Capítulo 22: La presentación de Demian

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Teo volvió a la habitación junto a Ciro, cuya expresión era sumamente perturbadora. Me imaginé por qué, así que le pedí a Teo que se llevara a mi hijo y lo preparara para la presentación.

—Yo entiendo su deseo, Reina pero— y no le permití terminar la frase,

—No voy a cambiar de opinión, Ciro. Sé perfectamente cuales son los riesgos de esto pero mi hijo no se merece permanecer oculto. No hay nada de malo con él—,

—Señora, por favor, entre en razón. Mi área son los temas reales, y créame que no es momento de realizar esto. Hay muchos focos de disturbio en Mundú, demasiados para mi gusto. Aparentemente hay uno que lidera a los demás— me dijo aún con esa mirada temerosa,

—No quiero dilatar más esto. Así que te ordeno que lo hagas, cuanto antes—.

Ciro se retiró de mi habitación perturbado. Segundos después, el sonido de la puerta me molestó, no tenía ganas de recibir a nadie más que me diera su opinión contraria respecto de mi decisión. Quien entró fue Ramsés.

—Si vas a venir a decirme que no haga esto, te puedes ir yendo. No hay vuelta atrás— le dije sin apartar la mirada de la ventana,

—No vengo a eso, Shilana. Al contrario, vengo a apoyarte— me contestó con voz serena.

Giré sobre mi eje presa del asombro ante esas palabras. Yo en el fondo sabía que me estaba equivocando y que estaba tentando demasiado al destino con la presentación que quería hacer, pero algo dentro de mí me gritaba que mi hijo tenía todo el derecho del mundo de deambular por su aldea y no permanecer encerrado en el Castillo.

—¿En serio?— le pregunté incrédula,

—Sí. El Príncipe Demian tiene que salir a la luz, después de todo, él será el Heredero al Trono de Mundú. Y a juzgar por la rapidez con la que está creciendo, ese día se acerca velozmente. Los aldeanos tienen que entender que ésta es su realidad, que es tu hijo después de todo, sin importar si quieran o no a los Demonios. Demian será aquello que tú le enseñes a ser, no tiene que ver con la especie a la que pertenece. Lo único que te recomiendo es que no presentes la relación que tienes con Demetrius, porque eso sí puede ocasionar serios problemas—.

Demetrius.

No lo hagas

Una voz gritó en mi interior, su tono de desesperación me puso en alerta. Era la voz de mi Demonio, no había lugar a dudas. No entendía cómo estaba sucediendo aquello, nunca antes nos habíamos comunicado de ese modo con Demetrius. No sabía que se podía. ¿Acaso era esto producto de la profecía que nos unía?

Era lo más seguro pero mucho más invasivo. Ya tenía que soportar el hecho de no tener intimidad con él, sabiendo que podía entrar en mi mente y ver a través de mis ojos cuando él quisiera, no pudiendo hacer nada para evitarlo... Y ahora esto.

Pero no quería que nadie más me dijera que no lo hiciera. No sabía dónde se encontraría Demetrius después de que le pedí que me dejara sola, pero no necesitaba pensar en él en este momento. Necesitaba calmarme y las palabras de Ramsés lo hicieron. Eran ciertas y poseían una blanca claridez que pensaba utilizarlas en el discurso de presentación.

Tenía razón, mi hijo era mi hijo, sin importar quien fuera el padre. Yo misma era el ejemplo de aquello. Toda mi niñez y parte de adolescencia viví con quien pensaba que era mi padre, un ser extremadamente vanidoso y egoísta, y sin embargo no crecí de esa manera. Quien me definió fue mi hermano, a través de las enseñanzas de mi madre.

—Gracias, Ramsés. Tus palabras me dieron mucho apoyo— le contesté,

—Será mejor que empieces a prepararte, Shilana.—

Eterna debilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora