Apodo.

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Legolas había visto salir a su esposo cuando el sol apenas se asomaba. Insistió en acompañarlo, pero terminó dejándolo ir porque iba en compañía de Boromir y Faramir. Ya habían pasado tres días desde aquello y no había noticia alguna del rey de Gondor y los hermanos, por ello, Legolas se había hecho cargo de todos los asuntos reales que se presentaban e incluso se había dado la tarea de pasear por la ciudad asegurándose de que el pueblo estuviese bien, Thranduil le había dicho que esto era indispensable cuando gobernabas.

Al cuarto día, Sam y Frodo habían llegado al fin acompañados por Gimli, encontraron a Legolas en los establos.

— Hey Las.— Saludó Gimli.

— Hola chicos. Bienvenidos a Gondor.

— Mi señor Legolas.— Sam seguía dando pequeñas reverencias aunque tanto Legolas como Aragorn le habían dicho que no eran necesarias.

— ¿Y Aragorn?— Preguntó Frodo asombrándose de no encontrarlo pegado al elfo.

— Salió hace unos días, aún no regresa.

— ¿Lo dejaste ir solo? ¡Eso si que es un milagro!— Gimli soltó una carcajada. — ¿Listo para recibir la noticia de que tu esposo está muerto?

— El chiste es tuyo porque no va solo. Faramir y Boromir lo acompañaron.

— No estoy seguro de que eso sea realmente tranquilizante mi señor.

— Lo sé lo sé, es por eso que estaba a punto de ir a los alrededores.— Admitió acariciando a su caballo.

— Aragorn no es ningún niño, su alteza.— Gandalf entró en el establo sonriendo. — Te propongo que volvamos al castillo y bebamos un buen vino mientras lo esperamos, estoy seguro que no tardará.

— Tus palabras siempre son alentadoras, desde que te conozco.— Legolas sonrió.

Hicieron lo que el mago había propuesto. Pasaron una tarde agradable en el pueblo mientras la comida estaba lista. Ayudaron con las cosechas, cargaron algunos bultos y Sam arregló muchos jardines, cuando su pequeño banquete estuvo listo fueron hasta el gran comedor y degustaron la comida. Legolas se sentía feliz de poder compartir buenos momentos con sus amigos aún sin su pareja presente. No obstante, estuvo divagando por algunos minutos si todo estaría bien con ellos.

Se encontraban ahora en los balcones, Gimli sostenía una botella de vino casi vacía en alto, Legolas estaba sentado en uno de los tubos que rodeaban el balcón, Sam abrazaba a Frodo recargado sobre una pared y Gandalf, que había jalado un pequeño banco, fumaba entre risas por las historias que contaba el enano. Era ya media noche y ninguno estaba dormido aún. Se habían metido tanto en las historias y las risas que no notaron como el tiempo había pasado. Una nueva botella posaba en las manos de Legolas, Gimli y los hobbits tenían enormes tarros de cerveza y Gandalf, siendo más educado sostenía una (o quizá dos) copas.

Los primeros rayos de sol entraban por las ventanas de la habitación de los reyes; por primera vez en al menos 200 años a Legolas le molesto la luz del día, se removió entre las sábanas frotando sus ojos con una mano y cuando proceso unos segundos se sentó notando enseguida que no era el único en la cama.

Su pierna derecha descansaba sobre el estómago de Gimli, a su lado Frodo descansaba en el pecho de Sam mintras este daba pequeños ronquidos apenas audibles y esto lo hizo sonreír. Gandalf había cubierto su rostro con su sombrero y descansaba en uno de los sillones del lado de la cama.

Con cuidado se levantó de la cama, en las habitaciones del lado había baños, así que tomaría una ducha antes de que los demás despertaran. Cuando entró en la habitación se asustó al notar un rastro de sangre que se arrastraba precisamente hasta el baño, un montón de ropa tirada que enseguida reconoció como la ropa de su esposo.

— Aragorn por el amor de todos los dioses...— Corrió hasta el baño y entró enseguida para encontrarlo metido en la bañera.

— Hola, cielo...— Murmuró con una risa. — Quería lavarme antes de ir a verte.

— Preguntaría si estás bien, pero es claro que no lo estás.

Se acercó hasta él para coger agua y pasarla por la espalda. Ignoró el quejido que salió de la boca de Aragorn y le dio un beso en la cabeza, después acarició la cortada acompañada de varios raspones en el área donde había dado el beso sin poder evitar soltar un suspiro.

— ¿A dónde fueron a meterse? Enserio Aragorn tienes un montón de heridas y...— Se cambió de lugar a uno donde pudiese verlo a la cara. Mojó nuevamente su mano y le acaricio por encima del labio. — Aún tienes sangre saliendo por tu nariz y el labio roto.

— Recibí noticias de un grupo de orcos que merodeaba cerca, así que fuimos a echar un vistazo y resultó que era una trampa.— Se encogió de hombros y siguió lavando su cuerpo haciendo el mayor esfuerzo por ignorar la mirada molesta de Legolas.

— Te lo dije y no quisiste escucharme. Estaba realmente preocupado por ti, siempre te digo que eres una persona que no piensa mucho en las consecuencias pero llevaste a los hermanos contigo.— Decía mientras lavaba el cabello y la espalda de Aragorn.

— Mucho gusto, me llamo Aragorn, hijo de Arathorn, rey de Gondor, esposo de Legolas hijo de Thranduil; también soy conocido por mis amigos como "El señor imprudente".— Murmuró claramente avergonzado.

Lo que hacemos en las sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora