Capítulo 12: Quon Ming, el empresario

Start from the beginning
                                    

—¿Y qué era lo que buscaba?

—Lo que buscan la mayoría de los millonarios: fábricas, mano de obra barata y contaminación sin límite. Cometí el error que jamás creí podía cometer y fui manipulado. Puse todas mis fábricas, repartidas por el país, al servicio de una de las empresas de Blackwood. Al principio creí que la fortuna me sonreía. Mi vida no podía ser más brillante. Mis fábricas se expandieron y el personal y la producción crecieron tanto como lo hizo mi cuenta bancaria...

—Perdone mi interrupción, pero ¿cuál de las empresas del señor Blackwood alquiló sus fábricas?

—Black Edge. Estoy seguro de que ha escuchado sobre ella. No me extrañaría que su teléfono fuese de esa marca.

—No lo es. Los productos de Black Edge tienen demasiado marketing y muy poca innovación. Prefiero pagar por características tecnológicas de calidad y no por una ilusión de riqueza bastante costosa.

—Empiezo a tomarle respeto, doctora. Continúe así y ya no la rebajaré al mismo lugar que a su marido.

—Pietro también es una persona respetable —aseguró Claire, pero cerró su boca con increíble agilidad al recordar que su esposo también guardaba un secreto, que en un mal escenario podría ser mucho peor que los que ya le habían confesado.

—¿Tan segura está? —Claire tardó demasiado en responder —. No crea que conoce a las personas del todo, doctora Davenport, ese fue mi error y mire donde estoy ahora, varado en un hotel por culpa de Henry Blackwood.

—Mi relación con Pietro no es de negocios. Somos esposos. En cambio, usted y el señor Blackwood eran socios, y no siento que deba recordárselo. Son situaciones totalmente distintas. Conozco bien a mi esposo, de otra manera no me hubiese casado con él.

—¿Y por qué está aquí? ¿De dónde conoce Pietro di Marco Bartolini al tan renombrado Henry Preston Blackwood?

—El cuestionario lo hago yo, señor Ming, no invierta las cartas...

—Entonces no permita que sus sentimientos se interpongan en su cuestionario, doctora Davenport —interrumpió el señor Ming.

—No volverá a suceder si usted se limita a responder lo que le pregunto y se abstiene de juzgar mi matrimonio.

—Entonces continúe preguntando.

—Lo haré. No tiene que recordármelo —dijo Claire en un intento totalmente fallido por recuperar el control de la conversación —. Como me dijo antes, señor Ming, no monte el caballo antes de ensillarlo. Estaba diciéndome que el señor Blackwood ensamblaba los productos de Black Edge en sus fábricas en China. —El señor Ming asintió, dándole la razón a Claire —. ¿Y cuándo llegaron los problemas?

—Blackwood enfureció cuando el informe financiero de Black Edge demostraba que su última línea de teléfonos celulares en lugar de ser un éxito había sido un fracaso ¡y con justa razón! Respecto al modelo anterior simplemente mejoró la cámara y agregó unos detalles. Europa detestó su idea, igual que la mayoría de los países asiáticos, tan solo fue un éxito en Norteamérica y en el resto de países de América que viven encantados copiándole todo a su vecino del norte. Por lo tanto, el señor Blackwood decidió recortar gastos y a que no adivina cuáles. Europa y Norteamérica no le permitieron reducir salarios o recortar garantías y él sabía muy bien que hacerlo reduciría su popularidad en las potencias, por ello bajó los salarios en las fábricas en China, redujo los contados controles ambientales que existían y sobre el hecho recortó el personal administrativo y los altos cargos a la mitad. El pueblo chino explotó en indignación y yo lo hice en odio.

—Pero eran sus fábricas, señor Ming. El señor Blackwood no podía simplemente ordenar en sus dominios.

—Creo que no alcanza a imaginar el poder que tenía Henry Preston Blackwood. El endemoniado habló con el gobierno chino ante mi negativa de ceder a sus pretensiones de recortes presupuestales y el mismísimo presidente y el Congreso Nacional Popular me advirtieron que si no acataba las órdenes, expropiarían mis fábricas y me expulsarían de China. No tuve otra opción que obedecer. Henry Preston Blackwood siempre sabía las fichas que movía en su juego. Amenazó al gobierno con retirar todas y cada una de sus empresas del territorio de la república si no cedían a sus peticiones y las enviaría a países del sudeste asiático, y además apoyaría el reconocimiento de Taiwán como una nación independiente.

Olympo en PenumbraWhere stories live. Discover now