Capítulo I

1.6K 28 1
                                    

El aire del gran salón se encontraba impregnado de un aroma cálido y exquisito, acompañado por un majestuoso fuego que se alzaba desde una lejana chimenea apedreada. La luz que irradiaba la espléndida llama vislumbraba cada uno de los rostros allí presentes, los cuales se encontraban a la espera de lo desconocido. Las enormes ventanas delataban la llegada de una cruda noche invernal, por lo que allí adentro se sentía como el único lugar seguro, o al menos eso aparentaba.

Los presentes se encontraban sentados alrededor de una larga mesa de madera oscura, la cual estaba a rebosar de manjares celestiales y una abundante cantidad de vino oscuro. Hombres y mujeres que, a pesar de no conocerse, estaban ahí reunidos por un propósito en común. Tras un par de tragos y algunos comentarios, la tensión del momento parecía comenzar a esfumarse. Sin embargo, no todos se dejaron llevar por el alcohol y la ambrosía.

—Eh, muchacho, ¿por qué no bebes? —preguntó una voz perdida entre el murmullo.

El muchacho a quien se dirigía la voz era Gerald, quien desde que había llegado al encuentro no dijo ni una sola palabra, y así prefirió seguir.

—¡Eh, mocoso! ¿Acaso no escuchas? —Ahora la voz se había hecho paso entre las demás. Pertenecía a un hombre no muy agradable que claramente se había pasado de copas.

—No me apetece —respondió Gerald, cortante. La ocasión no parecía ser la más adecuada como para embriagarse o atiborrarse de comida, de eso estaba más que seguro.

El hombre gruñó entre dientes y le arrebató la copa de vino, bebiéndosela casi de un trago. Luego simplemente desvió su atención hacia los demás invitados.

Gerald agradeció en silencio, lo menos que quería era tener problemas con alguno de esos desconocidos, los cuales por cierto tenían cara de pocos amigos. Por momentos dudaba si debía estar en aquel lugar, se sentía como una pieza que no encajaba en el engranaje. La situación era incómoda, pero sobre toda escalofriante.

De todas maneras, no tenía otra alternativa.

—Bueno, ya ha llegado el momento —anunció una voz clara y segura, desvaneciendo el murmullo de los invitados.

No tenía nombre, o al menos, no se había presentado con uno. A pesar de eso, el hombre consiguió traer a cada uno de los presentes hasta su remota estancia, utilizando las palabras adecuadas en los momentos adecuados. Definitivamente era el anfitrión de la noche.

—Antes que nada, quiero brindar por esta ocasión. —Se levantó de su asiento alzando una copa llena del oscuro vino—. Hoy no es una noche cualquiera, hoy tendrán en sus manos una oportunidad jamás antes vista, una escapatoria hacia la luz del amanecer.

Todos mantenían silencio mientras escuchaban atentamente cada palabra. La voz del hombre sonaba esperanzadora para los invitados, quienes muchos habían vivido toda su vida atrapados en la oscuridad.

Pero todo parecía demasiado bueno para ser verdad, y Gerald lo intuía más que nadie. Los últimos días habían transcurrido muy deprisa para él, tanto que ni siquiera asimilaba exactamente cómo había llegado hasta ese punto en el que se encontraba. Lo había perdido todo, pero estaba ahí para recuperarlo devuelta.

—Esta noche volverán a sus antiguas vidas —prometió el anfitrión—, claro, si lo logran.

El tan temido momento había caído como una bomba. El rumbo de la noche dio un giro más siniestro. Era momento de desenvolver el suspenso que se escondía detrás del telón.

El anfitrión no se molestó en decir otra palabra, sino que, de hecho, comenzó a beber del vino para así dejar que el silencio sofocara a todos. Nadie podía predecir qué sucedería de ahí en más, pero era un hecho de que conseguir el objetivo no sería fácil.

—¿Qué mierda dices, viejo? —Una voz brabucona salió disparada del otro lado de la mesa.

Era un hombre moreno que en su rostro se alzaban rasgos agresivos y desesperantes. Estaba claro que no se esperaba ninguna sorpresa.

—No desesperen y escuchen atentamente —dijo el anfitrión, seguido de una pausa—. Ustedes están aquí por una razón, y es su libertad. No fue nada fácil reunirlos aquí, pero lo he conseguido para ofrecerles la maravillosa oportunidad de recuperarla devuelta, de tener entre sus manos aquello que han perdido, pero para eso deben ganársela.

—¿Y exactamente cómo haremos eso, señor? —inquirió una joven mujer que se encontraba entre el puñado de invitados.

El hombre dejó escapar una fugaz risita ante la pregunta.

—Pues será muy sencillo. —Se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia atrás, sin perder de vista a los presentes. Sus pasos resonaban debido al contacto de sus gruesas botas de cuero con las finas losas de mármol, entonando una caminata lenta pero segura —. En el pasado, ustedes ocasionaron un daño irremediable que los trajo hasta aquí, y ahora deberán hacer lo mismo para salir, pero con los papeles invertidos. —Bebió un último trago de su copa de vino oscuro, tan espeso y rojizo que parecía ser sangre—. Esta noche ustedes serán la presa y yo el depredador.

Todos cruzaron miradas, confundidos. ¿Presa? ¿Depredador? ¿Qué quería decir eso exactamente?

—Esto es una puta mierda —dijo el moreno que se había sobresaltado momentos antes, levantándose con un movimiento brusco de la mesa—. No pienso volver a ese basurero.

—Siéntate —ordenó el anfitrión—, no lo voy a repetir.

—Púdrete —contestó, elevando el dedo medio—, me largo de aquí.

Lo siguiente ocurrió tan rápido como un parpadeo. El moreno comenzó a caminar hacia la puerta principal, pero antes de siquiera dar otro paso, un estruendo estalló en alguna parte del gran salón.

Después, la lluvia de sangre comenzó a caer desde el cielo.

Noche de Caza ©Where stories live. Discover now