Capítulo 5: Tadashi Kurida, el director ejecutivo

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Había sido imposible para Claire sacar las declaraciones de Dahlia de su cabeza. De repente ya no le parecía tan atractiva la justicia que haría si hallaba al asesino del señor Blackwood. Quizá merecía lo que le había sucedido en retribución por el trato que había dado a su esposa en vida. Pero no podía darse el lujo de juzgarlo todo por el testimonio de una viuda. Cabía la posibilidad de que la señora Blackwood fuese la asesina y hubiera inventado aquella trágica historia solo para defenderse en caso de que la atraparan.

Ahora se encontraba en la piscina cubierta del hotel Olympo. Todo se veía en exceso calmado allí. El agua azul no se movía en absoluto y estaba tan limpia que podía ver su reflejo tan claro como en un espejo. Las ojeras empezaban a ser visibles en su rostro producto del cansancio, inclusive bajo el maquillaje que llevaba. Observó un reloj que estaba incrustado en la pared. Eran las 11:30 de la noche. Cada vez había menos tiempo para resolverlo todo. No había ningún tipo de mueblería para sentarse, pero ello no le preocupaba. Ya había pasado mucho tiempo sentada, era hora de moverse un poco.

El señor Tadashi Kurida, con quien se reuniría en un momento, parecía ser tranquilo y calculador. Siempre estaba en un mismo lugar y no movía nada más que los ojos, la cabeza y si acaso la boca para hablar. Por ello Claire planeaba sacarlo de su zona de confort y darle un paseo por la piscina. El gerente le había comentado que el señor Kurida gastaba bastantes horas en el agua a lo largo de su estancia en el hotel y por ello había escogido aquel lugar para llevar a cabo la entrevista.

Claire fijó su atención en la estatua de un dios que se levantaba justo en medio de la piscina. Sostenía un tridente y tenía una barba larga. Tras de esta, al otro lado de la piscina, hizo presencia el señor Kurida. Caminaba bastante recto y con una seguridad extraña, como si tuviese todo bajo control, pero estuviese precavido ante cualquier evento imprevisto que pudiese suceder.

—Doctora Davenport.

—Señor Kurida, es un placer tenerlo aquí. Usted y sor María Paz fueron los únicos dispuesto a decir todos sus secretos en un principio. Espero no haya cambiado de idea.

—Afortunadamente, para usted, no lo he hecho, pero aún me pregunto si debería. —Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y parecía buscar incesantemente algo con la mirada.

—No busque lugares para sentarse, señor Kurida. Este lugar carece de ellos. Ya debería saberlo ¿no? Me han dicho que frecuenta la piscina.

—Puede decirme Tadashi. Nunca me han gustado las formalidades. Al menos aquí en occidente son menos cuadriculados. En mi país abundan los títulos honoríficos y las buenas maneras para referirse a los demás. Mi mente no funciona con preconceptos y ordenes como una computadora. Soy más del tipo creativo. Me encanta imaginar nuevos mundos, justo así he llegado a donde me encuentro.

—¿A la piscina de un hotel suizo en medio de una nevada? —preguntó Claire, riendo con sutileza.

El señor Kurida sonrió.

—No exactamente. Me refería más a ser el director ejecutivo de mi propia empresa de videojuegos a los 30 años.

—Vaya, Tadashi, tenemos la misma edad. Espero eso le haga creer en mí.

—Una pura coincidencia. Aún no me fio de usted ni de nadie en este hotel, pero si tuviera que elegir entre todos, confiaría en usted. No sé si lo sabe, pero yo fui el que propuso esta solución: que usted nos entrevistara a todos.

—Caminemos, si le parece bien —dijo Claire antes de hablar más y ambos empezaron a caminar lentamente alrededor de la piscina y de la estatua del Dios —. En verdad no sé si debo darle las gracias por haberme postulado al puesto de investigadora que nunca solicité...

Olympo en PenumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora