[Capítulo 11]

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Nota de autor: Salgo de mi zona confort que esta novela. Gracias por leer. Blessings.

ROMINA

-Abro los ojos y de pronto alguien tira de mi cabello. El dolor se siente como si fuesen a arrancarme la piel. Suelto un grito que me quema la garganta, pero solo provoca que la mano me arrastre más fuerte por el piso y luego me arroje contra el suelo haciendo que mi frente choque con el cemento. Duele. Duele tanto que por un momento pierdo la razón. 

—Así que ayudándole con el idioma a las demás zorras, maldita hija de puta.

Trato de levantarme hasta que siento un dolor profundo y potente en el estómago. Me tomo el vientre adolorido faltándome la respiración. Trato de gritar de dolor, pero ni siquiera puedo hacerlo, el golpe me ha dejado sin aire. 

—La próxima vez que intentes ayudar a cualquiera de esas rameras, voy a cortarte los dedos uno a uno, ¿oíste, zorra?

Vuelve a patearme y esta vez el dolor se acentúa en la espalda baja. Suelto un grito ahogado.

—¡Pregunté si lo oíste, perra!

Me toma del cabello y me da un giro para que lo mire a los ojos.

No puedo verle el rostro con claridad porque hay sangre cayendo de mi frente hacia mis ojos, pero por la voz, sé que se trata de un hombre joven. 

—¡Responde puta, responde!

—Ssss —es lo único que puedo decir.

—¡Habla!

Vuelvo a intentarlo, esta vez con todas mis fuerzas posibles.

—Sí. 

—Qué bueno que lo entiendes, Romina.

De pronto la voz me es muy familiar. Se parece a la de mi padre. Intento aclarar la vista más, pero todavía no logro mirarle bien. Parpadeo. Y sigo haciéndolo mientras siento el líquido tibio disperso desde mi frente, hasta mi barbilla.

—¿Papá?

En cuanto lo pronuncio, otro golpe me azota, pero esta vez en la mejilla. Tan fuerte que me lanza de espaldas contra el suelo. Desorientada, siento esta vez la sangre acumulándose en mi boca.

—No soy tu puto padre, imbécil. Y ahora te llevaré con el resto de animales para que veas lo que te pasará cuando dejes de valer tanto.

Las hediondas manos me toman del cabello y me arrastran sobre el piso. Chillo, grito, pataleo y me zarandeo todo lo que puedo. En cada movimiento siento que mi cuero cabelludo va a desprenderse de mi cabeza. Arde y duele mucho. Demasiado. Aunque sé que será peor ver lo que el sujeto quiere que presencie. 

—¡Vamos, vamos, preciosa! Te gustará. Y te gustará cuando me toque a mí cogerte.

—¡No, no, no! —chillo desesperada—. ¡No, se lo suplico!

—¡Cállate, perra!

—¡No! ¡No! ¡No! ¡Por favor! ¡Por favor!

Cierro los ojos y grito con todas mis fuerzas hasta que mi garganta arde. Cuando los vuelvo a abrir, el escenario es completamente diferente. Unos pequeños ojos me miran confundidos y llenos de temor. Me incorporo rápido. Con la ayuda de mis manos me deslizo hacia atrás hasta que mi cabeza choca con la mesa de herramientas. 

Una niña me mira asustada, como si estuviese a punto de llorar. Me limpio los ojos con las mangas y miro a mi alrededor. Empiezo a recordar que me quedé dormida en el cobertizo de una anciana. Lo que sucedió hace unos segundos fue producto de mi imaginación. Un sueño. O mejor dicho, un recuerdo.

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⏰ Last updated: Apr 27, 2023 ⏰

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