77. Te quiero conmigo

Start bij het begin
                                    

—¿Segura que no necesitas ayuda?

—No, está bien, gracias. Ya limpié y me voy a dormir.

—Bueno... Descansa, cariño.

—Igual tú, papá, buenas noches —exclamo impaciente y espero una respuesta que no llega. Suelto una bocanada de aire cuando ya no habla más y quito mi dedo de los labios de Liam, que ahora me sonríe sin fuerzas—. ¿Estás loco? ¿Qué te pasa? —reclamo en un susurro, agachándome frente a él.

—Perdóname, princesa —musita inocente, sonriendo débilmente.

—¿Perdóname? Subiste por mi balcón, pudiste haberte caído hacia atrás y morir o provocarme un infarto por el susto, por supuesto que no te perdono —lo reprendo con suavidad, todavía entre susurros, él ríe más fuerte, obligándome a cubrir su boca con mis manos—. Y agradece que mi puerta queda cerrada con seguro últimamente, porque ahora mismo mi papá te estaría cortando la cabeza.

—No me regañes —se lamenta en un hilo de voz, formando un puchero.

Desde esa perspectiva lo veo como a un niño indefenso, solo que, claro, borracho.

Suspiro pesadamente y tras mostrarle una sonrisa apagada, me levanto para examinar su mano en silencio. No tiene una herida profunda, solo simples cortes, pero la sangre le corre a mares de las tres pequeñas incisiones que han quedado en su palma izquierda.

Liam me muestra una sonrisa avergonzada al ver que lo miro con reproche y negando con la cabeza, me levanto para retirarme hacia mi baño y buscar el pequeño botiquín que tengo en el armario del lavabo. Él jala de mi brazo para que no me alaje, pero me suelto de su flojo agarre y me encamino al otro cuarto, donde aprovecho de exhalar un sonoro suspiro cargado de emociones encontradas. No solo por mí, también es por él.

Lo veo débil y triste, y eso me deja peor.

Tenerlo cerca de mí después de casi un mes de estar distanciados, remueve en mi interior todo lo que me he esforzado por controlar, y no puedo negarlo, lo he extrañado muchísimo.

Me hizo mucho daño sin quererlo y no lo culpo del todo, porque parte de la responsabilidad todavía me la atribuyo. Pero, a pesar de que he estado analizando mucho la situación todo este tiempo y quiero dejar todo lo malo que pasó a un lado, no puedo restarle peso a que sus decisiones me afectaron más de lo que debería. Él quiso hacer un bien, pero concluyó en lo opuesto, y el resultado ha sido nuevamente mi miedo y desconfianza.

Él siempre se ha dejado manipular por alguien más, se deja vencer rápido sin antes esforzarse y yo no quiero que sea así. Cuando pensé en iniciar algo con él, quería que fuese mutuo, que él fuera mi compañero, y el hecho de que se rinda sin antes luchar me desiluciona un poco.

Que no me haya tomando en cuenta para tomar aquella decisión tan importante, me lastimó, me hizo sentir un poco desplazada. Sin embargo, sé que no me mintió cuando me dijo que me quiere, entiendo lo que intentó hacer y ya no lo dudo; no cuestiono sus sentimientos. Mucho menos ahora que lo tengo frente a mí después de tanto tiempo, cuando siento que perdí y que de cierto modo también gané fuerzas, y no sé qué debo hacer. Aunque tengo muy claro lo que me gustaría, y eso es volver a intentarlo.

Vuelvo a suspirar y reacciono en lo que recuerdo que Liam está dejando su sangre regada en mi cuarto, tomo la pequeña caja de la gabeta y llenándome de valor para no volver a caer con toda la dificultad que eso implica, regreso junto a él, que ve el suelo con la mirada perdida.

—¿Te duele mucho? —le pregunto al acercarme, sentándome a su lado en el sofá.

Liam gira a verme y sonríe un poco, en tanto niega con la cabeza. Tomo su ahora fría y ensangrentada mano para examinarla una vez más, pero él levanta mi mentón con la derecha para que lo mire y me observa por segundos, penetrándome con su mirada debilitante color canela, esa que ahora está vidriosa y parece cargada de culpa.

Canela ©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu