3. Dime las vocales

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—Me gustas porque estás loca —declaro—

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—Me gustas porque estás loca —declaro—. Y me enamoras porque sabes que estar loco es una gran forma de vivir en el mundo diseñado para los cuerdos.

Su sonrisa podría iluminar un estadio entero.

—Me gustas porque no eres uno más del patrón.

—¿Y te enamoro porque...?

—No me presiones, Timberg.

—Lo siento, soy un ser ansioso y... —me interrumpe deslizándose hacia abajo.

Wow.

Esto no estaba en los planes. Esto no... Oh. Ay. ¡Ouch! Oh, Dios, ¿qué está hacien...? Sí, sí, sí. Santísimos griales de... Uh. ¡Más rápido! Ay, ay, ay. Ajá. ¡Jesucrista mujer! Oh. Oh... ¡Por amor a..! ¡A, e, i, o u! ¡Desde la base, por favor! Ahí, ahí, ahí. ¡Por favor! Ay. Oh. ¡Uh! Ay. Está tibiesito. ¡Pero...! Sí, sí, sí. Pon tu mano en mis... ¡Aleluya! ¡Ah! Yo... ¡Cristo redentor! Más, más, más... ¡Oh! ¡Me lleva el diablo, por amor a los Chiefs, la pasta y Bill She...!

-—¿Chase? —dice al finalizar.

—Estoy vivo, Jamie —aseguro con la respiración agitada.

—¿Quién es Jamie? —indaga mamá—. ¡Deja de soñar cochinadas y levanta algo más que esa tienda de campaña que tienes entre las piernas, que esta habitación es un desastre! —dice recogiendo un calcetín del piso y tirándolo en mi cara—. ¡A trabajar, Timberg!

—¡Sí, señora! —chillo saltando fuera de la cama, aunque me enredo con las sábanas y termino de cara en el piso.

Ley del mapacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora