1. Primer día de escuela

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—¡Buena suerte, cariño! —deseó mi madre, una vez que cerré la puerta del coche.

—Nos vemos más tarde —exclamé, y esperé a que desapareciera al final de la calle para enfrentar mi nueva realidad.

No me animaba a entrar, pero si llegaba después del timbre de entrada sería aún más vergonzoso.

Ser el alumno nuevo, apesta.

Estás socialmente obligado a presentarte a toda la clase y si eres como yo, un chico reservado, era el peor de los castigos. Vergonzoso e innecesario.
Además, no conocer a nadie te hace sentir un pez fuera del agua.

Con un profundo suspiro me armé de valor y, entre los nervios que me consumían, traté de pasar desapercibido.

En bien entré traté de localizar mi salón pero cuando alcé la vista, la vi.

No puedo creerlo. Ella está aquí.

—Cambia esa cara —se burló.

—Tyra... ¿Cómo es qué...? Olvídalo, me alegra que estés aquí, no sabía... —Me abrazó por un breve instante con una enorme sonrisa en los labios. Me quedé estático en mi lugar, sorprendido.

—¡Pues sorpresa! —rió ella—. ¿No te la esperabas, cierto? ¡Pff, claro que no! Tu cara me lo dice todo.

En ese momento la campana que indicaba un nuevo inicio escolar sonó y antes de que pudiera decir algo más, ella habló.

—Me alegra volver a verte Bastian —susurró. Me dio un beso en el cachete y se fue.

Aquello me subió un poco más el ánimo. Me esperaba un largo día.

•••

No todo era como imaginé. Supongo que subestimé a los profesores, y a los que serían mis nuevos compañeros.

Para mi asombro, no fue tan malo. No tuve que decir más que mi nombre. En realidad hasta me esperaba que comenzaran con sus preguntas, pero nada de eso ocurrió.

Mi mejor amiga me acompañó en los recreos. Su compañía lograba que me sintiera como parte de algo.

Como en este momento.

Estoy en la parte trasera del edificio, sentado en el suelo con mi espalda apoyada sobre la pared, y las piernas extendidas, mirando a un punto más allá del que podría alcanzar a ver.

—¿Cómo está Zhoue? —cuestionó Tyra, a mi lado.

—Está más grande. Ahora quiere comenzar a comer por su cuenta —reí negando con la cabeza.

—Amo a esa niña —me miró—. ¿Y ellos?, ¿cómo están ellos?

—Tan rotos como yo —suspiré—. Creen que no me doy cuenta, ¿sabes? Y no sé qué me duele más. Habernos ido de la ciudad y tratar de sobrellevar todo esto, o que traten de decirme como debería afrontar esto cuando ellos no son capaces de hacerlo.

—Dales tiempo, Bastian.

—Sé que debería, pero me cansé de fingir que todo está bien.

—Entonces no lo hagas. Estás en tu derecho de sentir lo que sientes, y no debes temer por ello. Al final del día, serás tú frente al espejo quién tratará de sostenerte para no derrumbarte.

—Ojalá fuera así de sencillo —La miré a los ojos, y la familiaridad con la que me devolvía la mirada, lograba un poco de serenidad a mi ser.

Ella siempre causaba eso.

Por Siempre, Tyra ©On viuen les histories. Descobreix ara