2. Caer en patrones

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Sé que es un patrón

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Sé que es un patrón. Siempre me gusta la persona más propensa a dejarme.

Puede que sea una adicta a la adrenalina, porque apostar cuánto tiempo durará alguien a mi lado no es nada nuevo. Es más, me emociona cuando se quedan más semanas o meses de los que calculé, y en esos casos, perder la apuesta me hace creer que el «para siempre» no es el final de un cuento tan estúpido.

Vivo de ataduras temporales, pero en el fondo quiero una permanente.

Entonces me doy cuenta que hay una persona que jamás se fue. Nunca aposté por ella porque la di por sentado, pero estuvo en cada ilusión que terminó en ruptura.

Esa persona no es ninguno de ellos.

Soy yo.

De ahora en más, le confío mi corazón al único ser humano que sabe cómo cuidarlo: Jamie Elizabeth Lynn. Si ella lo quiere compartir con alguien, tiene permiso, pero esta persona no puede ser un apostador a medias o con deudas.

Le apuesta al amor —gane o pierda—, o no le apuesta a nada.

Hay que romper el jodido patrón.

Ley del mapacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora