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Jung Wooyoung

Di una patada a una piedra. Suspiré. Nadie me había reclamado desde que desaparecí de mi ciudad, y ahora hasta alguien en quien creía que era posible confiar, se había desecho de mí con facilidad. ¿Qué se supone que debería pensar?

Seguí andando por aquel pueblo que ahora se me hacía tan cercano. Sin dirigir mi paso hacia ningún lugar en especial, acabé llegando hasta la calle que desembocaba en la plaza del centro. Hasta ahora ningún pensamiento había estado ocupando mi mente, pero ahora, mirando a toda la gente feliz jugar con sus hijos en el parque o a señores pasear sin preocupaciones, de pronto eché de menos mi casa. Ya nada me ataba allí, ya no quería saber nada sobre aquel pelinegro adinerado, así que decidí que igual debía volver. Me bastó un segundo para darme cuenta de que estaba bien jodido, pues ¿cómo se supone que iba a volver? Alcé la mirada y miré a mi alrededor. Por no tener, no tenía ni las llaves de la habitación de hotel en la que nos estábamos quedando.

Me pasé una mano por la nuca con una sonrisa irónica. "Joder" pensé. Di una vuelta sobre mí mismo, intentando encontrar una solución oculta entre los bancos de aquella plaza.

Miré hacia el bar, recordando la vez que vi al tal Taeyong por primera vez y lo arrogante que me pareció, y entrecerré los ojos. Unos chicos jóvenes estaban hablando con una de las camareras del bar. No había nada raro en eso, pero lo extraño es que nunca les había visto por la zona. Llevaban ropas modernas y parecían serios, la chica parecía intimidada por su presencia pero ellos no le daban importancia. De los cuatro, tres de ellos miraban con curiosidad a su alrededor, y ahí fue cuando tuve una idea. Parecían tan ajenos al pueblo que de fijo venían de la capital. Podrían decirme cómo volver, o incluso acercarme.

Seguro de que había encontrado una solución a mis problemas, esperé a que dejaran de hablar con ella, y en efecto, parecían desorientados. Pensé que esta era mi oportunidad de oro, y me acerqué trotando hasta llegar a su altura. De cerca parecían más imponentes pero no me acobardé. El que iba primero reparó en mí cuando me notó cerca.

–Eh, perdonad...

Todos dirigieron sus miradas hacia mí. El primer chico ladeó la cabeza con curiosidad. Tenía el pelo castaño y con ricitos, ojos en forma de media luna, nariz respingona y labios acorazonados. Parecía más agradable y receptivo que los demás.

–¿Venís de Seúl? ¿Podéis decirme cómo llegar hasta allí? No tengo ni idea de dónde estoy.

–Pues si te sientes con energías puedes ir corriendo –se mofó– Está sólo como a... ¿veinte kilómetros?

Miró a los demás en busca de respuesta y yo puse los ojos en blanco.

–Es en serio.

–¿Y quién ha dicho que no lo sea? Te hago una oferta. Tú nos respondes a una pregunta y luego nosotros te acercamos un poco. ¿Qué me dices? –esbozó una gran sonrisa que dejó a la vista su blanca dentadura.

–Eh... claro.

–¿Has visto a un chico así como con la cara afilada, delgado y ancho de hombros, con un coche negro? Es más o menos... –situó una mano un poco por debajo de su cabeza– Así de alto.

Di un paso hacia atrás instintivamente. ¿Estaban hablando de él? No podía ser. ¿O sí? Al fin y al cabo no sabía nada sobre él. Desplacé mi mirada hacia los otros tres chicos. Uno de ellos era mucho más alto que los demás, incluyéndome, de piel ligeramente bronceada y pelo castaño peinado hacia atrás, su labio superior era más grueso y curvado que el inferior y mantenía una expresión de asesino en serie.
El chico que estaba a su lado podía ser perfectamente la reencarnación de un perro de caza. Su cuello era grueso y su cuerpo corpulento aunque no era tan alto. Su ancha mandíbula y sus matadores ojos en forma de línea podían mandarte directamente al infierno. Su pelo también estaba peinado hacia atrás, solo que mantenía un tono negro como el carbón y un corte diagonal en una de sus cejas.
El último de ellos era el segundo más alto del grupo, pero este era más menudo y delgado. Su cabello corto era rubio y estaba un poco alborotado. Un piercing plateado adornaba su labio inferior y tenía manos de artista, con los dedos llenos de anillos. Tenía la nariz estrecha y las esquinas de lo que parecían tatuajes sobre su torso asomaban por el cuello de la camiseta.

INCIPIENTE - woosanWhere stories live. Discover now