0 1 .- C u m p l e a ñ o s

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Happy (Re)Birthday, Noriaki Kakyoin

La vida se le había arrebatado ese 17 de enero de 1989, si dió todo de sí o no durante esa batalla sólo el tiempo lo dirá. Había usado sus últimos segundos de vida para descubrir el secreto de Dio para salvar a sus amigos y la vida de Holly-san, decir que le faltó tiempo para arrepentirse de las cosas que no pudo hacer, de ese videojuego que no pudo comprar o tratar de arreglar la relación con sus padres era verdadero. Más ahora que por una muerte insignificante como la suya no iba a cambiar nada, sus amigos continuarán sus caminos, tal vez se enamorarán, se casaran e iniciarán sus propias familias.

Él se había perdido de todo eso y posiblemente más, pero ya no podía quebrarse la cabeza pensando en todo aquello que no deseó pero que pudo haber obtenido, o en lo que deseó y no obtendrá porque el tiempo se le había agotado rogando, implorando porque Joseph Joestar comprendiera que algo que parecía inmuto para cualquier ser u objeto en el planeta, podía ser manipulado por la voluntad del alma de Dio. Cerró sus ojos y dejó de sentir dolor, sus pulmones dejaron de hacer el esfuerzo por jalar oxígeno a su interior y su corazón dejó de bombear sangre intentando llevar una mínima gota de vida a un cuerpo que estaba destrozado.

Sólo esperaba no haber decepcionado a nadie por su debilidad.

… O eso había creído después de sumergirse en aquella oscuridad impoluta.

Aunque nadie supiera lo que había más allá de la muerte, Noriaki podía asegurar que no debía haber la mínima sensación de dolor, mucho menos después de que su conciencia estuviera perdida en otro lugar o dimensión completamente distinta a un sueño. Pero ahí estaba, sintiendo cómo su corazón era estrujado por una mano, tubos atravesando sus entrañas y los electrochoques del desfibrilador. Sentía que gritaba, pero en esa sala de operaciones el silencio era perturbado únicamente por los aparatos que comenzaban a marcar las señales de vida de ese chico que se creía muerto horas antes.

—¡Hay actividad cerebral!— Celebraban eufóricos los cirujanos de la fundación SpeedWagon. Y Jotaro, quién se había encargado de recuperar la motricidad cardiaca de Noriaki soltó un casi imperceptible suspiro de alivio. Si bien se arrepentía de no haber podido salvar a Iggy y Avdol, no se quedaría de brazos cruzados con el chico amante de las cerezas y haría lo físicamente imposible para regresarlo a la vida. 

Lo había logrado con su abuelo, Kakyoin no sería la excepción.

Usando la sangre restante del cuerpo de Jonathan Joestar mezclada con la de Dio Brando, más todas las transfusiones de sangre tipo A que la fundación pudo conseguir y muchos anticoagulantes, lograron restituir el flujo sanguíneo que comenzaba a sedimentarse en la espalda del joven muchacho. Cualquier forense que hubiese visto el cuerpo habría comentado que se trataba de un fenómeno cadavérico temprano y eso sólo le provocó escalofríos al mayor.

Poco a poco la enorme mancha violácea de su espalda desapareció, la actividad neuronal había regresado a la normalidad, los pulmones comenzaban a hacer el esfuerzo por aspirar el oxígeno por su propia cuenta y el corazón comenzaba a latir sin la ayuda de Star Platinum, dando la señal para comenzar una cirugía de alto riesgo y sumamente intrusiva para el joven de 17 años.

El pronóstico para la misma no era favorable para una persona con aquellas heridas, no podían asegurar una recuperación total y debido al daño en su espina tampoco creían que la movilidad de sus piernas se recuperase, aún con fisioterapia.

Los cirujanos cortaron, unieron y suturaron aquellas heridas que podrían considerarse “menores” dentro de todo ese revoltijo de tripas y fluidos que se hallaba en el abdomen de Kakyoin, fue extenuante y sobretodo laborioso, hubo momentos en los que el personal médico quería darse por vencido y simplemente volver a dictar la hora de muerte de aquel muchacho. Sin embargo estaban bajo las órdenes directas de Joseph Joestar, nadie más y nadie menos que el jefe de la fundación.

El cirujano en jefe bajó el bisturí y movió lateralmente el cuello para desentumirlo, necesitaba despejarse un poco antes de seguir con aquella cirugía imposible. O bien buscar una excusa para detenerla ya que, solucionar un problema conllevaba a otros, estaban condenando a ese chico a vivir una vida llena de medicamentos, enfermedades crónicas a una corta edad, parálisis, posibles sepsis y una esperanza de vida mucho más corta que la media. Joseph Joestar podría ser su jefe pero a veces cuestionaba su juicio por dejarse llevar por sus emociones fácilmente.

Soltó un suspiro pesado antes de volver a incorporarse a la sala de operaciones, aunque el extraño silencio le llamó la atención, provocando que levantara la vista al personal, observó como enfermeras, anestesiólogos, gastroenterólogos, neurólogos y circulantes observaban expectantes ese cuerpo sobre la cama de operaciones. No quiso preguntar, sólo se acercó después de monitorear que los signos vitales siguieran siendo estables. 

El resto del personal le cedió el paso hasta que el cirujano en jefe quedó frente a frente con ese joven. Sus cansadas orbes se abrieron enormemente cuando observaron una anormal regeneración en los tejidos que si bien no era increíblemente rápida como la de un vampiro podía servir para aumentar las esperanzas de ese chico. El cirujano rápidamente dió las órdenes pertinentes para hacer una cirugía completamente distinta. 

Se dieron otros protocolos, se priorizaron otras heridas y finalmente se dejaría reposar al joven para monitorear la regeneración y posibles infecciones, ya que tendrían que dejar su abdomen abierto para dar un mejor seguimiento.

Las semanas pasaron, el pronóstico mejoraba pero la paciencia de Jotaro se agotaba. ¿Por qué demonios Noriaki aún no recobraba el conocimiento? El joven Joestar estaba a nada de lanzársele al cuello a cualquiera de los doctores, sin embargo, Joseph intervino, obligándole a regresar a Japón para ponerse al corriente con las clases. Y aunque al principio se había negado, su abuelo le convenció encomendándole la tarea de tomar apuntes para Kakyoin puesto que al pelirrojo no le gustaría atrasarse más.

Pasó su cumpleaños, finales de febrero, marzo, abril, mayo, junio, julio… Seis largos meses habían transcurrido antes de que su abuelo le dijera que Kakyoin sería transferido a una de las sedes en Japón. Con un pronóstico favorable y las heridas casi recuperadas al 100%, al haber asistido a la escuela todo ese tiempo le había ayudado a distraerse y darle tiempo al pelirrojo de recuperarse sin estrés innecesario.

Y ahora se hallaba camino al hospital, observando la pequeña consola que había comprado para el cumpleaños de Noriaki, porque pensó que sería un buen regalo y distractor para el tiempo que aún le quedaba en el hospital. Suspiró antes de regresarla al bolsillo de su gabardina y se adentró al enorme edificio de blancas paredes y pulcros pasillos. Los tacones de sus zapatos resonaban uniformemente, las enfermeras le miraban embelesadas, como siempre ocurría con las mujeres, aunque Jotaro no las ofendió como solía hacer; de hecho las estaba ignorando con toda su fuerza de voluntad. 

Una vez sus pasos le llevaron a la habitación 606 tomó el picaporte y abrió la puerta mostrando su imponente figura de 1.95 cm y con sus turquesas orbes buscó al chico por el que se había preocupado por todo esos meses. Al hallarlo recostado en la cama tomó asiento a su lado y observó sus facciones, las cuales se veían más saludables que cuando… estaba muerto.

Desvió un poco la mirada chasqueando la lengua al recordar tal imagen, ya había confirmado que el pelirrojo estaba bien, ya debía dejar de pensar en eso y de culparse. Su amigo estaba aquí, bien y vivo…

—¿Jotaro?— La suave voz del pelirrojo hizo que regresara su atención sobre el mismo. ¿Lo había despertado? Lo dudaba, tal vez nunca estuvo dormido para empezar.

—... Kakyoin...— Le miró fijamente, todos los detalles en sus facciones, lo brillante de su cabello y lo carnoso de sus labios. Sin poder evitarlo una diminuta sonrisa se asomó de sus inexpresivos labios, con un poco de pena jaló la víscera de su gorra y llevó su mano libre al bolsillo de su gabardina.—... Yare yare daze, no vuelvas a darme esos sustos…

La tensión en sus hombros se relajó en cuanto la suave risa del pelirrojo se escuchó por la habitación.— También te extrañé, Jotaro…

Esa misma tonta sonrisa que buscaba ocultar torpemente con su gorra se ensanchó un poco más y con suavidad le entregó el regalo que le había traído. 

— Feliz cumpleaños, Kakyoin…

F I N

🍒✨~Kakyoin month 2020 prompt~✨🍒Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang