Capítulo 13: Cumpleaños

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—Y si, todo eso pasó Carmen.

La señora pálida y con grandes ojeras me observa con una mueca de asombro ante todo lo que le acabo de decir. Nos estamos desatrasando de todo lo que no le he podido decir esta semana y al parecer la he dejado sin palabras con todo el tema de Aiden.

—Ese chico te atrapó —. Suelto una carcajada ante esa idea de Carmen.

—Estás loca, si que lo estás.

—Muy loca y todo pero al parecer conozco tus sentimientos más que tú misma, doctora pero bien tonta.

—¡Carmen! —la riño suavemente.

—Sabes que tengo razón —ambas reimos y nos quedamos hablando unos cuantos minutos donde ella no deja de repetirme que estoy a los pies de Aiden y está bien, acepto que me gusta un poco pero no tanto como Carmen dice.

—Por cierto, feliz cumpleaños doctora —se estira un poco y toma una pequeña caja que hay en la mesa donde están sus medicinas.

—No tenías que molestarte.

—Tonterias, es con mucho amor.

Abro la pequeña caja y casi siento ganas de llorar. Es un pequeño amuleto, una pulsera que tiene una medalla en forma de flor que atrás tiene escrito mi nombre junto a un bello "Para la mejor doctora".

—Oh, Carmen —pongo todo mi esfuerzo en contener las lágrimas y le doy un fuerte abrazo—. Muchas gracias, es hermoso, no tengo palabras.

—Te lo mereces, eres la mejor doctora del universo y haces todo tan bien. Me gustaría poder estar más tiempo para seguir viéndote triunfar al igual que a mis hijos pero no creo que sea posible, sólo espero que cuando seas la oncóloga más reconocida del mundo te acuerdes de esta pobre paciente que llegó a considerarte como su hija.

No puedo contener más las lágrimas y las dejo salir. Esto suena a despedida y sé que lo hace porque cada día se siente peor y más débil. Quisiera poder hacer algo más por ella pero sólo le causaría más sufrimiento, incomodidad y ni quiera serviría de algo. 

No sé cómo, pero Carmen se ha convertido como ella misma lo dijo, en lo más parecido que tengo a una buena madre. Ella confía en mí, en mi carrera y en mi trabajo, me apoya, me escucha, me da consejos, y aunque no me debí dejar afectar por ella, no sé qué haré cuando no esté. Como lo dije antes, hay pacientes que simplemente se meten en tu vida, la cambian y es imposible no relacionarse o encariñarse con ellos, porque sin razón aparente llegan a enseñarte cosas que jamás olvidarás.

—No llores, bonita. Ve a seguir con tu trabajo, que seguro tienes muchas vidas que salvar.

Le agradezco una vez más por el regalo y le doy otro abrazo. Limpio mis lágrimas y salgo a seguir con las rondas.

Más tarde recibo una llamada de Eider felicitándome y pidiéndome que vaya con ella y mis padres a cenar por mi cumpleaños, pero como no quiero otra pelea rechazo la oferta diciendo que tengo trabajo. Luego de un rato estoy un poco arrepentida de no haber aceptado porque hace tiempo no veo a mi padre y aunque casi no hablamos, sigue siendo mi padre.

Cuando al fin me estoy dirigiendo al cuarto de descanso me choco con Camille.

—Lo siento —dice y parece muy distraída como para notar que soy yo.

—Doctora Anel —dicen a mis espaldas haciendo que Camille al fin me mire y me dé una gran sonrisa.

Volteo a ver quién me ha llamado encontrándome con el doctor Collins, quien he decidido no me agrada mucho desde el día que me preguntó qué tenía con Aiden.

Sigue RespirandoWhere stories live. Discover now