son los responsables de que mis secuaces no hayan traído a la chica conmigo—

—Parece que los somos, al igual que ellos tú tampoco te la llevaras — will solo se dedico a sonreír.

—¿No lo entienden?, Ustedes ya perdieron —

—Mientras sigas luchando, aún no has perdido, así que devuélvemela. —

—Eso es muy tierno de tu parte— noto en sus ojos el cariño y aprecio que le tenía a la chica—No me digas, ¿te enamoraste de ella? - comenzó a reír a carcajadas.

—Niño su familia está maldita, no te recomiendo que te involucres con alguien así —

Adelaide frunció el sueño, su familia no está maldita, solo hay personas malas que quieren lo que no pueden tener, al no poder hablar gracias a la mano que le impedía hablar y comenzaba a dejarla sin aire al punto que comenzó a retorcerce para poder respirar.

—! Sueltala, ya! —

—Idiota, pequeños mocosos como tú no pueden ordenar a sus superiores —

—Alguien que ya perdió una vez no se puede llamar mi superior, de ser así te tendríamos respeto pero no lo mereces—

Lo que había dicho basto para que el hombre se enfuereciera y cerrará más la posibilidad de respirar a Adelaide, trató de mantenerse despierta pero pronto la oscuridad comenzó a arrastrarla. Desmond intentó alcanzarlos pero el hombre desapareció con ella.

No pudo protegerla, ni llegar a ella a tiempo, se sentía miserable por no poder hacer nada por ella, sus compañeros estaban igual que él.

—Vamos, tenemos que encontrarla a como de lugar, no dejaré de buscarla aún si tengo que vender mi alma. — los tres asintieron para comenzar la búsqueda.

Debajo de un árbol de espinas, me enamoréWhere stories live. Discover now