4. Sinceridad

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—¡Cariño, el desayuno está listo, baja ya o llegarás tarde a clase! —gritó mi madre.

Tomo mis cosas y a paso de tortuga me dirigo hacia la cocina.

Mi madre terminaba de preparar el desayuno mientras mi papá ayuda a Zhoue a comer, porque ya había hecho desastre desparramando su comida de bebé.

—Bastian, hijo, sabes las reglas. ¿Por qué saliste ayer? Ya era tarde para andar por ahí... —comentó mi madre.

—Necesitaba salir.

—Avísame la próxima, por favor. Te busqué por toda la casa, y no habías llevado el celular, estaba preocupada —explicó—. No me molesta que salgas, al contrario. Pero me gustaría estar al pendiente, ¿sí?

—De acuerdo. No volverá a suceder.

—Gracias —sonrió y se dirigió a Zhoue—. ¿Lista para ir a la guardería, cariño?

Zhoue largó unas risitas mientras trataba de decir "mamá". Sus balbuceos me causan mucha ternura.

—Debo irme, adiós.

Ba-batian.

Me giré en su dirección sorprendido. Acababa de decir mi nombre, a su manera.

Me acerqué y le di un beso en cada mejilla, a lo que rió. Al separarme de ella, levantó su manito diciéndome "chau" con el movimiento.

Mi hermanita es toda una ternurita. Lograba aligerar el ambiente con unas cuantas risas suyas.

Eso, me hizo olvidar por un momento qué día es hoy. Qué día sería mañana.

•••

—Bastian.

—Bastian —volvió a llamar la misma voz. Alcé la cabeza y me encontré al profesor de historia frente a mí—. La clase ha terminado —comunicó.

—Lo-lo siento profesor, no fue mi intención...

—Tranquilo. ¿Te encuentras bien? He notado desde que llegaste, que algo anda mal. Si necesitas, puedes decírmelo, ¿de acuerdo?

—Es... es solo que me siento extraño. Ya sabe... nueva ciudad, nuevo colegio...

—Entiendo —asintió—. No te presiones, ¿sí?. Es normal que te sientas de esa manera. A veces nos da miedo lo nuevo y está bien. No te agobies. Todo a su debido tiempo.

—No es solo eso —suspiré y me armé de valor para continuar—. Mañana se cumplen siete meses del fallecimiento de mi hermana —confesé—. Necesitaba un transplante de corazón —admití al borde de las lágrimas—. Uno que nunca llegó.

El silencio nos rodeó por un largo tiempo. El profesor me abrazó y eso fue lo suficientemente gratificante y, algo que necesitaba desde hace mucho que, por más que quisiera no logré retener el llanto.

•••

Papá está sentado frente a mí. Hoy es su día de descanso por lo que, cuando recibió la llamada de la escuela, fue él por mí.

—Sé que es duro, hijo. Lo sé más que nadie. Y tal vez no llegue a comprender tu dolor porque ustedes tenían una conexión inigualable, una que no todos los hermanos tienen. Ni siquiera yo, que mi relación padre e hija era tan fuerte y especial como la de ustedes —Hizo una pausa, y continuó—. Pero quiero que entiendas, Bastian, que por más que intentes retener todo dentro de ti, algún día deberás expulsarlo. Y será una bola tan grande que podría estallar, y arrastrarte a ti en el proceso. Sabes que puedes confiar en mí, en mamá. No estás solo.

—Sé que no lo estoy, pero así me siento. No es algo que cambie de un día al otro. Necesito tiempo.

—Todo el que necesites hijo, pero recuerda —Me tomó por los hombros y ancló su mirada en mí, tan igual a la de ella, a la mía—. Hay que decir las cosas que nos duelen para que dejen de hacerlo.

Le dedico una leve sonrisa, que sabía perfectamente que no se asemejaba a una, y me fui.

Por Siempre, Tyra ©Where stories live. Discover now