Capítulo 30: Hollow Stone

2 0 0
                                    

El ambiente hostil y gélido de Das Dunkel quedaron atrás y nos recibió una bocanada de aire cálido como consecuencia del sol radiante que iluminaba todo el lugar. Tuve que cerrar los ojos ante semejante cambio de luminosidad y esperé un rato hasta asentarme al nuevo entorno.

Cuando logré abrir mis ojos, me encontré con una calle asfaltada y solitaria. Empecé a ampliar mi mirada y logré estudiar la estructura de este nuevo pueblo: sus casas eran distintas las unas de las otras, algunas sólo tenían un piso, otras eran de dos o incluso más; los colores eran variados, sobrios, llamativos, algunas tenían de frente ladrillos; otras casas estaban protegidas por cercas, de la misma manera que los palacios en nuestro mundo, otras en cambio no pero tenían un lindo jardín delante.

—¿Tú crees que vamos a pasar desapercibidos?— me preguntó Embrace aún atónito por la nueva vista,

—Los Humanos no son tan distintos a nosotros, en lo que a aspecto respecta. Si no mira a las Brujas, ellas son Humanas, después de todo. Nosotros somos capaces de percibir su magia porque tenemos ese poder, pero los Humanos de este mundo no tienen este don angeliano. Yo creo que vamos a pasar desapercibidos— le contesté,

—Muy bien. Vamos entonces. Tenemos que encontrar esa Iglesia—.

Embrace sacó de su mochila la copia del mapa que Verdon me había entregado y se lo puso a analizar. Observando más el lugar nos dimos cuenta que las calles estaban señalizadas y tenían nombres, así que empezamos a buscarlas en nuestro mapa y comprendimos que nuestro objetivo estaba muy lejos de donde nos encontrábamos. Íbamos a tener que caminar unas treinta cuadras más o menos.

Durante las primera quince el silencio fue uno más entre nosotros, alguien incómodo y molesto, pero no quería invadir a Embrace, si él no tenía ganas de hablar, no lo iba a obligar. Él hablaría cuando tuviera ganas... Y cuando nuestros pies alcanzaron la cuadra número diecisiete, finalmente me habló de eso que tantas ganas tenía. Lo conocía y estaba esperando que esa pregunta llegase.

—¿Cómo estás con Demetrius?—.

¿Cómo responder a semejante interrogante? La realidad era bastante clara, Demetrius y yo estábamos alcanzando nuestro final. Mi propio cuerpo se estaba alejando, ya no se sometía al poder que irradiaba de él. Pero también era verdad que mi corazón aún vibraba, no tanto como antes, pero lo hacía cada vez que él aparecía. Una parte de mí no quería alejarse pero la otra sabía que tampoco era sabio mantenerme al lado de él por simple costumbre.

—La verdad es que es una pregunta difícil de responder. ¿Y tú con Zalander?—.

Después de que hice la pregunta me di cuenta de lo estúpida que había sido. Ninguna respuesta me llenaría: si estaba bien, iba a sentir celos; si estaba mal, iba a padecer su dolor. Quise ser educada y al final terminé siendo estúpida. La respuesta que seguía a mi pregunta me iba a hacer mal, sea cual fuese.

—Estamos bien. No le gustó para nada que me uniera a esta misión. Ella desconfía mucho de los Humanos, después de todo estuvo mucho tiempo encubierta en la aldea Jenko. Tiene miedo que algo me pase—,

—¿Anunciaste a la aldea su unión?— y nuevamente como estúpida hice una pregunta que no me iba a agradar la respuesta,

—No. No me parece el momento— me contestó.

Aunque no quería pensar de esa manera, mi mente divagó un rato. Si Embrace todavía no había anunciado la unión con Zalander, eso quería decir que aún no quería que todo el pueblo supiera de su relación; y si él no quería que lo supiesen, algún motivo encubierto debía haber.

Caminamos un par de cuadras más y la Iglesia se presentó ante nosotros, inconfundible, única. Parecía una maravilla que te quitaba el aire luego de verla... El color blanco que teñía sus paredes brindaba paz y tranquilidad. Ocho pilares sostenían un techo en forma de triángulo protegiendo la gran entrada principal. La puerta era dorada con apliques color rojo. Poseía dos torres finalizadas en puntas imponentes y con cruces en sus finales, más al fondo, una cúpula color marfil rezaba sobre el centro de la Iglesia. Ventanas blancas, vidrios de colores con personas pintadas sobre ellas y un ambiente calmo reinaba en el lugar.

Eterna debilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora