Capítulo I

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Capítulo 1. Boda de rojo intenso.

De blanco. Labios rojos de rubí y peinado trenzado hasta más abajo de su cintura.

Se tocó la cara, y nerviosa, movía sus manos sobre su frente, en un intento en falso de peinar su flequillo recogido a ambos lados. Aspiró una gran bocanada de aire y la soltó en un bufido. Estaba muy inquieta, casi histérica.

Era un 30 de marzo, y los árboles estaban en flor. Se asomó a la ventana, y tras fijarse con disimulo en toda la gente que la esperaba en el patio, alzó la mirada a los cerezos que rodeaban toda la casa. Los miraba con nostalgia, a partir de este momento su vida iba a cambiar por completo, ¿Era esto acaso una prueba de que ya había madurado como mujer?

Salió de sus pensamientos al escuchar un pequeño quejido que en seguida pasó a llanto. Tomó su vestido y se acercó a la cuna que estaba a un lado de la cama. Se asomó y arrulló al bebé en sus brazos, mientras este tomaba su dedo con su pequeña mano. Lo miro detenidamente con ternura... ese cabello pelirrojo junto a las pecas que adornaban su cara, hacía que se le escapara una pequeña sonrisa cada vez que las acariciaba. Su hijo, su pequeño niño Holly. Le recordaba tanto a su padre...

La puerta sonó. Blossom dejó al pequeño de nuevo en la cuna cuando había vuelto a caer dormido y se acercó para abrir la puerta. Al ver a la persona tras esta solo se giró sobre sus pies y volvió al espejo donde se retocaba anteriormente, con una mueca de disgusto e incomodidad.

—Vaya, querida. Te ves...—la mujer en concreto, la observó de arriba abajo con una sonrisa ladina, demostrando burla y se sentó en la cama que estaba a espaldas de Blossom—...muy bonita, por decir algo.

—Gracias, Princesa. — articuló casi sin mover los labios. Lo ultimo que necesitaba en ese momento era escuchar a esa... arpía, escupir veneno. Hoy no era un buen día para ello.

—Quién lo diría, nunca te vi como una chica que le gustaran las bodas y menos casarse. Siempre has sido muy tuya como para aceptar compartir tu vida con otra persona. —Blossom miró por el rabillo del ojo como Princesa no dejaba de lado esa sonrisa suya tan burlesca, y en sus ojos se veía diversión. Definitivamente no había ido a su habitación para felicitarla, mas bien todo lo contrario.

—¿Qué quieres Princesa? Ahora mismo no me apetece hablar y mucho menos contigo, como comprenderás.

—Parece que no estás muy de humor ¿eh? — su sonrisa se alargó más — es tu día especial ¿no deberías estar emocionada y radiante? Que extraño...

Blossom se quedó callada, sin decir nada se volteó y fue hacía la puerta. La miró a los ojos e hizo un ademán con la mano, señalándole la salida. Princesa rio estruendosamente, con esa voz chillona que tenía desde pequeña.

—Tranquilízate Blossy, yo solo venía a saludar. —se levantó de la cama y se dirigió hacía la salida moviendo sus caderas, pero antes de salir se acercó a su rostro. Blossom instintivamente se alejó asqueada. —¿Estás segura de que te vas a casar por propio gusto? Quiero decir, tan rápido y JUSTO unos meses después de dar a luz.

La pelirroja estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara, pero Princesa interpuso su pie.

—No quisiera que te sientas obligada a hacerlo. No soy tonta guapa, es obvio que te han obligado a casarte, tú no amas a ese científico cuatro ojos y lo sabes. —Blossom frunció su ceño y apretó la mandíbula. Las palabras de Princesa querían salir amigables, pero el veneno que destilaba y su sonrisa socarrona, solo decían lo contrario.

—Será mejor que te calles princesita, no tengo porque escuchar tus estupideces sin sentido de nuevo. Utiliza el cerebro de vez en cuando.

—A mi me da igual lo que hagas con tu vida, pero me divierte verte tan confundida. —Princesa volvió a reír con malicia. Esto parecía divertirle mucho, demasiado.

Rojo cual pecado (Blossick)Where stories live. Discover now