[Capítulo 2]

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MAX

 —¿También esta noche?

Annet, la cajera del market, empieza a conocer mis rutinas a la perfección. No es que sea algo difícil de predecir, últimamente todas mis tardes están acompañadas de de un ron, unos tacos o comida precocinada. No tengo mucho que hacer ni decir al respecto. Mi honorable vida se ha vuelto una mierda desde un par de años. Trabajo de medio tiempo como entrenador de box en un gimnasio, por las tardes veo series policiacas, en la noches visito el club en el centro con unos ex compañeros y luego voy a casa. No hay nada excitante en mi nuevo ritmo de vida, a excepción claro, de los fines de semana en donde Annet y yo tenemos sexo en el almacén de productos no perecibles, después de eso todo se vuelve usual.

Aún no sé si refiere a nuestros encuentros o a que es la segunda vez en la semana que compro una botella de ron. Me voy por la segunda, es la menos incómoda, hay una mujer de ochenta años tras de mí. 

—Cualquier noche es buena. 

—Espero tener que verte en la bodega de alcohólicos anónimos.

Sonrío de lado. Annet es descarada y está llena de sueños, planea irse de viaje por todo el mundo y está ahorrando media vida para ello, creo que por eso me gustó tanto desde que la vi. Sin embargo, ella sabe que nuestra relación es solo de amistad. Siempre se lo he dicho, mi vida es un hoyo negro ahora y mientras aprenda a vivir o encuentre la salida a mis frustraciones, no quiero tener a alguien con quien descargar toda esa negatividad. 

—Si deseas, puedo ayudarte a atornillar esa tubería rota, como la otra vez. ¿Estaba rota no?

—Sí, creo que necesitaba mantenimiento — dice ella, y luego ríe mientras pasa los códigos de barras en su pantalla —. ¿Qué dices si el sábado me ofreces nuevamente ese servicio?

Hoy es jueves. 

No tengo planes con el grupo y suena mejor que sentarme a ver otro capítulo más de una serie a la que no le encuentro chiste. Además, los ojos verdes de Annet y sus labios extendiéndose en esa grácil sonrisa, me hacen recordar lo bien que la pasamos. 

—Vale, el sábado entonces. 

Me sonríe y luego empieza a guardar mis compras en las bolsas, mientras lo hace sus rizos marrones se alborotan un poco. Es muy guapa, sí que lo es. Quizás Annet sea la clave para este eterno sin sentido. Quizás lo único que necesito es unirme a ella y buscar otro tipo de sueños. Aunque lo mío no es viajar. Lo mío era ser un hombre dispuesto a todo, sin fallas, con técnica y con un revólver bajo el saco. Y ahora soy un idiota al que nadie quiere contratar. En el que nadie confía.

Vivo en un apartamento de medio pelo en el centro de Des Moines. Fui afortunado de conseguirlo, mi agencia no dejó mucho para mí desde ese maldito día. Cuando ingreso, dejo las compras sobre el mesón de la cocina. Tomo el ron, tomo un vaso de uno de los cajones de la alacena y me sirvo un trago. Lo bebo como si no lo hubiese hecho nunca antes. 

Reviso mi móvil después de preparar la comida precocinada, en el sofá empiezo a revisar todos mis mensajes y encuentro uno que otro de una de mis clientas más fieles en el gimnasio. Algunas veces me consulta si debe comer algo o no, y otras si quiero salir a tomar un trago. Siempre le he respondido que no. Ella es casada y no pretendo meterme en un maldito problema más. Que me expulsen del trabajo sería la cereza de estos años de mierda.

FRAGMENTOSWhere stories live. Discover now