dos; charles gream

29 2 0
                                    




Caminar era un placer para Charlie, de alguna manera disfrutaba más de lo necesario caminar. Solían ser monótonos los recorridos, ya que más que a la academia o la casa de Syvonne no recurría a otros lados. Pero cuando tenía la posibilidad de tomar otro rumbo, no vacilaba en tomarla. Los caminos eran mucho mejor cuando ella lo acompañaba. Caminaban tomados de la mano y con el uniforme ya a medio quitar.

Un lunes no era lunes sin la compañía de Syvonne. Llegaban del colegio y se dedicaban a tontear entre ellos y disfrutar del otro, típico de una parejita adolescente como la de ellos. Tenían la suerte de que los padres de Charlie trabajaban hasta tarde y los vecinos no llegaban a escuchar sus gritos. Luego, la chica se quedaría a cenar ya que era el único día de la semana laboral que podían compartir.

Esa chica de bellos ojos celestes era todo lo que Charlie admiraba. Se conocían desde infantes, ambas familias con mismas ideologías, una un poco más ortodoxa que la otra. Compartirían principios, pero amaban ser rebeldes con el otro. Nadie los entendería, porque para ser tan conservados, eran muy insurgentes.

Ella depositaba afables besos en él, sin razón alguna. Él la encerraba en sus brazos y atraía dejando que la gravedad los impulse hacia el colchón. Sus dedos se enredaban en los delicados cabellos rubios al ritmo de los suspiros. Todo estaba bien.

—Charlie...— lo llamó ella desde su pecho.

—¿Mmm? — susurró con los ojos cerrados mientras tomaba su mano y la interceptaba con la suya.

—Creo que eres lo mejor que tengo. Ni mis amigas me hacen sentir tan cómoda como tú.

—Ahora yo soy tu amiga. — dijo y soltó una pequeña risa.

Syvonne se incorporó de su posición y lo miró de forma capciosa.

—¿No te molestaría funcionar como una alguna vez?

—¿A qué te refieres? — le preguntó confundido mientras apoyaba su espalda en el respaldo y estiraba la misma. Syvonne se sentó a su lado.

—Ya sabes, maquillarte, ponerte ropa mía. Lo que a mí me gustaría hacer pero papá no me deja. — su última oración dejó escapar un poco de encogimiento. Su sueño siempre había sido ser maquilladora y estilista, pero no era una vocación que entre dentro de las elegidas por su padre.

Ese señor era una persona muy terca y cerrada en sus propios principios. Tal vez buscaba lo mejor para su hija, algo que la mantenga, pero perdía cada pizca de felicidad en ella. Lo único a lo que ella aspiraba en su vida era a no ser miserable como él, pero nunca tuvo las agallas para demostrarse. Charlie siempre se compadeció con ella, aunque sus padres lo apoyaban de cualquier manera, sabía que se sentían un tanto desilusionados con que no precise ser un profesional como ellos.

—¿Seré tu mujer francesa? — volvió a bromear. Se ganó un golpe de almohada de parte de la rubia. Sabía que sus chistes serían necesarios para que ella sea feliz. —Claro, seré tu modelito mientras me necesites.

—¡Gracias! — le agradeció ella con un corto besito. —¿Puedo consultarte algo más?

—Sí, sí. Dime.

—Si empiezo a publicar mis trabajos, —comenzó a jugar con los dedos de Charlie y uso sus palmas para taparse los ojos— ¿te molestaría postearme en tu cuenta de Youtube? — preguntó un poco tímida, sabiendo la respuesta, pero tratando de convencerlo igualmente.

Charlie rodó los ojos y la miró esperando que ella misma se responda. Pudo ver en su mirada el brillo de ilusión que odiaba apagar.

—Sabes bien por qué no lo hago, no quiero que te llegue el odio. El rumor de que estoy contigo es muy grande, entonces elijo mantenerte cuidada y no dejarte pasar por la asquerosa toxicidad que algunas personas tienen. Y con toda la broma de que con Timber estamos enamorados no sé si reaccionarían bien.

HOMEWhere stories live. Discover now