uno

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I. Está aquí.

El día de hoy me encontraba con los nervios de punta y la impresora que amenazaba con descomponerse, la verdad no me estaba ayudando para nada. La editorial dónde trabajo actualmente, está perdiendo ingresos y los números están bajando en picada. Malas noticias para los trabajadores.

La semana pasada anunciaron que por falta de presupuesto estarían obligados a hacer un recorte de personal. Eso hizo que todos nos asustáramos, yo realmente necesitaba este empleo y hace poco menos de tres meses lo conseguí. Estaba aterrada con la idea de que pudiesen despedirme, quería hacer las cosas bien, pero todo estaba saliendo al revés.

Tomé la pila de papeles que logré imprimir, sabiendo que faltaban más de la mitad y salí del cuarto de impresiones en dirección a mi escritorio para acomodar las hojas en sus respectivas carpetas.

—¿A qué hora llegará?— pregunté a Rachel mientras me sentaba en mi silla, dejando los papeles a un lado de mi escritorio, comenzando con mi tarea asignada.

Rachel era mi compañera de trabajo, ambas trabajamos en la sección de recursos humanos y administración. Básicamente sabíamos de números, pero ella era superior a mí en eso. Ella era más de administración.

Sus ojos celestes se despegaron del monitor en el que trabajaba y me miraron unas milésimas de segundos. Luego observó su reloj de mano y su expresión reflejó absoluta preocupación al volver a mirar la pantalla de la computadora.

—Ya debería estar aquí— contuve la respiración por inercia y sentí mis músculos tensarse —¡Y esta maldita cosa no carga los datos!— ella estaba tan alterada como todos en la planta, nadie quería perder su trabajo.

Hoy habría una junta directiva y eso significaba que vendría el superior. El jefe.

¡Mierda! Estos papeles ya deberían estar listos y colocados en la mesa de la sala de juntas, pero la estúpida impresora me dificultó las cosas. Por favor, Dios, si en verdad existes ayúdame con esto.

Tomé los papeles, abrochándolos entre sí, para ponerlos en sus respectivas carpetas ordenados. Trataba de hacerlo lo más rápido que podía, para poder terminar antes de que él llegara y se llevará una mal impresión de mí. No lo conocía, literalmente soy nueva aquí y no conozco ni a la mitad de los que trabajan en el edificio, pero todos hablaban del superior de una forma súper respetuosa. Era obvio que yo no quería darle motivos para despedirme, pero él ya tenía un punto a su favor. Mi tardanza.

—¿Dónde hay otra impresora?— aún me faltaban varios registros demasiado importantes, que debían estar junto a esas carpetas. Rachel no me miró, estaba concentrada en sus barras numéricas.

—En el séptimo piso— habló de pronto y no esperé más tiempo para dirigirme hacia allá.

Debía darme prisa. Mis tacones resonaron por los pasillos hasta que subí al ascensor y marqué el piso siete.

Para mí suerte nadie estaba ocupando la máquina y funcionaba de maravilla. En pocos minutos pude volver a mi respectivo espacio de trabajo y seguir con mi tarea. Acomodé todo como debía, después de dar una última mirada por si había cometido algún error. Todo en orden. Suspiré aliviada al tener los papeles listos, ahora solo debía llevarlos a...

—¡Está aquí, ya está aquí!— una morena gritó alertando a todos en la planta, mi corazón se hizo del tamaño de una pasa.

Me levanté de mi asiento con las carpetas en mis manos con torpeza y corriendo fui al ascensor nuevamente. Maldiciendo mi estúpida falda que no me permitía ir más rápido. Subí al cubo metálico dónde habían unas tres personas que no conocía y tampoco me detuve a observar, mi cabeza contaba con muchas preocupaciones en este momento.

La puerta se abrió dejando ver el décimo quinto piso y yo no tardé en salir disparada buscando la sala de juntas, rogando que ninguno de los directivos se encontraran en esta. Sería un escándalo que llegara a ordenar la sala fuera del tiempo correspondiente. En efecto, estaba vacía.

Dios, si esto es obra tuya, prometo no pecar por el resto de mi vida.

Repartí las carpetas en cada uno de los lugares asignados por las sillas que rodeaban la mesa rectangular. Al terminar observe conforme con mi trabajo y decidí contar las carpetas por tercera vez en el día.

Veintiuno, veintidos, veintitrés...

¡Rayos! Debían haber veinticuatro carpetas. ¿Acaso todo iba a salir mal hoy? ¿Ahora dónde podría estar?

Traté de pensar y rebuscar en mi cabeza, obligándola a que me diera una pista. "Mi escritorio" ¡Pero claro!

Saqué mi teléfono desesperadamente y teclee el número telefónico de Rachel. El tiemble sonaba y sonaba. ¡Diablos, Rachel! Quizás tenía su teléfono en silencio y por eso no contestaba. No me rendí, marqué una vez más y al segundo pitido, ella atendió.

—¿Hola?— escuché su voz del otro lado de la línea. Música para mis oídos.

—Rach, ¿Acaso dejé alguna carpeta azul en mi escritorio? Me falta una y no sé en donde está— hablé tan rápido como pude, para no perder ni un segundo de más.

—Sí, aquí hay una. Te la alcanzaría pero... — dejó su frase en el aire. Era de entender, ella estaba tan ocupada como yo.

—¡Carajo!— golpeé la suela de mi zapato en el piso alfombrado. Quería darme en la cabeza con algo— Descuida, yo... voy para allá— no quería comprometerla por un error mío, pues a veces soy muy despistada e inútil y otras veces, también lo soy, ¿Para qué mentir?

Colgué la llamada y me di la vuelta para salir de la sala. Pero paré en seco al ver un hombre recargado en el marco de la puerta, mirando atento la escena. ¿Cuánto tiempo lleva ahí?

Su ceño estaba fruncido, como si estuviese desaprobando algo. Él en serio era alguien intimidante.

—¿Sabes que no puedes usar el teléfono en horario laboral?— su tono de voz fue duro, al igual que su semblante.

No respondí, él en cierto punto tenía razón, pero la situación lo ameritaba, fue por una emergencia. Además, ¿El nunca lo había hecho? Por favor, no tenía por qué darle explicaciones.

Negué rápidamente, recordando la carpeta faltante. Este hombre me estaba haciendo perder el tiempo, el cuál no tenía. Pensé en ignorarlo y simplemente irme de ahí, pero su actitud de superioridad chocó con mi poca paciencia.

—No es asunto tuyo— respondí casi sin pensar mis palabras y cuando logré hacerlo, no me arrepentí de nada, sin más, con la cabeza en alto lo rodeé para poder salir de la habitación.

Necesitaba esa jodida carpeta ahora mismo, antes de que llegara el jefe y no tenía ánimos para aguantar sermones de nadie.

Les traigo el primer capítulo, súper feliz. Gracias a las que estuvieron esperando esta historia, espero les guste lo que escribo y se queden conmigo a lo largo de esta fic.

Las loveo <33

hush | h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora