[Capítulo 3]

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MAX

Conducir en la noche en Des Moines siempre me había servido para alejar los recuerdos del pasado de mi cabeza. Esta noche, en particular, siento como si ya no existieran. 

He planeado llevar a Annet a un restaurante bonito y elegante esta noche. No algo tan costoso que amenace de muerte a mi billetera, pero sí que pueda hacerla sentir especial. Quiero que ella sienta que puede confiar en mí y que no solo éramos una follada después del trabajo. 

He peinado mi cabello esta noche y me he puesto un camisa blanca formal con pantalones a juego. Nada que no haya usado antes, pero sí prendas que tenía en el último de mis cajones. Después de todo, para ir a gimnasio solo necesitaba un par de buzos deportivos y zapatillas. 

Enciendo la radio para aligerar el ambiente y la canción  "Adventure Of A Lifetime" empieza a sonar en el coro. Me descubro cantándola en segundos y golpeo el tablero al ritmo. Me detengo en un semáforo y aprovecho el tiempo para tomar un porro de la guantera del coche. Un auto se estaciona a mi lado y giro para ver al conductor. Un par de chicas en un auto descapotable me miran como si acabaran de ver a un postre de vainilla.

Sonrío de lado. Tiempo atrás, no lo hubiera pensado dos veces. 

Calo de mi cigarrillo y suelto el humo entre mis dientes. Escucho la voz de una de ellas en poco tiempo. 

—Oye, guapo, ¿nos das uno?

Vuelvo a mirarlas. Son guapas, ambas y hay más en el asiento trasero. Sin embargo, les calculo dieciocho años o menos. No voy a arriesgarme a nada esta vez.

Decido ignorarlas.

—Oye, ¿te comió la lengua el ratón? 

Continúo ignorándolas.

El semáforo indica en verde y acelero.

—¡Idiota! —la escucho gritar a una de ellas.

Solo me quedan un par de minutos para llegar al trabajo de Annet. La canción ha terminado y por la soledad de la carretera he decidido bajar el volumen a la radio para estar alerta de todo. Es una costumbre que no se me ha quitado desde hace un par de años. 

Me detengo en un grifo para cargar de combustible. Bajo del auto y termino de darle la última calada a mi cigarrillo. Veo la hora en mi móvil antes de acercarme al dispensador y noto que tengo solo cinco minutos antes de llegar tarde a mi cita. Me apresuro a sacar mi tarjeta cuando un auto negro y de lunas polarizadas se estaciona a pocos metros de mí. Justo en frente del siguiente surtidor. Continúo con el proceso, sin prestarle atención, hasta que un par de tipos vestidos de negro y con máscaras blancas bajan del auto. En cuanto los veo, presiento lo peor.

Uno de ellos se queda en el surtidor y el otro se queda junto al auto. Me mira y saca el arma, retrocedo un par de pasos mientras me maldigo por no estar preparado. Se acerca a mí mientras me apunta y luego escucho los gritos de mujeres en el market de la gasolinera. 

—Al piso, hijo de puta —me grita.

Lo miro directamente a los ojos mientras retrocedo un par de pasos con las manos levantadas.

Dejo que acerque, es arriesgado, pero ya lo he hecho antes.

—¡¿No oíste, imbécil? —dice, ya casi tan cerca que puedo tocarlo—. He dicho que al piso o te volaré los sesos, hijo de...

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