Su corazón palpitó con tanta fuerza de un solo latido que el aire se cortó en sus pulmones. Se atragantó con el humo del cigarro y tosió varias veces para dejar que este cayera. Escuchó una voz que lo alarmó y miró por todas partes hasta que de soslayo notó una larga cabellera pelirroja que reconocía a la perfección. Al girar la vista, tuvo que juntar todas sus fuerzas para que el café no cayera también y se desparramara por el suelo.

—¡Oh, por todos los dioses, Brick!

Llegó corriendo hacía él. Entreabrió la boca y sus ojos vagaron por sus caucásicas fracciones. El tacto cálido de su mano recorrió todo su cuerpo desde su mejilla hasta los dedos de los pies. Se dio cuenta que estaba acariciando su rostro con esa preciosa y fina mano que siempre adoraba besar.

—Pero, ¿¡qué te ha pasado!? Estas... estás...

Su voz, esa voz... ¿Cuánto tiempo había pasado sin escucharla? Su cabello pelirrojo atado en una coleta alta ahora estaba un poco más corto de lo normal y sus orbes rosas ya no lo veían con esa mirada puntiaguda y desgarradora. Lo veía como si realmente se preocupara por él. Incluso por una décima de segundo había notado algo... distinto, un brillo diferente, algo... no sabía explicarlo, pero ante sus ojos se veía más hermosa que nunca.

—Han pasado casi dos meses y... te ves tan... diferente. No te has estado cuidando ¿cierto? Madre mía, te ves más delgado incluso. Ay, Brick no puedes...

Y Brick permanecía callado, pensando que todo era una macabra broma de su subconsciente y que esto era un cruel sueño. Como si no fuera algo real, también levantó su mano para comprobar que no era ninguna fantasía, pero tan pronto como pudo sentir que era algo real y rozó sus dedos con su suave piel, ella se apartó. Con sus labios formando una fina línea y la mirada en otro lugar, dio varios pasos atrás para alejarse de él y volteó hacía el lugar por donde ella había aparecido.

El pelirrojo desvió la vista también y por allí venían caminando su hermano y un pequeño que andaba a su lado con algo de torpeza ayudado por su padre que le agarraba de la mano para que no cayera. Un momento... no recordaba que su hijo pudiera andar ¿Tanto tiempo había pasado? Un rastro de decepción parpadeó en su expresión. Por un momento pensó que tal vez ella sola y por su cuenta había decidido ir a visitarlo.

—¡Brick! —lo llamó de lejos. Aceleró el paso y se tiró a sus brazos, abrazándolo fraternalmente. — Estás muy descuidado, casi no te reconocía y a penas te he visto aparecer por tu casa. Estoy preocupado por ti...

No dijo nada, no respondió. La voz simplemente no salía, no tenía las fuerzas suficientes para hablar. Se limitó a corresponder ese abrazo que, aunque no fuera de quien más quería en ese momento, necesitaba como una droga. Un par de lágrimas traicioneras se resbalaron por sus ojos, tuvo que esconder su rostro en el hombro de Dexter para poder ocultarlas, cada vez eran más abundantes. Estaba llorando, otra vez y él creyendo que estaba ya seco por dentro.

Blossom mientras tanto observaba esta escena con una amarga angustia. Dolía verlo llorar y a la vez le traía malos recuerdos.

—¿Por qué sigues aquí todavía? Deberías volver a tu casa y comer algo. —Dexter se separó, dándole una palmadita en el hombro, con esa misma mirada preocupada.

—Ah. —suspiró con voz degastada. Miró su reloj de muñeca. —Es casi la hora de comer. No te preocupes, Princesa no tardará en aparecer para traerme algo.

Una punzada de dolor en el pecho que la obligó a bajar la cabeza y apartarse de ellos, dando media vuelta para que no vieran que se había sentido algo afectada. Pero esto no había pasado desapercibido por Brick.

Pasaron un rato más hablando aun cuando Brick no era muy propenso a ello. Les contó sobre el estado de su hija, los ejercicios musculares que le daba cada día y de vez en cuando se ponía melancólico. En tanto, Blossom se quedaba algo apartada de la conversación y cuidaba de su hijo que se sentó en un banco jugando con unos cochecitos de juguete.

Rojo cual pecado (Blossick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora