Capítulo 2

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Rey no pudo evitar soltar un suspiro de alivio cuando por fin vislumbró las carpas del Puesto de Avanzada Niima, pero especialmente al comprobar que su nave seguía ahí. No es que no se fiara de la promesa que le habían hecho de cuidar de ella, pero no estaba segura de si la tentación de una nave completamente operativa no sería demasiado para un grupo de chatarreros que llevaban meses sin atreverse a salir demasiado por culpa de una bestia. Además, era un buen transporte.


El Grifo, como la había llamado, era un yate nubian tipo H, un regalo de Naboo para la última Jedi, modificado de la proa a la popa por Rose y ella misma para convertir una nave diplomática en la de una guerrera. Cañoneras de iones, una sustitución del motor por uno SJAS-2010 de iones, más estable y eficiente, actualizaciones de los sistemas de navegación, cualquier cosa que se les ocurriera. Incluso un turboláser en la parte superior de la cabina. Rose había estado especialmente orgullosa de esa mejora, ya que había sido todo un reto equilibrar el peso y que cada disparo no fundiera el sistema energético de la nave.


Trabajar con Rose en el El Grifo, escuchar sus nuevas ideas y su parloteo optimista le había ayudado más de lo que quería reconocer. Le había contagiado la ilusión de trabajar en una nave propia, modificarla a su gusto. La había ayudado a dejar de lamentar la pérdida del Halcón Milenario.


No es que lo hubiese perdido, no realmente. El Halcón estaba bien, todo lo bien que podría estar una nave que había soportado dos guerras galácticas e incontables encontronazos con piratas y otros contrabandistas. No, simplemente un día, el Halcón dejó de funcionar. Al principio no se había alarmado demasiado, por muy buena que fuera, seguía siendo una nave vieja. Pero a medida que fueron pasando las horas se fue dando cuenta de que esa vez no iba a ser capaz de arreglarla. Si no hubiese sido por Finn es posible que siguiera allí, cubierta de grasa en las entrañas del motor subluz SRB42, intentando algo, cualquier cosa para hacerla funcionar. Al parecer BB8 les había enviado un mensaje: "Socorro. Rey histérica. Arrancarme piezas para Halcón. Salvadme." El pequeño traidor la había vendido. Por su bien, era cierto, pero cuando su Grifo estuvo en funcionamiento devolvió el pequeño androide a Poe. Al fin y al cabo, era suyo.


Entonces le habían propuesto cambiar el motor por completo, además del triple cerebro androide del ordenador principal. Aún recordaba la cara de estupor del ingeniero cuando vio aquello. Rey se negó. Es posible que así hubiese despegado, pero ya no sería el Halcón. Solo sería su carcasa. Si el Halcón había decido no seguir con ella, iba a respetarlo. La última vez que lo vio, estaba sobre la cornisa del espaciopuerto de Ciudad Hanna en Chandrila, sobre el viejo edificio del Senado de la Nueva República. Rey recordaba que llovía. El agua caía con fuerza por entre las placas de duracero del chasis, provocando pequeños ríos que caían hacia las calles de la ciudad decenas de metros más abajo. Allí solo, como una reliquia de otro tiempo, una gárgola cuidando las ruinas de un monumento al pasado. Aquel lugar estaba lleno de fantasmas. Demasiadas promesas y esperanzas rotas. Casi no pudo volver a respirar con normalidad hasta que salió del sistema.

Y temblarán las estrellasWhere stories live. Discover now