6. El silencio de Bastian

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Hoy es el día.

¡Demonios!

¿Cómo logré sobrevivir sin ella?

He roto tantas promesas que me odio a mí mismo. He dicho tantas cosas que no he cumplido. Me siento como la peor de las escorias.

Siempre juré, que si a alguna de mis hermanas le pasaba algo, yo daría la vida por ellas. Que siempre las cuidaría, las amaría como a nadie, y las protegería de todo del que quisiera hacerles daño.
A pesar que mi hermana, mi melliza, era mayor por unos cuántos minutos, nunca se sintió así. Siempre la vi como mi hermana menor, junto a Zhoue.

Soy un mal hermano. Uno pésimo.

¿Qué clase de hermano no daría la vida por los suyos?, ¿cómo permití que se fuera?

Me odio.

Yo debería haberle dado mi corazón. Si necesitaba un pulmón también se lo hubiera dado. Si necesitaba cualquier estúpido órgano, no lo habría dudado, y se lo hubiera entregado en bandeja de plata.

Pero no pude.

Una persona viva no puede donar, en este caso, un corazón. No se puede quitar una vida para salvar otra. Va en contra de unas leyes, al parecer...

Pero ninguno de ellos sufrirá como lo estoy haciendo. No están en mis zapatos.

La perdí para siempre, y se me fue como agua entre los dedos.

Lo único que me queda son unas cuantas fotos, grabaciones, y videos de todas nuestras aventuras, jugarretas y bromas.

Solo eso. Y duele y quema como el infierno.

Una persona no puede quedar reducida a solo eso. Debería haber algo más, pero lamentablemente, en ese momento, era todo lo que tenía. Eran muchas vivencias para que solo quedaran fotos. Eran muchas risas para que solo quedaran grabaciones. Y eran muchas historias para que solo quedaran videos.
Era mucho mundo, una galaxia entera en ella, y aún así, solo quedó todo reducido en una caja guardada bajo mi cama.

Se fue muy temprano. Le quedaban muchas experiencias, mucha luz y energía. Le sobraban muchas cosas, pero eso no fue suficiente para que su corazón siguiera latiendo. Viviendo.

Era mucho para este mundo, y aún así este no vería jamás su huella.

•••

En casa se podía llegar a percibir ese aire pesado, triste. Lleno de lamentos ahogados en silencio.

Parece un día normal, pero no lo es.

Papá se encerró en su estudio hace horas. Cuando bajé a desayunar, eso de las doce del mediodía, el ya estaba allí mientras mamá se ocupaba de Zhoue, manteniendo un semblante forzoso para esconder lo que sentía y acallar el llanto que sabía estaba conteniendo. Se mantenía en un constante movimiento por toda la casa para no quebrarse frente a mi hermanita.

No puedo culparla.

Yo hago lo mismo. Lo que menos quiero es que la bebé nos vea en ese estado. Tampoco es bueno para ella.

La mejor opción es estar solo. Deseaba estar solo.

La noche cayó en menos de lo que imaginé. La pesadez aún se logra sentir. Mamá hizo un esfuerzo para llevar la cena un poco más ligera, pero fue en vano.

Nadie decía nada. No había necesidad de las palabras. ¿Qué íbamos a decir? Estamos de luto.

En silencio terminé mi cena, dejando la mayoría en el plato. Mi apetito se había reducido considerablemente, pero no tanto como para que comenzara a preocuparme.

Subí a mi habitación y saqué la caja de su escondite bajo mi cama.

Revolví todo su contenido en busca de la última imagen.

La pared blanca del hospital era el fondo. Ella se encontraba semi-sentada en la camilla, conectada a máquinas para que pudiera seguir latiendo. Me abrazaba por los hombros, con una fuerza que no tenía pero que no demostraba. Ella sonriendo a pesar de todo, y yo imitando una sonrisa.

Algo que admiré de ella, es que siempre mantuvo una sonrisa para todos nosotros. Ella fue nuestro pilar mientras se derrumbaba, cuando debió ser al revés.

Se mostró tan ella, que es imposible recordarla sin sus bromas y sus risas.

Hasta el final con una sonrisa dibujada.

Fue tan valiente. Nunca tuvo miedo enfrentarse a la muerte. Tampoco perdió la esperanza por aquel corazón que necesitaba.

Tan buena y alegre.

Una joya entre escorias, que el mundo la dejó ir.

Por Siempre, Tyra ©Where stories live. Discover now