—¿Tiene algún presupuesto, señor?

—No lo tiene, el idiota es rico —Joey puso los ojos en blanco.

Sonreí y ambos seguimos a la chica hacia el mostrador de la tienda.

***

Admito que tenía un nudo de nervios en el estómago cuando subí las escaleras con la maleta en la mano. Tenía el anillo en el bolsillo, y de pronto era muy consciente de su presencia ahí. Me detuve delante de la puerta, respirando hondo.

Habíamos podido volver a casa antes, pero eso significaba que yo no había tenido tiempo de mentalizarme de volver a ver a Jen y dárselo. Apreté un poco los labios intentando calmarme.

Había llamado a sus padres, sí. Más que nada para asegurarme de que su padre no me perseguiría con un cuchillo si le proponía matrimonio a Jen.

Solo con insinuarle lo del anillo, su madre había dejado de hablar de golpe y el padre de Jen me había informado de que se había dejado caer dramáticamente en el sofá, abanicándose con una mano y sonriendo, encantada.

Es decir, que tenía su bendición, cosa que no estaba mal.

Ahora solo me faltaba la de su hija preciosa, testaruda y dueña de mi culo favorito.

Solté todo el aire de mis pulmones y abrí la puerta con una amplia sonrisa.

—¡Adivinad quién ha llegado antes de lo prev...! —me callé cuando vi que todo el mundo me miraba mal—. Vale, sé que la camiseta no es al mejor de mi armario, pero tampoco es para que os quedéis así.

¡Era mi camiseta de soldados imperiales! ¡Se merecían un respeto!

Fui bajando el volumen cuando vi lo que tenía delante... hasta el punto de quedarme callado.

Jen estaba pálida, Mike tenía cara de espanto, Sue una mueca —aún peor que las que ponía normalmente—, Will estaba como paralizado y Naya tenía cara de infarto.

Ah, y un charco debajo de ella.

—Eh... Naya... no sé si te has enterado, pero has roto aguas o te has meado encima.

—¡Me he enterado! —chilló ella, empezando a respirar entrecortadamente—. ¡Que alguien haga algo! ¡WILL!

Will dio un respingo, como si acabara de volver de sus vacaciones en su fábrica de chocolate mental.

—¡Eh... sí! —se giró, frenético, y literalmente me lanzó las llaves que acababa de dejar en la barra a la cara—. ¡Ross, el coche!

Yo puse una mueca. ¡Me había dado en la frente!

—¿Eh?

—¡QUE CONDUZCAS!

Will se acercó a Naya y la sacó de casa a toda velocidad. Yo creo que todavíano había reaccionado cuando Jen se acercó a mí y me enganchó del brazo para arrastrarme con los demás.

Y, en mi pobre coche, Naya se tumbó atrás con la cabeza en el regazo de Will mientras Jen se sentaba a mi lado con cara de espanto.

—¡Mierda, esto duele! —chilló Naya.

Jen intercambió una mirada entre ellos y yo mientras salía del aparcamiento, tenso de pies a cabeza.

—Creo que ha llegado tu momento de demostrarnos lo rápido que puedes ir —me dijo, muy seria.

Y yo, claro, olvidé la tensión por un momento.

¡Sí, por fin!

¡Mi momento de brillar había llegado!

Tres mesesWhere stories live. Discover now