Capítulo 24: Privados de la luz

Začít od začátku
                                    

—¿Aquí? —El coronel asintió e inmediatamente empezó a hacer un sonidillo instrumental pero muy desafinado con su garganta que jamás había sido dada a las artes vocales —. Vamos, canta conmigo... She's got a smile it seems to me reminds me of childhood memories where everything was as fresh as...

The bright blue sky... —cantó Claire, con una voz mucha más prodigiosa que la de Jacobo.

—¿Ves cómo cantas de hermoso? Sigue... Now and then when I see her face she takes me away to that special place... —cantó el coronel desafinando mucho mientras sonreía, viendo el rostro cada vez más relajado y confundido de Claire.

And if I'd stare too long I'd probably break down and cry... —continuó Claire mucho más suelta.

—Ahí viene el coro —anunció el coronel —. ¡Dale con toda, Claire! —exclamó y juntos, como una banda improvisada de garaje compuesta por un par de adolescentes que no saben nada de la vida, lograron entonar el coro —Oh, oh, oh, sweet child o' mine. Oh, oh, oh, oh, sweet love of mine... Eso es, continúa cantándola cuanto tiempo sea necesario.

El coronel Santodomingo tomó la mano de Claire de nuevo y sintió que el temblor no había desaparecido, pero sí se había reducido de manera drástica, lo que fue una luz verde para que continuaran con su camino.

Claire siguió dirigiendo el rumbo, con la canción clara en la mente: "She's got eyes of the bluest skies as if they thought of rain". El camino era el mismo que dirigía hasta los aposentos que compartía con su esposo, tan solo que al final, en lugar de detenerse delante de puerta de enfrente, se giró a la derecha. La habitación de Tadashi Kurida había estado todo el tiempo frente a la de ella, pero entonces ¿cómo ni ella ni Pietro y tampoco la mayoría de personas en el pasillo escucharon los pasos del asesino cuando se dirigía a acabar con la vida del señor Blackwood?

—Es aquí —señaló Claire.

El coronel tomó aire y su ya prominente pecho se infló más. De un empujón golpeó la puerta, lo que ocasionó que el picaporte cayera al suelo y esta se abriera bestialmente, dejando entrever desde el interior una luz verdosa que alumbraba mucho mejor que las linternas.

Jacobo penetró primero en la habitación y analizó el interior, y minutos más tarde terminó por dar el aval a Claire para que entrara, luego de cerciorarse de que Tadashi Kurida no estaba allí dentro, pero en su lugar sí había algo interesante.

El hombre y la mujer se dirigieron hasta varias pantallas apiñadas sobre un escritorio que estaba oculto dentro del armario, que producían la única luz del lugar, un resplandor azulado grisáceo, y rápidamente entendieron lo que pasaba. Tadashi Kurida había vigilado sus movimientos atentamente desde aquel lugar. De alguna manera había logrado hacerse con el control de las cámaras de seguridad del hotel y con ellas nada se le escapó.

—¡Aquí está! —exclamó el coronel, señalando con su dedo índice unas escaleras estrechas en forma de caracol que aparecían en una pantalla —. Hay que ir por él —sentenció, para después abandonar el lugar a toda prisa, dejando a Claire abandonada en aquel hotel dominado por la oscuridad.

La doctora decidió no seguir a Jacobo porque era consciente de que no podría seguirle el paso, pero tampoco deseaba quedarse allí sola, así que se dispuso a dejar el lugar, pero algo la detuvo. Fue una brisa muy fresca de invierno que entraba por algún lugar y arrebataba el calor que la calefacción ofrecía a la habitación.

Se giró curiosa hacia la ventana y recordó una conversación previa que había tenido con quien recién acababa de abandonarla. Si Tadashi Kurida fue el asesino, ¿cómo logró pasar por el pasillo sin que nadie lo escuchara ni tampoco lo divisara volviendo a su habitación luego del revuelo causado por los golpes del asesinato?

Olympo en PenumbraKde žijí příběhy. Začni objevovat