009: La inseguridad

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I S S A C

Adam se frota la cara tratando de así, sacar la frustración que sentía.

— Lo estoy dudando chicos. No... no debemos hacer esto.

Matt y yo nos miramos sorprendidos. ¿Qué estamos escuchando?

Nos levantamos una hora antes de lo normal, y con el café en mano nos sentamos a ver con qué nos encontramos en la televisión, pero sin dudas, Adam ha barrido con su dilema cualquier atisbo de posible diversión en nosotros.

— No te escuché... ¿Qué?

Matt se levanta, coloca la taza de i love miami en la mesa del centro, y sin quitar los ojos del morocho se pone de pie, tratando de lucir intimidante. Yo por mi parte me mantengo en mi lugar tratando de procesar lo que ocurre. Los gritos de ambos me sacan de mis pensamientos.

— ¿Cómo que no debemos hacer eso? ¿Qué mierda te ocurre? — inquiere nerviosamente Matt arrojando las pocas cosas que se encuentran sobre la mesa ratona.

— ¡No podemos! ¡Está mal!

Matt lo empuja hacia atrás al colocarle las manos en el pecho. Adam se tambalea un poco pero devuelve el golpe con más fuerza, tomando por sorpresa al rubio quien cae al suelo. Como si fuera un resorte me levanto de mi lugar de un salto para poder, así, intervenir.

Me coloco delante del rubio quien quiere devolver el golpe, esta vez, con la mano en forma de puño. Con el enojo que tiene no se percata de mi presencia por lo que soy yo quien recibe el golpe, el cual me deja en el suelo. Si bien no me toma por sorpresa, me esperaba que no concluyera su acción.

Así como toco el suelo, me levanto. Me siento muy enojado, como si con el golpe me hubiera pasado toda su cólera. Me detengo con los brazos rectos hacia los lados a pocos centímetros de ambos, quienes siguen un poco aturdidos. El pecho de ambos suben y bajan al mismo tiempo, en un extraño compás. Ignoro el dolor sordo que se apodera de mi oreja derecha.

— ¡Ya basta! — grito, aún cuando la atención de ambos está en mi desde hace algunso segundos. — Las cosas son así ahora. Ya no hay vuelta atrás.

— Pero podemos buscar otra opción. No sé. Pensar en algo más.

Por un segundo entendiendo la frustración de Matt. Me volteo incrédulo hacia Adam quien no quita los ojos de mi ni por un segundo.

— ¡¿Cómo?! — Ahora soy yo quién me paso las manos por el rostro. — ¿Qué otra opción? ¡No hay opción, por Dios, Adam!

— Pero...

— ¡Sin peros! Es esto o años en la cárcel. Ustedes eligen.

Matt se mantiene al margen sin emitir palabra alguna, pero hace una mueca al escuchar que nuestro destino depende de ambos. Sus ojos demuestran miedo aunque su actitud es todo lo contrario. Me dirijo rápidamente hacia la puerta que da hacia la calle. La mente me da vueltas.

Me detengo al sujetar el pomo de la puerta entre mi mano y me volteo mirando primero a uno, luego a otro, ambos de pie como estatuas pertenecientes a la edad media.

— Si seguimos así, dudando, estamos jodidos.

●●●

Le escribo a Denna varias veces en vano ya que no responde ninguno de mis mensajes. Me pregunto que puede estar pasando. ¿La habré asustado? ¿Habrá dicho en serio lo de acosador? Al cabo de unos minutos meditando, me decido ir a su casa.

Camino por la playa haciendo el mismo recorrido de días atrás. La playa durante el día es diferente.... Cálida. Y ese efecto fantasmagórico que le agrega la noche, no se nota. Simplemente parece una masa celeste, muy similar al cielo aunque muy diferente a la vez. Ambos te matan, pero ambos nos atraen. Es una paradoja que algo tan inofensivo sea tan mortal. Una vez que estamos dentro, nuestro destino —vivir o morir— depende de nosotros.

Al cabo de varios minutos, con varias caracolas tintineando en mi bolsillo, llego al pie de la escalera de madera. Suelto un suspiro antes de comenzar a subir, lentamente. La escalera es bastante empinada, lo cual no me había dado cuenta antes, tal vez porque tenía en que enfocarme. Otra cosa además de mis pensamientos.

Doy tres golpes con el nudillo en la puerta. Toc, toc, toc. El golpe hace eco en la gran habitación que está del otro lado. ¿Se habrá ido? No, no tiene razón para hacerlo aún. Apenas noto como el corazón se me acelera levemente, recurro a la respiración profunda para tranquilizarme.

Apoyo la frente en la puerta, justo en el momento en que la misma se abre. Me tambaleo hacia adelante chocando con un cuerpo. El cuerpo de Denna. Se mueve hacia un lado invitándome a pasar al interior oscuro y frío, el cual hace unos días estaba lleno de luz. Sin decir nada más camina hasta su habitación dejándome solo, de pie en medio de la habitación. Mis ojos escanean el lugar: una cocina amplia la cual está separada de la sala por la barra. Tres puertas, de las cuales dos están enfrentadas: las habitaciones. La tercera es el baño. Sin hacer mucho ruido, me acerco al gran ventanal que da hacia el patio trasero, encontrándome con un pequeño sector de césped verde en el cual perfectamente entraría una piscina grande. La vez anterior, de pie en el mismo lugar no había prestado atención ni a la mitad de los detalles que, ahora, saltan a primera vista,

Los sollozos ahogados de Denna me sobresaltan. Cierro la cortina, vuelvo sobre mis pasos para seguido dirigirme hacia la habitación de donde provienen los lamentos. Me encuentro a la chica acostada boca abajo en el centro de la cama, controlando leves espasmos causados por el llanto.

— ¿Estás bien? — Denna se voltea rápidamente clavándome la mirada como si fuera un puñal. Bajo la vista avergonzado. Obvio que no está bien. Como un animal salvaje a punto de atrapar a su presa, me acerco lentamente hacia donde ella está. Me coloco en cuclillas junto a la cabecera de la cama.

— Lo siento yo... No debí preguntar eso. — Espero por una reacción de su parte antes de aventurarme a decir algo más. — ¿Quieres contarme qué te ocurre?

Por un minuto entero no hace ni dice nada, ni siquiera se mueve y por un instante dudo si respira. Me concentro en su espalda tratando de ver si se mueve aunque sea un poco, y si, lo hace. Leve pero seguro.

— Me siento muy insegura — dice de repente, sobresaltándome.

— ¿Insegura por qué?

— Por mi, por vos, por mi futuro, por Sarah. ¡Por todo!

Por primera vez en minutos, me mira a los ojos; los de ella están colorados y aguados. La nariz roja, las mejillas mojadas, el pelo pegado a un costado de su rostro.

— Ayer antes de que saliéramos — continúa después de desviar la vista a sus manos — Sarah me preguntó por qué tu me caías bien. También ha dicho que eres un poco raro — suelta una leve risita — y que pareces un acosador. — Levanta la vista hacia mi, sonriendo. — De eso no tengo dudas, pero... es como si tratara de decirme algo.

Me relamo los labios que en un segundo se habían quedados secos. Mi expresión ha de ser un poema, pero no uno feliz ni romántico. Siento cierto temor, como si mi madre estuviera por descubrir que había faltado a clases y le había mentido sobre ello.

Como no consigo nada que decir, me quedo en silencio, lo cual no le llama la atención. — ¡Ni siquiera se por qué te gusto! Bueno... si es que te gusto. — Escogo no decir nada, y me inclino hacia ella para seguido besarla. Nada del otro mundo, solo junté nuestros labios unos segundos. Solo una presión, pero para ella parece significar mucho. Sus ojos adquieren un brillo especial, el color rojo se apodera de su rostro y una sonrisa termina de decorarlo.

— ¿Sabes por qué me gustas?

— Me lo he estado preguntando por varios días.

— Por esto. Porque eres hermosa pero no sabes que lo eres, y eso, se acentúa más. Tu eres tu, y eso me fascina.

— Es muy... loco. Me decís que te gusto por ser yo, pero te llamé la atención por mi físico. — Mueve su mano haciendo un ademán que recorre su cuerpo.

— Nunca dije que no. Mira, te encontré leyendo. En el baño. De una fiesta. ¿Por qué crees que me gustas? — Como no obtengo respuesta continuo: — Me gustas porque pareces muy segura. Caminas por ahí como si el mundo fuera tuyo.

Sonríe y me abraza. Envuelve sus brazos en mi torso mientras se dispone a apoyar la cabeza en hombro. Me siento... vacío.

Recuerden: nunca demuestren debilidad frente a nadie. Nunca.

¿Estás segura?Where stories live. Discover now