En mi oasis siempre hay Luna llena (Spin-off. Fauces II)

22. La boca del lobo

―No, vamos ―guardo todo y apago el computador. Nos despedimos del profesor y salimos, sus dedos me aprietan, acarician. Se apega a mi costado, mi corazón late fuerte.

Hoy no iríamos directo a casa, llevábamos una semana de novios y Rhea había propuesto una cita. Por eso me había vestido con la sudadera azul oscuro, sé que le gusta cómo me veo con ella, así que llevaba eso con unos pantalones café y zapatillas cómodas. Él llevaba un suéter grande color granate y pantalones negros, se había peinado un poco más, estaba que quitaba el aliento de hermoso, aunque en él todo se veía bien.

―¿Dónde deberíamos ir? ―caminamos sin un rumbo fijo, había pensado en cosas para hacer, como el cine, o un café, a mitad de semana no había tantas opciones, pero había traído del dinero que tenía guardado para lo que hiciera falta.

―Hay una feria de artesanías en la plaza central, pensé que podríamos ir a verla, pasear un poco y tal vez luego ir a un café a por algo rico ―al final, suponía que esto de las citas era pasar tiempo juntos solo que en un espacio diferente, tal vez experimentar cosas nuevas juntos.

Cuando llegamos allí lo entiendo, lo maravilloso de experimentar cosas juntos es disfrutar, no solo el momento, sino la fascinación de tu pareja cuando ve esas cosas nuevas. La plaza es circular y hay un sin número de puestos con toldos blancos y mesones exponiendo desde bolsos para bicicleta y ropa, hasta joyería. Los ojos turquesa de mi amado van de un lado a otro mientras aprieta mi mano y sonríe.

―Mira eso, qué bonito ―señala una mochila celeste con un estampado en morado de un tigre. Vamos mirando diferentes cosas y me gustan sus reacciones, me gusta que camina con calma y se detiene frente algún puesto y sus ojos viajan por los productos rápidamente y siempre sonríe. A ratos me observa a mí, con su rostro precioso y maravillado de tenerme a su lado.

Conversamos de las mismas cosas que hablamos en casa, pero cuando le pones la palabra «cita» en frente suenan distinto, porque de pronto no es solo una conversación de dos personas que se quieren como ocurre con todos los demás de la familia, las nuestras son palabras de pareja, y cuando me habla del futuro, de los ECN, de la universidad... es porque está compartiendo conmigo lo que quiere vivir, sus miedos y esperanzas, quiere que yo sea parte de todo ello.

―Sé que a dada no le gustará la idea pero no necesito prepararme tanto para los ECN ―no es la primera vez que escucho al respecto―, en el instituto de música al que quiero entrar no los consideran tanto, importa más la prueba de talento o la pieza que entregues, dependiendo de la carrera que quieras estudiar ―nos detenemos porque veo unas fundas para guardar la tablet tejidas artesanalmente muy bonitas. Pero como ya tengo una seguimos avanzando.

―No creo que a dada le moleste la idea, mientras hagas lo que te gusta. Es decir, dudo que espere que Atlas y Themis brillen en los ECN ―no estaba seguro de que siquiera los quisieran rendir―, yo por otro lado... ―estaba seguro de que esperaba que tuviera puntaje máximo o algo así.

―Oh, vamos, no es como si te fuera a ir mal ―lo dice con mucha confianza.

―Soy bueno en matemáticas.

―Eres el mejor de nuestra promoción Jun, y eso es decir mucho considerando que tuviste que nivelarte ―aprieta mi mano un momento―, y tu test de inteligencia te puso muy por sobre la media.

―Aun así me preocupa fallar ―podría olvidar todo el día de la prueba. Rhea nota mi tono de voz y se voltea a mirarme, de pronto deja de quitarle importancia y me abraza. Ni siquiera me había dado cuenta de que necesitaba ese abrazo, pero mi novio es muy bueno para saberlo.

―Incluso si fallaras dada no se molestaría, y yo te amaría aun si no fueras un genio ―se pone de puntitas y me besa los labios. Aún me avergüenzan un poco las demostraciones de afecto en público, pero es un beso tan breve y tierno que derrite cualquier frío que quisiera azotar mi alma.