Capítulo 6: Seguridad amenazada

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El reloj de mi escritorio vibró en la mesa de luz del costado mío de la cama. Me levanté sobresaltada y con un sentimiento profundo de temor. La visión que acababa de tener había sido más que real, la sentí en cada célula de mi cuerpo, experimenté cada sensación como si yo realmente la hubiera vivenciado, solo que eso ocurriría en un futuro no muy lejano.

Puse mis pies sobre el suelo de mi habitación y estiré mi mano para poder agarrar el saco de seda blanco que reposaba del lado vacío de mi cama. Mi corazón aún vibraba y el sentimiento de temor no quería abandonarme. Miré la hora de mi reloj, las nueve de la mañana. Todos en Mundú habíamos sincronizando nuestros relojes ya que el sol no asomaba. La oscuridad y el cielo gris seguían presentes, la constante lluvia continuaba golpeando suavemente el vidrio de mi ventana y el humor reinante seguía siendo la tristeza.

El mío por sobre todo.

La visión de Zaphiro me había dejado consternada y muy nerviosa. Su presencia en Mundú, en persona; la fuerza de su voz; el pedido a gritos por una ayuda atroz; recorrían mi mente dando golpes desestabilizadores. No dudaba de la certeza de sus palabras, sabía que era cierto, ella no mentía y su presencia para contarme semejante noticia le daba más importancia al tema. Era peligroso y misterioso. La impotencia de no poder entender ni siquiera de poder pensar quien sería capaz de desearle la muerte a mi criatura, era impresionante e incontrolable.

Yo vine hacia usted para contarle lo que no sabe, lo demás, es de conocimiento para usted—.

¿Qué podía saber yo?

La puerta de mi cuarto se abrió lentamente. La cara de mi esposo mostraba preocupación y asombro cuando se dio cuenta que yo estaba despierta. Su mirada esmeralda brillosa me demostraba que estaba conteniendo sus lágrimas.

—¿Qué sucede?— le pregunté preocupada, me acerqué rápidamente y lo tomé en mis brazos,

—No pensé que ya estuvieras despierta— me contestó con un débil tono de voz,

—¿Qué es lo que pasa, mi amor? Tu cara es terrible— le dije.

Los dos nos acercamos al sillón de dos cuerpos que se encontraba a los pies de nuestra cama. Sus ojos estaban perturbados, su respiración era acelerada. Se notaba que estaba peleando consigo mismo, aunque no sabía bien por qué.

—El General Marcus llegó de su viaje— me contó finalmente,

—¿Tan pronto? Hace tres días que se fue... ¿Y qué fue lo que averiguó?—,

—Buscó por la aldea Jenko, habló con su Reina Krauss, y no hay noticias de ellos. Le entregó algunos de nuestros metales preciosos para poder conseguir esa información, que en sí, no sirve de mucho—,

—No me agradan mucho esas criaturas, no son de fiar—,

—Sobre todo por el encarcelamiento de Calandra. Fue un movimiento necesario pero restante para nuestras relaciones con ellos. Krauss puso el grito en el cielo cuando se enteró—.

Calandra Sorcier, Bruja enmascarada y antigua reina de Mundú, había eliminado a casi toda la descendencia de mi familia Drake para ocupar el trono en mi aldea, también había embrujado a mi padre para que se enamorara de ella y así hacer más fácil su ascenso como reina. Cuando mi padre se enteró, se fue de la aldea, escapó, claro que para el resto de los aldeanos la versión había sido su fallecimiento. Y así Calandra había obtenido lo que siempre quiso: el reinado de Mundú para ella sola.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? Todos los cargos por los cuales fue acusada fueron debidamente comprobados. Sólo hicimos lo que debíamos hacer, lo que correspondía— le contesté,

Eterna debilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora