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–¿San, eres tú? No soy Hoseok. Él... no se puede poner ahora.

–Da igual. John, necesito que le digas que ponga en marcha el plan del que hablamos.

–¿Qué? ¿No te atreves a matar a ese hijo de puta tú solo? Pensé que...

–¡Ya, ya sé lo que pensabais todos! Pero no es tan fácil, con vuestra ayuda y lo que hablamos todo sería más sencillo.

–Choi San, eres un jodido cobarde. ¿No te atreves a matar al asesino de tu hermano? ¡Porque aunque no lo hiciera él mismo, fue su asesino! ¿Y tú vas a pedir ayuda? –bufó John.

–¡Cállate, joder! No es que no me atreva, y por supuesto que le mataré yo, sólo es que acordamos que si las cosas se ponían difíciles vuestro grupo nos ayudaría.

–¿Nos? ¿No estás solo?

Suspiré y miré a Wooyoung de soslayo. El chico esperaba impacientemente y escuchaba la llamada atento.

–Es complicado de explicar –respondí, molesto.

–Iremos a ayudarte si es necesario pero, tienes que intentarlo tú solo al menos una vez. ¿Dónde está el Choi San que yo conocí? Ese lleno de ira, rabia y venganza...

–Mira, olvidaos de todo. Paso. Os voy a callar la boca a todos cuando le arranque la cabeza a Lee Taeyong, acuérdate de mis palabras. Dile a Hoseok que ya no necesito vuestra estúpida ayuda.

Colgué de inmediato, faltándome el aire por lo que iba a hacer.

Me puse en pie de un salto y guardé el móvil en el bolsillo. Ignoré a Wooyoung y salí de la habitación hecho una furia. La gente me miraba con extrañeza y curiosidad, pero yo ya no veía nada ni a nadie, tan sólo era consciente de mi objetivo. Los gritos de Wooyoung intentando detenerme se oían muy lejos ahora, a pesar de que caminaba a mi lado, agitándome el brazo.

–¡San, sé lo que quieres hacer y no estás pensando con claridad! ¿Sabes? ¡En realidad pensaba hacerte recapacitar de alguna manera con el tiempo! Las venganzas no sirven para nada, no lo hagas... o mejor, tranquilízate y pensemos una mejor manera...

Ese niño me estaba hartando. Sacudí el brazo y sin querer le di un codazo en el pecho que lo empujó para atrás, pero eso no pareció detenerle.

Salí del hotel bajo la mirada preocupada de la recepcionista. Aquello era normal ya que el rubio iba gritando aquellas palabras que para mí ya no tenían ni sentido, montando un escándalo a ojos de cualquier transeúnte.
Monté en mi coche y puse los ojos en blanco cuando noté que se subió al asiento del copiloto sin dejar de hablar. Arranqué y mantuve fija la vista en la carretera todo el tiempo, teniendo su parloteo de fondo, igual de irritante que el zumbido de una mosca en el oído.

–Por favor, escúchame. Para el coche, te lo estoy diciendo en serio.

Un kilómetro más adelante le hice caso, pero solo para aparcar en frente de la casa de Taeyong. En ese momento sentí la típica adrenalina de las bajadas repentinas en las montañas rusas, y abrí el maletero. Saqué a Daisy, mi preciado bate de baseball, y cerré el compartimento de golpe. Pero entonces, noté un agarre en el cuello de mi camiseta y tuve que mirar al responsable de aquello a los ojos.

–¡San!

Sus ojos estaban cristalinos y podía ver las lágrimas agolpadas sobre su párpado inferior. El labio inferior le temblaba y me miraba fijamente.

–¿¡Por qué me tratas como una mierda!? ¡Escúchame!

–Vete de aquí –dije entre dientes– Si quieres hacer algo útil desde que te subiste a mi coche en aquella gasolinera, entonces vete de aquí. Vete a donde te dé la gana, pero no quiero volver a verte la cara.

–Claro, no quieres escuchar lo que tengo que decirte, porque tú sólo quieres oírme gemir. ¿Verdad? –esbozó media sonrisa sin un ápice de gracia. Sólo había frustración en su rostro.

–Eres tú quien se ofreció de una manera descarada. Apuesto a que hubieras hecho lo mismo con cualquiera que parase el jodido coche allí. Vas de cachorrito inocente, pero eres más listo de lo que aparentas. ¿Crees que no me he dado cuenta de que te has estado aprovechando de mi dinero? Probablemente no tenías donde caerte muerto, y cuando viste un coche caro se te iluminaron esos ojitos. ¿No es cierto? –le levanté la barbilla ligeramente con la mano, pero él se apartó de inmediato dando un paso hacia atrás.

–Que te jodan. Que te jodan más que tú a mí anoche, cabrón –levantó sus dos dedos corazones hacia mí y caminó unos pasos de espaldas, mostrándome ese gesto, hasta que se dio la vuelta y comenzó a andar respirando violentamente.

Sabía que después de lo que le había soltado probablemente nunca más volvería a saber de él, pero eso realmente no me importaba. Sabía que con la ida de ese chico, un montón de cosas se iban a su vez, pero eso tampoco me importaba. Casi podía sentir mis ojos relampagueando de furia, y bastó mirar la fachada del chalet de Taeyong para que todo tipo de arrepentimiento se fuera de mi ser.
Ahora me encontraba solo, con mi Mustang al lado. Como al principio. Y quizá, así es como todo debería haber continuado.
Agarré con fuerza el mango del bate y le apoyé sobre mi hombro, sintiendo la brisa refrescar mi frente perlada de sudor. Respiré hondo y caminé hacia la entrada con pasos firmes.

"Esto será sencillo" pensé "rápido y sencillo".

Como quien viene a traer el correo, me planté en su felpudo y llamé al timbre. Con una mano sosteniendo el bate y la otra en el bolsillo, esperé a que me abriera. La verdad es que me encontraba tranquilo y relajado.
Sin embargo, lo que yo me había formado en mi cabeza parecía que no iba a suceder, ya que el futuro tenía otros planes para mí. En cuanto el sujeto en cuestión abrió la puerta, una pistola se posicionó sobre mi frente. El frío material tocando mi piel se sintió como una descarga eléctrica, como que de repente alguien me bajara de las nubes y posara mis pies sobre la tierra.
Taeyong me miraba con el ceño fruncido mientras sostenía el arma apuntando a mi cabeza.

En ese instante, algo hizo clic en mi cabeza y apreté los dientes, dándome cuenta de la locura que estaba cometiendo y lo imprudente que había sido.

–Bienvenido –dijo con voz rasposa y una mueca de maníaco– Estaba esperándote.

No fui capaz de reaccionar. Su mano se posó sobre mi nuca, y con fuerza me metió al interior de su casa, dando un portazo después.

–Me dejasteis escapar tan ridículamente fácil... –me sorprendió una voz femenina.

Cheng Xiao se encontraba apoyada en la pared cruzada de brazos. Me miraba con sorna y sus labios formaban una mueca burlona.

La madera del bate golpeó el suelo cuando lo dejé caer. Esto jodidamente no podía estar pasando, porque esto no estaba en mis malditos planes. Una parte de mí se sintió como un pájaro encerrado en una jaula.

Otro confrontamiento contra Lee Taeyong. ¿Eso era lo que pretendía? ¿Primero mi hermano y después yo?

Otra partida que creía ganada. Otra partida que parecía perdida.

INCIPIENTE - woosanWo Geschichten leben. Entdecke jetzt