Prólogo

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La oncología se define como la rama de la medicina que estudia y trata los neoplasias, con mayor atención a tumores malignos mejor conocidos como cáncer.

Si, esa puede ser la definición técnica de la oncología, sólo estudia, trata y cura. Pero los oncólogos hacemos más que eso.

Un buen oncólogo siente con su paciente, lo conoce y lo hace parte de su vida, entiende su situación, la hace suya y hace todo lo posible para evitar el dolor de este, aunque todo lo anterior lo hace sin convertirlo en algo personal, porque siempre se debe tener claro que no siempre se puede salvar una vida aunque se haga todo lo que está a su alcance.

Un oncólogo sabe que su trabajo es salvar vidas, pero cuando no puede hacerlo, sabe que su trabajo es dar calidad de vida.

Antes de salir de la preparatoria me pregunté a mí misma mil veces qué era lo que quería hacer con vida, consideré muchas carreras diferentes que me llenaban el alma de alegría, pero ninguna hacía latir mi corazón como la medicina; y aún, tras años de estudios y experiencias, sigue siendo igual.

¿Por qué estudiar medicina?

Todos los doctores nos hicimos esa pregunta en algún momento. Mi respuesta siempre ha sido igual: amo poder ayudar a las personas, ver la felicidad en su rostro cuando todo sale bien o poder apoyarlas al darles una mala noticia, pero el solo hecho de saber que estoy haciendo algo por alguien más, me llena el alma.

¿Por qué especializarme en oncología?

Es bueno ayudar a personas y curar enfermedades pequeñas, pero nada se compara con la felicidad que muestran los pacientes de oncología cuando les dices que esa enfermedad horrible con la que han estado luchando durante tanto tiempo se ha ido.

Mi abuela murió de cáncer cuando yo era una niña y no pude hacer nada para salvarla, pero ahora puedo hacerlo por muchas abuelas, madres, tías, hermanas, hijas, padres, abuelos, tíos, hijos y más. Puedo salvar vidas y esta vez sí está en mis manos, por eso mis pacientes son mi prioridad; ayudo a las personas y eso es lo que me hace feliz y sentir orgullosa de poder decir "soy oncóloga".

Los pacientes forman parte de nuestro día a día y aunque esté prohibido, siempre nos convertimos en sus amigos más cercanos, sus confidentes y quienes son su mayor esperanza.

Siempre me consideré muy cercana a los pacientes, sus historias me conmovían y no podía evitar ser más que su doctora, pero nunca nada se había salido de control como con ese paciente.

Habitación B-115, paciente masculino de 28 años de edad con cáncer pulmonar en estadio IIIA.

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