38. Parte de la rutina

Start from the beginning
                                    

Él deja una de sus manos y la lleva a mi brazo izquierdo, al cual acaricia.

—Entonces, adelante —me anima, dejando mi brazo para acomodarse en el mueble.

Asiento, centrándome en el resto y carraspeando antes de hablar, procurando disipar los nervios que sin motivo alguno se han apoderado de mi sistema.

Es algo positivo, todo saldrá como quiero y todos lo tomarán bien. No hay razón para estar angustiada.

O-oigan —llamo, pero lo hago en un tono de voz tan bajo, que nadie logra oírme.

Vuelvo a suspirar y me levanto, caminando seguido hasta estar a un lado de Juliana y tomar su mano. Ella y mi primo pasan a verme confundidos, pero ignoro sus expresiones desconcertadas que no me ayudan con mis deseos de hablar.

—Quiero decirles... algo importante —exteriorizo imponiendo mi voz, logrando al fin captar la atención de todos los presentes.

No me digas que estás embarazada después de un beso —comenta Ruggero, risueño. Y aunque me gustaría reír, nada me sale; todos estamos muy serios o curiosos para reír, y él expulsa un bufido en respuesta—. De acuerdo... no ha tenido gracia, lo entiendo.

Yo... Cuando llegué, mi abuela me platicó sobre una vida aquí y yo... lo he pensado mucho, y... —Juliana hala de mi brazo llamando mi atención y giro a verla, interrumpiéndome al instante en el que percibo que sus ojos me miran brillosos y suplicantes.

Su fuera posible, diría que siento cómo se me rompe el alma en trozos diminutos e imperceptibles al ver su expresión, pero me limito resguardarme tras la idea de que aquello jamás podría pasarme.

Sé que me siento triste y atormentada por ella, que la estoy traicionando de algún modo, pero esto es por mí y ya he tomado una decisión.

Dime que no es verdad —pide en un bajo tono sin dejar de mirarme, casi como una súplica.

Niego con la cabeza lentamente, apenada por no ser capaz de complacer la petición que me hace.

Lo siento —gesticulo sin pronunciar palabra.

Juliana agita su cabeza también reiteradas veces, dejando caer las lágrimas que en instantes pasaron a anubarrar sus oscuros ojos y que ahora cubren sus mejillas. Con la misma expresión de decepción, tira de su mano con brusquedad para que la suelte y se marcha de la sala hacia afuera.

Y allí están mis fuerzas hechas trizas.

Odio verla mal, pero esto se trata de mí y por primera vez, creo que es bueno ser egoísta.

Trago saliva, deseando que sea posible que junto a ella se vaya el nudo antes de conseguir instalarse, y me excuso para ir en su búsqueda.

Me olvido de lo pesado que siento el estómago y corro detrás de ella. Me doy cuenta de que ha sido un error cuando percibo todo removerse en mi interior y una mínima gota de comida revuelta regresa a mi garganta. Afortunadamente se devuelve al instante sin que haya tenido la necesidad de detenerme, pero sigo avanzando con la asquerosa sensación que se mantiene.

No hay nada que me parezca más asqueroso que el vómito y creo que el universo lo sabe, porque muy pocas veces vomito, mas pienso que en este caso lo aceptaría como pago a cambio de atenuar el malestar de Juliana.

Al salir al jardín, encuentro a mi amiga
sentada en una banca que debe estar helada a causa del terrible clima que hace, pero a ella parece no importarle, a pesar de que frota sus brazos desnudos para transmitirse calor. Yo también tengo frío, pero ahora ella es lo más importante.

Canela ©Where stories live. Discover now